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Era jueves.

Argentina estaba totalmente lluviosa.

Había un gran pronóstico de lluvias y tormentas por lo que recomendaban quedarse en casa.

Un gran alivio para mi, obviamente.

Volví a acurrucarme contra las sábanas y dejé a un lado el móvil, donde había visto la noticia.

Escuché unos pasos y poco después mi puerta ser tocada.

Titi se asomó por la puerta y me sonrió.

- Esta Enzo abajo esperándote. -dijo.

Cerré los ojos y suspiré.

¿Qué hacía allí?

- Dile que estoy mala y que no suba. -dije tapándome la cara con las mantas.

El carraspeó y después se separó de la puerta.

Lo miré confundida.

Después apareció Enzo.

Me tumbé en la cama de nuevo y me tapé hasta la cabeza.

Se escuchó cerrarse la puerta y luego escuché como se acercaba.

Se sentó a mi lado en la cama y luego puso una mano encima de mi cabeza.

Después bajó las sábanas y me destapó.

Quise coger las mantas de nuevo pero no me lo permitió.

- Oli, ¿qué ocurre? -dijo mirándome fijamente.

Lo miré y después aparté la vista bufando.

¿Como se atrevía a preguntarme qué pasaba?

Me giré en el colchón.

- ¿Te enfadaste? -preguntó acariciándome el pelo, que ahora estaba a su disposición.

Le pegué un manotazo en la mano para que dejara de tocar mi pelo.

No le contesté.

El me miró y cogió mi mano.

- Venga chiquita, hablá conmigo. -dijo.

Mire nuestras manos entrelazadas y después le miré a él.

- No tenemos nada que hablar.

El me miró confundido.

Yo ni me atreví a devolverle la mirada.

Sus palabras ya no surtían efecto en mi.

- Escúchame Oli, no sé qué pasó entre nosotros pero no quiero que te confundas. -dijo.

Entonces, esta vez si lo miré.

Y no con ojos de amor.

Sino con ojos de rabia.

- Entonces no actues como si quisieras bajarme la luna. -dije con enfado.

El me miró con el ceño fruncido.

- Oli, te la bajaría si me lo pidieras, sos perfecta pero sabes que no podemos tener nada. -dijo.

Negué.

Me levanté de la cama y caminé al baño.

Cerré la puerta tras de mí y me senté en la tapa del inodoro.

Me llevé las manos a la cabeza y aguanté las ganas inmensas que tenía de llorar.

Entonces Enzo entró al baño y se acercó a donde estaba yo.

Se agachó y puso sus manos en mis piernas desnudas.

Las acarició con mimo y no me quitó la vista de encima.

Después con una mano cogió mi mentón y me hizo mirarlo.

Nuestras miradas se perdieron en la mirada del otro.

Quise separarme pero sabía que no podía.

Que por muy enfadada que estuviera con el, no podía negarme a tenerlo tan cerca.

Entonces ocurrió algo que no me esperé.

Enzo acercó su rostro al mío, esta vez para besarme de verdad.

Al principio no moví los labios pero después agarré su camisa y lo atraje hacia mi.

De lo más hondo de mí, salió un jadeo.

Enzo no tardó en cogerme de las piernas y llevarnos a mi cama.

Ahí, Enzo se sentó en el colchón conmigo encima mientras yo no dejaba de agarrar su camisa con necesidad.

No quería que se separara nunca.

Sus manos acariciaron la piel de mi cintura.

Saqué mis manos de la camisa de Enzo y las puse sobre su pelo.

Acaricié cada hebra de cabello suyo mientras sus labios devoraban los míos.

Me separé poco después, aunque Enzo volvió a atraparme de nuevo.

Cuando hubieron pasado más de 10 minutos me separé definitivamente.

Mis labios se encontraban hinchados, al igual que los de él.

Lo miré fijamente mientras seguía acariciando su cabello.

El dejó sus manos en mi cintura y no las quitó de ahí hasta que, rato después, me separé de él y me bajé de su regazo.

El no quiso soltarme pero finalmente lo hizo.

Suspiré por lo que acababa de pasar.

Era irreal.

Aunque supuse que después de algo bueno, siempre había algo malo.

Enzo me miró fijamente y después acarició mi mano.

- Espérame Oli. -dijo en un susurro que sentí triste.

Le devolví la mirada y fruncí el ceño.

- ¿Cuanto? Unos días, semanas, meses. -dije.

El negó y cogió mi cara.

- El tiempo que sea suficiente, pero que nunca se te olvide que me gustas. -dijo.

Juntamos nuestras frentes de nuevo y después acaricié su cara.

Me volví a meter en la cama y él se tumbó a mi lado.

Me tumbé en su pecho y él me acarició el pelo.

No tardé en quedarme dormida.

Creo que pasaron algunas horas, pero cuando me levanté estaba sola.

Bajé al salón donde Titi estaba tumbado y me senté a su lado.

No pude evitar echarme a llorar.

Titi me abrazó y no me soltó hasta que me tranquilicé.

- Estoy enamorada, Titi. -dije.

- Lo sé. -dijo acariciando mi pelo.

Suspiré.

Después nos abrazamos y seguimos viendo la televisión.

412 | Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora