Capítulo 1: AlEph (Acto II)

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Todo iba perfectamente acorde a lo planeado. El equipo de las arañas comenzaba a asegurar su victoria en este combate, considerado por los supuestos dioses como una anomalía temporal. Aquel dato parecía indicar ser una excusa de Samu para evitar la cercana derrota de algunos de sus compañeros, ya considerando el hecho de que su equipo esta vez insinuaba a perder inevitablemente contra los humanoides.

La escena ahora no daba el mismo sentimiento de un anochecer bajo un sitio oculto donde se solía respirar la soledad y tranquilidad. El cielo pasaba del reconfortante color naranja del sol a los fríos y siniestros tonos oscuros que hacían dar presencia a unas muy pocas estrellas de baja brillantez, queriendo darle protagonismo a la luminosidad de la luna que se alzaba. Dicho resplandor en realidad no se notaba tan fuerte, era lo suficiente para que el campo donde se desataba el conflicto sea visible en los ojos de todas las especies presentes.

El arácnido Juregan daba la ilusión de que en algún momento su pelea contra los tres humanos llegaría a su tan esperado final, con una clara victoria acabando con la ejecución mortífera de estos últimos, sucumbiendo, luego de múltiples ataques evadidos que drenaban sus energías, al excesivo poder bruto e imparable de quien consideraban su enemigo.

Iosu continuaba manteniendo su posición relajada y despreocupada fuera del conflicto, sentado y observando el entorno que le regalaba las palabras "Victoria". Su ejército hacía todo por él y esta vez no había margen de error alguno, los aventureros estaban cada vez más cerca de quedar fuera de combate. Una sonrisa que señalaba la satisfacción de encontrarse en el bando ganador se hizo en su cara mayormente cubierta por pelos cortos, finos y grises.

Las múltiples arañas siguiendo las órdenes de sus tres superiores humanoides avanzaban sin temor alguno a la muerte, pues además de no presentarse ninguna amenaza actual, no poseían la inteligencia suficiente para comprender el significado de la muerte, suponiendo que era algo natural y que de todas formas les iba a terminar sucediendo. Eran lo más cercano a un ejército de soldados kamikaze, preparados para acabar con su vida en cualquier momento para lograr el triunfo de quienes veían como figuras extraordinarias y celestiales, candidatos a luchar y defender la casta de los arácnidos.

Por otro lado, Zerok se encontraba manteniendo una actitud preponderante mientras estaba metido entre sus feroces y numerosos aliados. Llegaba a destacar en la multitud gracias a su altura inusual y sus cuatro ojos púrpuras que brillaban en la oscuridad que se hacía cada vez más presente. Los planes que organizó antes de empezar la batalla habían resultado ser todos exitosos, y sin presentar ningún fallo. Por estos momentos, había previsto que las cosas acabarían de pronto y que después de unos minutos de limpieza, volverían tranquilamente a sus refugios para seguir con sus vidas.

Sí, ya está, este era el final. Los aventureros sucumbirían al ataque de los humanoides y caerían con facilidad. Pero, justo antes de que las arañas salten para acabar con sus enemigos, un suceso completamente inexplicable para ambos bandos cambiaría el rumbo de la batalla, y así mismo, de la historia. No se trataba de un contraataque de los humanos, ni mucho menos de la actuación de un personaje oculto hasta ese entonces, era algo misterioso que ninguno de aquellos presentes jamás se hubiesen imaginado que ocurriría, pues ni siquiera tenían el conocimiento de que estaban viendo. Tampoco Samu, Drago, o Iosu, quienes se los llamaba en sus respectivos grupos como los más "sabios", poseían alguna información para ofrecer acerca de este hecho.

Una especie de orbe azul gigante y tridimensional se generó y posicionó entre medio de donde estaban los dos equipos, a unos metros por encima de la tierra. No siguió ninguna trayectoria, apareció espontáneamente en el mencionado sitio, y tampoco se movió para algún lado, se quedó quieto, aunque no estático. Apenas surgió en el cielo, la esfera emitió un sonido ininteligible, y comenzó a producir una animación de como si estuviera rotando hacía el sentido de las agujas del reloj, constantemente sin interrupciones. Mientras realizaba dicho movimiento, unos pequeños rayos se desprendían alrededor de la figura, manteniendo de igual forma la misma circulación, pero con un tempo ligeramente distinto. Este objeto también irradiaba una fuerte luz de su mismo color, dando la impresión que el cielo volvía a mostrar sus colores del mediodía.

Paradox Island: EgoistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora