Había algo mágico en el café preparado por mamá, en ese punto de la tarde que tenía designado para tomar un descanso. Soplar el vapor de la taza hirviendo era como un ejercicio de respiración. Escuchaba con atención a los autos pasar por mi casa de Beachwood Canyon, al norte de la ciudad, con el letrero de Hollywood visible desde la cocina. Eso había costado extra.
Sinceramente, había comprado la casa para satisfacer mi entonces vanidad juvenil. Una forma de decirle a todos los que me criticaban: «Mírenme, en la cima del mundo, viviendo el sueño en Hollywoodland». Una forma de confirmarme a mi misma que el camino que había tomado, arduo y gravoso, era el correcto. Que estaba cumpliendo con mi destino. Aunque mi carrera musical seguía siendo lozana, ya estaba en la posición de darme unos cuantos gustos.
Papá estuvo particularmente fascinado con la compra, y la apoyó sin cuestionarme.
—Me parece una excelente inversión. —Dijo el día que fuimos a visitar la propiedad, explorando habitación por habitación—. Es un barrio con mucha historia. ¡Muchas películas han sido grabadas en estas calles!
Reí ante su frenesí. Era como esos señores que salen de pesca, y se toman una foto cargando un atún o un Marlín azul, sonriendo con todos los dientes, pero vuelven a casa al cumpleaños de su hijo y son más infelices que el pobre pescado.
—Así es, papá. Le diré a la agente que tiene un trato.
—Humphrey Bogart vivió aquí.
Mamá rio entre dientes.
—No conocía ese dato.
Sacó su celular de su bolsillo. —Seguro que Keanu Reeves sigue viviendo aquí.
—Y Harry Styles almorzaba en el Beachwood Café —continué—, pero ese lugar ya ha sido reclamado por sus fans.
—¿Cómo dices? ¿Reclamado?
—Nada, luego te explico.
Recordé que la primera vez que lo conocí le pregunté por esto, y dijo que solo bastó que lo mencionara en la canción, y después sus fans van diario buscándolo.
—Así harán por ti —dijo papá, envolviéndome en un abrazo—. Aplaudirán todo lo que hagas, porque te amarán aún más de lo que ya lo hacen.
Mi papá siempre tan acertado en sus predicciones. Poco sabíamos que ese amor saldría caro.
Mamá no había salido de la casa. Había dedicado su tarde a buscar casas a lo largo de la costa este en su computadora. Papá veía Matrix: Recargado en la cocina, por la tal vez centésima vez. Neo ya había llegado con el Oráculo.
—He estado pensando en algo —dijo mamá, quitándose las gafas. Usó la taza de café para señalarme—. Pablo me dio una excelente idea.
—No otra vez con Pablo —supliqué, tamborileando los dedos—. Solo esta mañana sugirió que cambiáramos mis rutas habituales. ¡Sería casi una hora extra de trayecto al estudio!
—Me lo contó, pero ya le dije que no. Casi tendrías que subir al Monte Lee solo para llegar a casa.
—Entonces, ¿qué? —preguntó papá, sus ojos fijos en la pantalla.
—Los acosadores van a seguir existiendo, los leaks de información, también. Podemos usarlo a nuestro favor. Por lo que me preguntaba: qué pasaría si contratamos a una doble tuya. —Me apuntó con el dedo.
Parpadeé dos veces. A mi derecha, Neo ya estaba discutiendo con el Oráculo. —¿Qué?
—Piénsalo —dijo, recargada sobre los codos—. Cuando tengas que salir, pero no quieras ser seguida, la utilizamos como señuelo. Imagina que un día quieres, yo qué sé, salir a almorzar, trabajar en el estudio, tomar una caminata sin que seas hostigada por la gente. Es entonces cuando alguien filtra «anónimamente» tu paradero, pero no será el tuyo, sino el de la doble. En tanto ella es perseguida por toda la ciudad, tú serías libre de hacer lo que quisieras.
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Los Dos Escenarios
Teen Fiction[Historia original] Aby Wester es la artista del momento: todas quieren ser ella, y todos los chicos quieren estar con alguien como ella. La encuentras en cada revista, en cada comercial, en cada entrega de premios. Pero Aby no la ha tenido fácil, y...