VII

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El día siguiente llegó y yo no hacía nada mas que sudar.

Suspiraba intentando quitarme los nervios pero me resultó imposible.

En cuanto salí de casa con una manzana en la mano, Enzo estaba en el portal.

Apoyado contra su coche con los brazos cruzados y unas gafas que le quedaban genial.

No pude sentirme más atraída.

Pero solo éramos amigos.

Algo, que por una parte me daba lastima.

Sonreí borrando esos mandamientos de mi mente y caminé hacia el.

Sus brazos me envolvieron en un abrazo largo y sincero.

Dejó un beso en mi cabeza y después me abrió la puerta del coche.

Subió poco después y arrancó para conducir a la academia siguiendo mis indicaciones.

- Se que querías hacerlo tú sola, pero quiero estar contigo por si no sale bien. -dijo con la mirada fija en la carretera.

Sonreí y lo miré.

- Gracias. - dije.

¿Como era posible que existieran chicos tan buenos?

La mitad de pibes de mi escuela secundaria y de otros sitios habían terminado siendo unos niñatos y cagados.

Enzo era distinto.

Quizá por la edad.

Porque aunque no lo aparentara, Enzo tenía 30 años.

Y yo a penas 21.

Estaba claro que no tendríamos la oportunidad de tener nada.

Dejé de pensar en aquello cuando vi que estábamos llegando.

Enzo aparcó en frente de la academia.

Le miré buscando apoyo emocional.

- No me mirés así. Lo vas a conseguir. -dijo.

Asentí no muy segura.

Después nos fundimos en otro abrazo.

Este duró más, cosa que me tranquilizó en demasía pues sus brazos me hacían sentir segura.

Entonces antes de separarnos, Enzo cogió mi cara con las dos manos y me habló de frente.

- Vos podés. -dijo antes de juntar nuestras frentes.

Asentí ahora con mas seguridad.

Enzo sabía cómo apoyar y animar.

Era algo que me gustaba de él.

Así que salí del coche con paso seguro y entré a la academia.

En ella esperaba Sebastián.

El guardia que solo dejaba pasar con credenciales, así que le enseñé la mía y tras un asentimiento por su parte pude entrar.

Al otro lado de la puerta se encontraba Madame Rossi.

Con veinte chicas mas, muchas de ellas llorando y otras tantas practicando en la barra.

Una de ellas me miró, después me miraron todas y la habitación, que antes se encontraba ruidosa terminó siendo silenciosa.

Solo se escuchaban susurros entre las que entrenaban.

- ¿Qué haces aquí sin tu ropa? -preguntó de muy mal humor una Madame.

Inhalé hondo buscando valor para contestarla.

- Necesito hablar con usted. -dije segura.

Ella levantó el mentón en signo de superioridad. Luego sonrió con insuficiencia.

A su lado, la segunda.

Mi suplente.

- Lo que tengas que decir dilo delante mía y de tus compañeras.

Suspiré.

Yo había querido hacer las cosas bien.

- Lo dejó, dejo la academia y la dejo a usted. -dije.

Ella se rió, aunque luego al ver mi cara vio que lo decía muy enserio.

Entonces el labio le tembló y se convirtió en una mueca.

- No puedes dejarlo. Debes interpretar tu papel. -dijo muy segura.

Negué con una sonrisa.

- Deje muy claro lo que quiero, así que el papel también lo dejo, déselo a quien lo necesite. -dije.

Madame pasó de una mirada irritante a una totalmente enfadada.

- ¿Cómo te atreves a dejar la academia? ¿Sabes lo mucho que he echo por ti? -dijo gritando.

Muchas de las chicas se sobresaltaron presas del pánico que les daba que Madame les levantara la mano.

Muchas veces lo había echo conmigo.

Pero eso ya no ocurriría.

- Ya está todo dicho. Que le vaya bien.

Entonces, me giré sobre mis talones y camine hacia la puerta que por fin daría paso a mi felicidad.

En cuanto salí de aquella estancia no pude no sentir las piernas como gelatina.

Enzo esperaba fuera del coche.

Sonreí y me devolvió la sonrisa.

Luego me preguntó.

- ¿Qué tal ha salido todo?

Suspiré libre.

- Mejor de lo que esperaba.

Entonces ambos sonreímos.

Enzo cogió mi mano y acarició mis nudillos. Después habló.

- Eres fuerte y valiente Oli. Que nada para eso.

Me sentía en una nube total.

Haber terminado esa relación tóxica con la academia y que Enzo me dijera eso, me hacía sentir muchas cosas.

Entre ellas orgullo.

Estaba orgullosa de mi misma.

Después de tantos años de sufrimiento, por fin ponía fin a una etapa.

Y Enzo estaba a mi lado para comenzar otra.

Enzo me miraba fijamente.

Seguía acariciando mi mano con delicadeza.

Después abrió la puerta del coche una vez mas, solo que esta vez dijo.

- Pase señorita -haciendo una reverencia de lo mas extraña.

No pude evitar no reírme.

Después subió al coche y nos miramos.

- Gracias. -dije con sinceridad- No sé qué habría echo sin tu consejo.

El negó.

- Daré las gracias a ti misma por saber qué hacer en una situación tan difícil. -dijo antes de arrancar el coche y conducir.

Nos dirigimos al set de grabación con música.

Cualquier canción que saliera en la radio, la cantábamos gritando.

En cuanto llegamos, Enzo me abrazó por los hombros hasta que entramos, que se separó para abrir la puerta.

Todos estaban allí.

Mirándonos expectantes.

Nosotros solo reímos para después yo sentarme a ver cómo iba la película.

Todos merecían esa gran oportunidad.

Y yo merecía una nueva vida.

412 | Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora