Capítulo 5

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Jake me levanta del suelo mientras se asegura de aplastarme lo máximo posible las costillas por el gran abrazo de oso que me da. Cuando me deja en el suelo, debo sostenerme de sus brazos para no caerme en el piso por lo desorientada que me siento y dejo que mis pulmones recuperen todo el aire posible.

—No esperaba este recibimiento —digo sonriendo tímidamente y enfoco mi mirada en su cara. Sus ojos están cubiertos por unas gafas delgadas de color negro; sin embargo, sus gruesas y súper envidiables cejas hacen que sus facciones resalten más. Esta vez noto que su cabello es rubio cenizo y está más largo de lo que solía ser.

—No pienso ocultar la emoción que siento —se encoje de hombros. Dejo sus brazos y me separo un poco de él. No disimulo cuando paso mi mirada por todo su cuerpo: lleva una chompa de cuero negra, por dentro una camiseta blanca que se le pega muy bien a su cuerpo, mientras que el pantalón es, definitivamente, oversize al igual que su chompa y todo eso lo combina con unas botas blancas con una plataforma de unos cinco centímetros lo que lo hace ver más alto de lo que ya es. Este no es el Jake que yo conocí en la universidad y tampoco hago nada para disimular la sorpresa.

—Estoy gratamente sorprendida —digo. Él asiente y se nota en su cara la satisfacción de mi inspección. No hay una sola gota de vergüenza o intimidación en él, pero no me sorprende y me alegra de sobremanera que eso no haya cambiado.

—Lo mismo digo —y justo ahora caigo en cuenta que mientras yo lo inspeccionaba, él hacía lo mismo conmigo. Toma mi mano y me obliga a caminar directo a la cafetería —vamos, que tiempo es lo que menos tenemos.

**

—Así que una nueva colección de joyería, ¿eh? —levanto la enorme taza y dejo que el sabor de mi cappuccino de vainilla me invada. Jake me sonríe ampliamente y asiente muy emocionado.

—Fruto de mucho esfuerzo, sudor y lágrimas —me guiña un ojo y da un sorbo a su batido détox.

—Felicitaciones —sonrío, él asiente mientras deja su batido en la mesa. Se acerca un poco y deja salir todo el aire en él.

—Te he extrañado —dice, yo me tenso y se me nota porque Jake al instante pone una mano encima de la mía y me sonríe. Tomo eso como un intento para tranquilizarme—. No te alarmes, Leila. No te creas tan suertuda para creer que te he extrañado de manera amorosa —agradezco esa aclaración de inmediato y me rio un poco cuando mi cerebro asimila lo que dijo. Jake deja mi mano y sostiene su batido—, te he extrañado como la amiga que fuiste para mí en ese momento de mi vida. Y una de las razones por las que te pedí vernos es también para pedirte disculpas.

—¿Disculpas? —no puedo evitar sonar sorprendida. No entiendo sobre qué debería disculparse. Busco en mi cerebro alguna razón y no encuentro ninguna.

—Por haberte usado —dice avergonzado y mis cejas se levantan hasta la raíz de mi cabello.

—Sorpresa tras sorpresa —digo mientras sonrío.

—Déjame explicarme bien —asiento—. Otra de las razones por las que estamos aquí es para abrirme contigo y eso le va a dar sentido a mis disculpas —mueve el batido de una mano a otra. Está nervioso y eso sí me sorprende. Luego de un largo silencio dice—: Soy gay.

Deja de juguetear con su batido y me mira. Está esperando una respuesta. Nos miramos a los ojos mientras pienso en qué decir.

—No estoy sorprendida —digo. Me encojo de hombros—. Con eso no quiero decir que ya lo sabía o que no me importe lo que me acabas de decir. Todo lo contrario, agradezco que me tengas la confianza suficiente como para abrirte así conmigo, pero debes saber que a quien tu ames solo debe hacerte feliz a ti y debe ser tema de interés para ti. No te voy a felicitar porque no tiene sentido que lo haga, pero sí te voy a decir que, por la amistad que algún día tuvimos, deberías saber que, si un día vienes y me dices que eres bisexual, transexual o lo que sea, yo te voy a seguir viendo como el ser humano que eres y te voy a apreciar por eso y te voy a celebrar por todos los éxitos que tengas en cualquier sentido y voy a llorar contigo cuando sea el momento de hacerlo, ¿de acuerdo? —Jake toma un gran bocado de su batido y veo como sus hombros bajan y toda la tensión desaparece.

Diecinueve díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora