Capítulo 6.

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Ayla Winchester.

Debo admitir que el encuentro con Lennon no fue mi favorito, ese chico tiene algo, me atrae de una manera poco bonita, está en todos lados a los que he ido en los últimos días, como si quisiera darme a conocer que puede hundirme en cualquier momento sin sentir ni un poco de resentimiento.

En ese momento no tenía ni idea sobre lo que estaba a punto de suceder, de cómo todo lo que yo había planeado se iba a ir a la mierda.

Al principio tenía un pequeño sentimiento de querer descubrirlo, pero luego, eso creció de una manera tan descomunal que hasta a mí me dio algo de miedo, ¿cómo era posible que solo por conocer a alguien por un par de semanas me iba a meter una intriga de mierda? ¿me pueden explicar cómo era eso posible?

Y decirles que no me lo espere, es mentira.

—Tenemos un problema —el golpe de la bandeja de Ronald en la mesa de la cafetería donde me encontraba me hizo dar un pequeño brinquito.

Se sentó, Amelie estaba más tranquila, hizo lo mismo, pero con más suavidad y delicadeza, puso la bandeja en la mesa y luego tomó asiento al lado de Ronald. Su expresión es más serena de lo normal, podría jurar que se encuentra divagando como siempre lo hace cuando un nuevo drama se instala en su vida.

Aún no podía entender cómo es que podían ser tan buenos amigos, ella es callada y él escandaloso.

—Querrás decir —Amelie se aclaró la garganta—, Ayla tiene un problema.

Me quité los auriculares enseguida, ¿cómo que yo tengo un problema y que ellos se enteraron primero? Llevo un mes en Atlas y me he dado cuenta de que no es el lugar mágico que todos describen en sus cuentas de Instagram, es mucho más tenebroso, de una forma extraña, te deja los pelos de punta al descubrir que hay más drogadictos que chicos normales.

—¿Tengo un problema? —Ronald chasqueo la lengua, sacó un billete de diez dólares y se lo dio a Amelie quien lo aceptó con una sonrisa.

—Te dije que ni siquiera se había dado cuenta —murmuró mientras guardaba el billete en uno de sus bolsillos.

Estos malditos apostaron para ver si yo me enteraba primero de mis propios problemas, pero no entiendo, todo va bien, en la última semana los estudiantes se han olvidado del incidente del video, Lennon dejó de acercarse a mí y yo por fin me encuentro concentrada en mi carrera.

La vida normal de un universitario sin problemas económicos.

—¿Me dirán que está pasando? —pregunté rascándome el brazo nerviosa.

—Técnicamente no es solo su problema —señaló Ronald mientras agarraba un pedazo de pollo y se lo metía en la boca, lo trago y volvió a hablar—, también incluye a alguien más, alguien que quiere joderte.

Solté una respiración larga, esto no puede estar pasando, Lennon no pudo haberme metido en un problema.

—Lennon —dije y Ronald asintió lentamente—. ¿Qué sucedió?

Él miró a Amelie, tenían una guerra para saber quién me diría que estaba pasando, aunque sea sé que ellos no me maquillan las cosas, me dicen la verdad así sea cruel, solo sé que, si estoy involucrada en algo con Lennon, tiene toda la pinta de no ser bueno.

—Lo que pasa es que... —empezó Ronald, pero Amelie lo interrumpió de golpe.

—Como se filtró el audio en el que le pides a Lennon entrar a su fiesta y él te dijo básicamente que no, todo el mundo está hablando —me miró fijamente—, está en Instagram, la gente los critica y la única forma de arreglarlo te incluye a ti.

A Ciegas. (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora