IV

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El día siguiente llegó.

Y no tardamos en volver al set.

Solo que esta vez estábamos todos.

Aunque faltaba uno por llegar.

Conocí a uno de los chicos que faltaron ayer, Matías Recalt.

Un chico realmente atractivo y con un sentido del humor impecable.

Casualmente teníamos la misma edad por lo que nos llevábamos tres veces mejor.

No nos separamos durante la mañana.

Bayona estaba algo disgustado con la tardanza del último actor del elenco, que resultaba ser el protagonista casi.

A lo largo de la mañana recibí varias llamadas de Madame Rossi, mi entrenadora de ballet y mi apoderada.

Las rechacé todas, hasta que volvió a insistir y no pude negarme a contestar.

Sabía que si lo hacía, me enfrentaría a grandes problemas.

Dejé mi poco valor de lado y contesté a los pocos tonos.

- ¿Diga? -dije pareciendo tranquila.

Escuché un suspiro lleno de enfado.

- Olivia, espero que sepas a lo que te enfrentas cuando no contestas mis llamadas.

- Estaba ocupada y no lo escuché. -me defendí.

- Quiero que te incorpores un poco antes de lo esperado, tu rendimiento a decaído con rapidez y no puedo presentar a una bailarina que parece no tener interés en su carrera.

Sentí un escalofrío recorrer mi columna.

- Entiendo el problema pero me es imposible entrar antes. -dije

- No me importa como lo hagas, pero te quiero ver mañana en la academia, sino me veré obligada a dejar de ser tu apoderada y darle tu papel a la segunda.

Cerré la mano en un puño al escuchar aquello.

No podía permitir que Amalia se saliera con la suya.

Ella no iba a conseguir el papel por el que yo había sufrido tanto.

Era el papel que yo me merecía después de tantos años de carrera.

- Mira, no prometo nada per-

- Olivia, creo haber hablado claro.

- Porfavor Madame, usted sabe que este es un momento importante para mi hermano y quiero apoyarlo.

- Ya te he dicho lo que debía, tú eres la que debe decidir ahora.

Dicho esto, me colgó.

Yo me quedé con el móvil en la mano intentado asimilar sus palabras.

Si no iba, perdería mi papel.

Y si iba, no podría estar apoyando a mi hermano en un momento tan importante para él.

Todo era muy difícil.

Suspiré y agaché la mirada.

Debía tomar aquella decisión rápido.

Me sobresalté al escuchar una voz hablarme.

Me había alejado lo máximo posible para evitar ser escuchada.

Pero al parecer, sin éxito.

- ¿Tienes problemas con tu profesora? -preguntó una voz grave que no tardó en ponerme la piel de gallina.

Me giré sobre mis talones y lo miré.

Relaje el rostro cuando vi de quien se trataba.

Luego me sorprendió verlo aquí.

Fruncí el ceño y me atreví a hablar.

- ¿Nunca te dijeron que las conversaciones ajenas son ajenas y que por ello no hay que meterse? -pregunté con cierta obviedad.

El se rio.

Estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

Unos brazos que a decir verdad eran muy musculosos.

Llevaba una camisa negra a conjunto con el pantalón.

El pelo hacia atrás en una especie de tupe mal echo, pues algunos de los mechones le caían en la cara.

Me crucé de brazos imitándole y decidí salir de allí.

- ¿Me recuerdas? -preguntó

Lo ignoré saliendo de la estancia, mas no conseguí perderle de vista, pues me siguió.

- Entré porque me pareció escuchar tu voz y quise saber si realmente eras tú.

Seguí caminando pero terminé mirándole.

- Obvio que te recuerdo, me choqué contigo el otro día.

El asintió con una sonrisa.

- He esperado tu llamada como un loco. Por un momento pensé que te habrían robado el móvil o algo similar. -dijo sonriendo.

No pude evitar imitar su gesto.

Esa sonrisa sincera y con hoyuelos había conseguido no borrarse de mi cabeza aquel día.

Caminamos hasta llegar a la estancia principal, donde se encontraban todos.

- Ah! Por fin llegas. -dijo Bayona.

Creí por un momento que me hablaba a mí pero luego se acercó a saludar a mi acompañante.

No tardaron en darse un abrazo cordial y después Bayona lo presentó ante el resto de personas.

- ¡Escuchad todos! Ha llegado Enzo Vogrincic, nuestro casi protagonista.

Después le dio unas palmaditas en la espalda mientras la gente que trabajaba para el aplaudía.

Me quedé flipando.

Como era posible que él fuera el protagonistas de la película.

Creo que me quedé tan embobada que cuando volví de mi empañamiento vi que Enzo me miraba con una sonrisa.

Salí de mi ensimismamiento y me acerqué a mi hermano que me miraba con curiosidad.

- ¿Donde estabas? -me susurró

Quise contarle la verdad pero sabía que si lo hacía se negaría a que siguiera viniendo.

Así que con un nudo en la garganta dejé salir la mentira.

- He salido a tomar un poco el aire.

El asintió sin decir nada más.

Luego volví mi vista a Enzo que al parecer no había dejado de mirarme.

Le devolví la mirada y me pareció ver un brillo de interés.

Desde luego que este rodaje iba a ser la bomba.

Y algo me decía que no volvería a tener la misma vida de siempre después de esto.

412 | Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora