Capítulo 1

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—¿Entonces no puede ser? —me dice Larry, un poco enojado y otro poco desolado. Yo solo niego con la cabeza y trato de esconder la pena que siento por él.

Larry me mira en silencio, tratando de buscar algo en mis ojos, algo que le diga que es una mala broma o que me voy a arrepentir en unos segundos más. Lo cierto es que no va a suceder: no voy a cambiar de opinión y definitivamente esto no es una broma. Bueno, cuando termino una relación nunca lo hago en broma o me arrepiento, es muy en serio.

—¿Por qué? ¿Hice algo malo? —y empezamos con el dialogo que ya me sé un poco de memoria. Vuelvo a negar con la cabeza y quiero decir algo, pero él me corta—: Podemos hablarlo, solucionar lo que sea que no te parezca, pero no terminemos esto, por favor —ahora me suplica y detesto esto.

—Larry, no has hecho nada malo, no tengo ninguna queja contigo y mucho menos pienso que debemos solucionar algo porque no hay ningún problema —tomo sus manos y miro directo a sus ojos, tratando de transmitir mi determinación y seriedad en el asunto—, pero ya no quiero seguir con esta relación. Agradezco tu tiempo e interés en esto, pero no puedo seguir contigo. No siento alguna conexión o motivación para seguir en esto y no quiero que siga pasando el tiempo y darte una relación de mierda —frunzo el ceño cuando veo en sus ojos el daño que le hacen mis palabras. Me siento un poco mal, pero solo un poco.

—Sigo sin entender —dice él y yo estoy alcanzando mi punto de exaspero. Llevamos una hora y media en la pequeña cafetería de la esquina de mi casa y ya quiero irme— ¿Ya no me quieres? —su voz se quiebra un poco y yo dejo de mirar sus ojos. Por favor, que no se ponga a llorar. Se aferra a mis manos lo más que puede, como si eso pudiera evitar que ponga fin a esto.

—No —respondo. Me muevo un poco inquieta en mi asiento y trato de quitar mis manos, pero fracaso.

Kathy sale de detrás de la caja y se acerca lentamente a nuestra mesa, deja unas servilletas extras y se retira. Ya sabe cómo funciona esto porque no es la primera vez que utilizo su cafetería para terminar alguna relación pasada. Aprovecho que Larry se distrae con Kathy y yo suelto sus manos.

—Pero ¿cuándo pasó? —dejo caer mis hombros como signo de derrota y se me sale un largo suspiro. Miro su hermoso rostro, ahora un poco rojo y húmedo por las lágrimas. Trato de retener a la Leila grosera que llevo dentro lo mejor que puedo y reúno toda la paciencia que me sobra para seguir con esto y ser un poco (más) empática con Larry.

—No lo sé, pero esta es la mejor solución que tengo para ti porque no te puedo prometer que va a cambiar si seguimos. Al contrario, va a ser peor porque mis sentimientos no van a cambiar para bien y no quiero hacernos mierda —suplico mentalmente que lo asimile y lo deje ser porque en serio que ya voy a estallar.

Larry toma una servilleta y se seca las lágrimas que ahora brotan como si alguien hubiera abierto completamente un grifo de agua. Muerdo el interior de mi labio inferior. De todas las relaciones que he terminado, esta es la más larga y tediosa que he tenido. Por lo general, lo que sucede es que cito a mi pareja en esta cafetería, inicio agradeciendo el tiempo invertido, luego menciono que ya no estoy interesada, espero a que la otra persona digiera lo que dije, respondo si hay algunas preguntas como: ¿hice algo mal? ¿podemos seguir?, entre otras; Kathy aparece con servilletas extras en caso de que existan lágrimas y luego propongo seguir en contacto en caso de que necesiten de una amiga y eso es todo.

—¿Entonces no pude ser? — Larry vuelve con la misma pregunta y hasta ahí queda mi intento de ser comprensiva y empática. La Leila grosera asoma su fea cabeza y se prepara para atacar.

—No, Larry, no puede ser y ya acéptalo —mi tono de voz denota lo cansada que estoy de este pequeño drama que tanto evito en mi vida. Él me mira un poco sorprendido por mi cambio de humor.

Diecinueve díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora