Hojas De Papel || SoapGhost

I. La amistad no está en el manual.

Domingo 05 de febrero 2023.

Después de los pesados y duros días que vivimos a causa de Al Qatala, Irán, cárteles, rusos... Sheperd... Shadows,  y todo el caos por el que pasamos, puedo pensar que algo bueno salió de todo eso, pues de alguna forma la relación con el teniente y sin temor a equivocarme el miembro más fuerte de la 141, se había estrechado, es decir, antes éramos completamente ajenos, y conociendo a Ghost, yo solo era un dolor en el trasero, un sargento más y el podía trabajar perfectamente por su cuenta, pero desde ese día, las cosas cambiaron.
Ghost y yo éramos asignados juntos en la mayoría de las misiones, éramos cómplices y camaradas en la zona de guerra, íbamos sin miedo; intrépidos, osados, porque éramos lo mejor de lo mejor, o al menos yo me sentía así en compañía del teniente.

—Jhonny —Pronunció una voz áspera interrumpiendo al hombre que parecía muy concentrado escribiendo algo en su libreta. —¿vas al gimnasio hoy? 
—Claro que sí, teniente. —Dijo Soap cerrando una libreta que cargaba consigo una considerable parte del día, cuando no estaban en batalla.
—Bien. —Contestó Ghost y luego se adelantó.

No solo eran compañeros en las dolorosas y complejas misiones que se les exigía al ser parte de la fuerza operativa, también compartían los momentos de preparación, de entrenamiento y en ocasiones de ocio. Eran más que compañeros de trabajo, no se podía negar, ya no, ni siquiera el mismo Ghost, quien previamente decía que las amistades no estaban en el manual.

Tal vez Simon no era consciente de ese hecho, pues cada que era cuestionado por la cercanía que tenía con el Sargento, él decía que las relaciones dentro del ejército eran estrictamente profesionales con quienes simplemente compartía los mismos objetivos.

Ghost podía decir lo que quisiera, con lo que el se sintiera más cómodo, lo que deseara exteriorizar a los demás, pero incluso él en el fondo sabía que el vínculo que estaba formando con Soap, estaba escalando más allá de ser simples camaradas, y eso era preocupante para el teniente, sin embargo, ni el corazón más frío podría resistirse a la calidez humana, después de todo, no son monstruos diseñados para matar y ganar guerras, antes de todo ello, hay una persona con la complejidad propia de los seres humanos…

—¡Ah! —Un jadeo salió de la boca del hombre más pequeño. —¡Basta, basta! —Suplicó Soap para ser liberado de los fornidos brazos de su teniente.
Ghost escuchó las suplicas y soltó al Sargento.
—Debes seguir practicando, Jhonny, es la segunda llave que te aplico el día de hoy.
—No es justo, siempre será el mismo resultado mientras este practicando con el mismo hombre viejo. —Dijo Soap de forma burlona.
—Es un pensamiento pesimista Sargento, deberías sentirte motivado para querer ganarle a este viejo. —Bromeó Ghost.

Ambos estaban empapados de sudor por el ajetreo, pues su cercanía no impedía que dieran todo de sí mismos en los entrenamientos.
Los dos hombres caminaron a las duchas después de su práctica rutinaria.

Soap luchaba contra su instinto, luchaba contra las inmensas e insanas ganas de mirar a Ghost, pero el teniente lo hacia tan difícil, pues se desnudaba con toda la naturalidad del mundo, frente a él o a sus demás compañeros, hasta ese grado de profesionalismo llegaba el teniente, pues no había otro pensamiento en su mente, más de querer tomar una ducha para limpiar su cuerpo sudoroso.
La cordura y el razonamiento ganaron y Soap fue capaz de resistirse a tal tentación; producto de la atracción que subyacía en los sentimientos de Jhonny.

Después de eso, cada quien se dirigió a su dormitorio, listos para descansar.

Jhonny dobló su ropa, boleó sus zapatos para el otro día y antes de dormir abrió su libreta como ya era costumbre, tomó un bolígrafo y comenzó a escribir, garabatear o ambos, nadie sabía que contenía ese cuaderno, qué es lo que escribía diariamente y sin falta como si de una religión tratara.

Mientras lo hacía fruncía sus cejas, parecía angustiado, afligido, un rostro lleno de pesadumbre, que, con tales rasgos y tal expresión, fácilmente serían admirados por un pintor renacentista, pero en cuanto terminaba de plasmar lo que sea que ponía sobre el cuaderno, su rostro se iba suavizando, como si dejara todas sus preocupaciones en las hojas de papel.