Capitulo 7

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"Cita de amigos"


El sol se desvanecía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que creaban una atmósfera romántica sobre la ciudad. Simón y T/n se encontraron en un acogedor café en el centro de la ciudad, el lugar perfecto para su primera cita como amigos.

A medida que se adentraban en el café, el bullicio de las risas y las conversaciones animadas llenaba el aire. Sin embargo, para Simón y T/n, el resto del mundo parecía desvanecerse mientras se miraban el uno al otro. Se acomodaron en una mesa junto a la ventana, disfrutando de una vista panorámica de la concurrida calle.

El aroma tentador a café recién hecho impregnaba el aire, mezclándose con el suave susurro de una melodía de fondo. El lugar estaba decorado con luces tenues y detalles acogedores, creando un ambiente íntimo y relajado que los envolvía.

Simón notó cómo su corazón latía con fuerza mientras contemplaba la sonrisa radiante de T/n. Una mezcla de emoción y nerviosismo se apoderó de él, como si estuviera experimentando una primera cita nuevamente. Sin embargo, esta vez era diferente. Esta vez estaban construyendo una base sólida de amistad.

—Y dime, ¿cómo te ha ido? —preguntó Simón, sorprendiendo a T/n con su repentina pregunta.

—Bueno, hay algunos turnos pesados, pero supongo que eso es normal —respondió ella, pero Simón negó con la cabeza.

—No, me refiero a ti. ¿Cómo has estado tú? —T/n inclinó ligeramente la cabeza, dejando que un mechón de cabello cayera sobre su frente.

Simón enterró sus dedos en la mezclilla de su pantalón, luchando para no acercarse y recogerlo por si mismo.

—¿Yo? —señaló su pecho con confusión, provocando una sonrisa divertida en Simón.

—Sí, tú. Cuéntame, ¿cómo has estado? —asintió.

—Creo que bien —vaciló unos segundos—. He estado viendo algunas series, saliendo con Lois y nada en particular —encogió los hombros.

—¿Has vuelto a hablar con Lois? —preguntó Simón, sorprendido.

—Sí, ella regresó a la ciudad y hemos estado pasando tiempo juntas —respondió T/n con nerviosismo.

—Eso es maravilloso —asintió Simón, también nervioso.

Era curioso cómo ambos parecían estar nerviosos a pesar de haber pasado tiempo juntos recientemente.

—Y tú, ¿cómo has estado? —preguntó T/n.

—Lo normal, perdiendo el tiempo con Johnny, Price, Alejandro, Rodolfo, Gaz, ya sabes —rió Simón.

—¡Oh, reíste! —exclamó T/n, asombrada, señalándolo mientras dejaba su capuchino a un lado.

—Es inevitable —rió un poco más fuerte dejándose llevar, al acercarse a ella, limpiando el bigote de espuma que se había formado en sus labios, haciendo que T/n se sonrojara.

Simón no pudo evitar notar cómo los ojos de T/n brillaban con entusiasmo mientras describía los lugares que quería visitar y las metas que quería lograr en la vida.

La escuchaba atentamente, sus ojos fijos en ella mientras se perdía en cada una de sus palabras. Se dio cuenta de lo apasionada y determinada que era T/n, lo cual solo hacía que su amor por ella creciera aún más.

Las palabras fluían de manera natural entre ellos, como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que hablaron. Rieron juntos, compartieron historias y se conectaron en un nivel más profundo. Era como si estuvieran redescubriendo a la persona que tenían frente a ellos.

En medio de la conversación, hubo momentos en los que sus miradas se encontraron y se sostuvieron un instante más largo de lo normal. En esos momentos, Simón sintió un cosquilleo en el estómago y un calor que irradiaba desde su pecho. Sabía que había algo especial entre ellos, algo que iba más allá de la amistad.

#

Horas después...

Simón regresó a su casa, sintiendo el peso de sus dudas y miedos acompañándolo en cada paso. Se dejó caer en el sofá, perdido en sus pensamientos, cuestionando si realmente él y T/n debían seguir juntos.

La habitación estaba sumida en un silencio incómodo mientras Simón se sumergía en su propia crisis emocional. ¿Podría ser el hombre que T/n necesitaba? ¿Sería capaz de superar sus miedos y convertirse en un buen padre, si eso era lo que ella deseaba en el futuro?

La idea de no poder cumplir con ese deseo la atormentaba. Recordaba cómo ella miraba con ilusión a una familia que compartía un momento agradable a unas mesas de distancia, y eso lo atormentaba aún más.

—¿Te gustaría tener hijos? —preguntó ella, dejándolo abrumado—. A mí sí, al menos tres pequeños, sería hermoso ¿no crees?

Cada pregunta que se formulaba aumentaba su confusión. Sentía la presión de tomar una decisión, de enfrentar la realidad y hacer lo que consideraba lo mejor para ambos. Su mente comenzó a tejer un discurso, una forma de explicarle a T/n por qué deberían separarse.

Simón tomó una hoja de papel y comenzó a escribir, buscando las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos. A medida que las letras se formaban en el papel, su corazón se llenaba de tristeza. No quería alejarse de T/n, pero sentía que era lo correcto, lo responsable, considerando sus propias limitaciones.

Después de horas de reflexión y escritura, Simón finalmente terminó su discurso. Lo leyó una y otra vez, asegurándose de que transmitiera su amor y preocupación, pero también su convicción de que ambos merecían algo mejor.

Se sentó frente al espejo, practicando su discurso varias veces, tratando de controlar las emociones que amenazaban con desbordarse. Cada palabra pronunciada era como una puñalada en su corazón, pero sabía que debía ser honesto consigo mismo y con T/n.

La noche se volvió más oscura, pero la determinación de Simón no flaqueaba. Sabía que no podía posponer más esa difícil conversación, que debía enfrentar la realidad y tomar una decisión que podría cambiar sus vidas para siempre.

Con el discurso en la mano, Simón se acercó al teléfono y marcó el número de T/n. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras esperaba a que ella respondiera al otro lado de la línea. Sabía que estaba a punto de enfrentar una de las conversaciones más difíciles de su vida, pero también sabía que era necesario.

A medida que el timbre sonaba, Simón se preparó para abrir su corazón y expresar sus miedos y dudas. Estaba listo para dejarla ir, si eso era lo que ella merecía. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, todavía había una pequeña chispa de esperanza de que tal vez, solo tal vez, pudieran encontrar una manera de superar sus diferencias y seguir juntos.

Y como un milagro caído del cielo, ella no respondió. Simón soltó un suspiro aliviado y se dejó caer en la cama.

—Por poco —limpió el sudor de su frente y resopló—. ¡Soy un estúpido!

Muestra de amor | Simón "Ghost" Riley | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora