Objetivos de un demonio

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Capitulo 4. Objetivos de un demonio

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En una de las grandes oficinas del Castillo Agares, una mujer estaba sentada detrás de un gran escritorio. Era hermosa y parecía estar ocupada en sus tareas.

Ella era una mujer de apariencia impresionante, con cabello rubio que cae suavemente sobre sus hombros y ojos que oscilan entre un intenso azul y un tono verdoso. Lucía un hermoso vestido de seda negro adornado con detalles dorados. El corte del vestido realzaba sus curvas, mientras que la falda larga y fluida caía justo por encima de sus rodillas, otorgándole una elegancia innata.

Pero a pesar de su hermosa belleza, se podía ver en su cara un ceño fruncido.

Dalia Agares estaba cansada, mentalmente cansada. Era tarde ya, había terminado una laboriosa jornada laboral.

Cuando era más joven pensaba que ser la Lady de una casa de los 72 Pilares era una tarea sencilla. Contrario a eso, se dio de cuenta como era de erróneo ese pensamiento cuando llego a dicho puesto.

Tal vez si hubiera nacido en una casa de menor posición, y estuviera en la misma posición, su trabajo no sería así de cargado como lo era ahora. Pero ser la líder del clan Agares junto a su marido no disminuyó la enorme carga que tenía. Tal vez podría echarles la culpa a los actuales descendientes de los Maou por sus ridículas peticiones hacia los pilares demoniacos.

Moderar esas peticiones hacia los pilares restantes después de la guerra había sido bastante molesto. Sabía de propia mano que muchos de los líderes de los pilares restantes no se tomaban bien esas peticiones dictatoriales.

Justamente el día de hoy había estado reunida con dos jefes de los Pilares restantes, siendo los líderes de los clanes Samigina y Paimon, recibiendo quejas sobre las últimas órdenes impartidas a dichos clanes. Ya que siendo clanes que tenían gran riqueza en el inframundo, tenían que aumentar su tasa de impuesto hacia los clanes de los Maou.

Los líderes alegaban que era absurdo que el 45% de las ganancias de sus empresas fueran reclamadas y repartidas dentro de los clanes de los Maou como ofrendas. Siendo ella una gran intermediaria y haciendo uso de su poder como Archiduquesa, les habló de la forma más civilizada posible y les ordenó que acataran las órdenes de nuestros gobernantes. Y que si se negaban habría grandes repercusiones hacia sus respectivos clanes.

Una tarea molesta, y había podido notar la gran disconformidad de esos líderes. Pero hallándose en la situación actual con su marido, de querer hacer un golpe de estado junto a los Bael, tenía que tener en cuenta desde ahora esos dos líderes para futuras charlas revolucionarias.

Ella frunció el ceño cuando recordó el siguiente acontecimiento. Después tuvo una charla no muy buena con su querido esposo. Sin su consentimiento, su marido mandó a su hijo primogénito a negociar con tres líderes de clanes extra, con el fin de añadirlos a las filas de los clanes que están en contra de los clanes de los Maou. Ella claramente no estuvo de acuerdo cuando supo la noticia.

Pero al parecer su esposo no pensaba igual, y este era un comportamiento que no miraba mucho en él. Su esposo tendía a ser un diplomático hábil que podía arreglar de manera rápida cualquier desacuerdo político y que siempre era sensato en sus decisiones. Pero mandar a su hijo a tal tarea tan delicada era algo inaudito.

No es que no confiara en su hijo, que a pesar de que ha tenido problemas con sus profesores de estudios, ha demostrado ser un chico bastante hábil en muchos ámbitos. Pero ella creía que era bastante joven para involucrarse en un tema así de delicado, y era mejor que ellos como sus padres trataran con este gran problema que se veía en la distancia.

El Deber de un GobernanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora