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El pelinegro se mordía el labio constantemente, soltaba sus feromonas dulces luego de haberlas reprimido tanto tiempo en presencia del omega

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El pelinegro se mordía el labio constantemente, soltaba sus feromonas dulces luego de haberlas reprimido tanto tiempo en presencia del omega. Debía evitar que ambos lobos volvieran a marcarse.

No podía permitir que aquello se repitiera cuando fueran a reunirse. Y aunque fue difícil llegar a una tregua con Jum, por suerte, el lobo cedió en cuanto se le mencionó una especie de mentira piadosa sobre el omega.

A todo esto, debía conseguir supresores de ahora en adelante, no podía permitir que su lobo intentara calamidades para atraer a Byeol. No, no podía como si nada llegar y provocarle severos problemas al castaño Kim.

Jum lo reclamaba como su luna, no era de esperarse. El dominante estuvo por tantos años en aislamiento por parte del pelinegro, quien lo reprimía constantemente al intentar sobreponerse a la alfa fémina, en comparación de Tae, con quien siempre fue afectuoso incluso bajo el efecto del celo.

La rivalidad entre el lobo de Leah y Kook era ilimitada, ambos supieron llevar su relación de forma amena, fuera reprimiendo a sus lobos o intentando hacerlos convivir; mas no funcionó. Solo lograron que pudieran convivir, mínimamente, cuando Eun llegó a sus vidas.

Los niños, a veces, eran los pilares de regularización entre las parejas de misma casta u con una en ventaja o desventaja de rango por la otra.

Se decía que los niños lograban cambiar completamente la vida de los progenitores, por ello, ambos decidieron tener un cachorro en su momento; fue ese un intento de buscar armonía interior, porque...

Jeon, para Leah, fue el epitome de hombre y alfa perfecto que nadie jamás debería poseer. Y Leah, para Kook, era aquel encanto femenino bien expresado en todos los aspectos.

Ahí la diferencia entre quien amó sanamente, en cuanto al egoísmo de posesión; pero, ¿eso también no es amor?

Quién sabe, solo los ilusos, podrían corroborarlo.

¿JungKook podría decir que su exmujer lo amó? Definitivamente.

Ante sus ojos, ella fue el amor de sus días. El dulce de las mañanas, la frialdad del día y la calidez de la noche. El reproche de su vida, la esencia de intacta complejidad, como el odio de cada día.

Era un eximir demonio con piel de ángel. Un ángel. Un ser desterrado de los cielos, pero también del infierno. En un plano no existencial, con sus propias reglas y creencias.

¿Qué tanto estropicio pudo causar un ser ajeno a su mundo?

EunYeong miraba a su progenitor conducir apacible al lado contrario que les dirigía a su casa, sus ojitos mostraban confusión espontánea por el cambio de lugar. Ella esperaba llegar a su hogar para jugar con sus primos y retomar charla con su papá, no ir a otro lugar.

—Papi Koo —llamó al de orbes celestes.

El pelinegro, no concentrado del todo, asintió con un sonido gutural para que ella hablara. La menor apenas alcanzó a escuchar el sonido, pero aún así, se atrevió a seguir con su pregunta respectivamente con la ubicación destinada.

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