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La noche de bodas Nunew estuvo muy nervioso, sin saber cómo actuar ante Zee. El alfa conservó la calma en todo momento, luciendo tan experto ante él, y Nunew se preguntó con cuántas omegas habrían estado antes.

Fue amable, paciente y dulce. Se encargó de prepararlo bien para que lubricara y se dilatara, y luego de marcarlo, lamió su sangrante herida. Hasta lo acurrucó a su lado, acariciándole el cabello y abrazándolo contra su cuerpo. Nunew durmió muy bien en brazos de Zee, sabiendo en ese preciso instante que su lugar era junto a su nuevo alfa. Esa perspectiva no sonaba un poco mal en aquel momento.

Tampoco sonaba mal en la actualidad, mientras escuchaba a Zee gruñir detrás de él, moviendo sus caderas contra su culo. Nunew gemía con cada nueva embestida, sintiendo la polla de Zee abriéndolo con facilidad. La habitación entera olía a sexo, sudor y feromonas: el omega estaba en su cuarto día de celo, ya a punto de finalizar, así que debían aprovecharlo lo más posible. Los días de celo eran su período más fértil, por lo que Zee se aseguraba de anudarlo lo suficiente para que el útero del omega recibiera todo su esperma.

Nunew, tan agotado como estaba, no se corrió esa vez, pero si sintió el nudo del alfa en su ano. Gimoteó por el placer, aunque también por el leve dolor: su entrada se encontraba un poco irritada por la cantidad de veces que lo hicieron. No sabía dónde entraría más semen, además, se sentía demasiado lleno y con el vientre hinchado. No le sorprendió cuando Zee se quitó, minutos después, y el semen se filtró fuera de su agujero.

Cayó boca abajo en la cama, tratando de recuperarse y oyendo la respiración agitada de Zee. El alfa también debía estar cansado por hacerse cargo de él.

―¿Cómo te sientes, bebé? ―preguntó Zee, minutos después.

―Duele ―murmuró, sin pensarlo, antes de mirar a Zee. El alfa tenía una expresión sorprendida.

―¿Qué? ―dijo―. ¿Te... te hice daño? Por dios, Nu...

―¡No, no! ―se corrigió, confundido por el celo. No sabía bien lo que estaba diciendo―. No, eso no... Lo siento, alfa ―se puso a lloriquear, aturdido―. No quería...

―Shhh, shhh ―jadeó Zee―. Deja que te revise, Nu.

Nunew soltó un quejido en señal de protesta, pero se quedó quieto al sentir las manos de Zee en sus nalgas. Con demasiada vergüenza, dejó que separara sus mejillas traseras, observando su entrada. Debía seguir abierta y cubierta de semen.

―Está un poco irritada ―se preocupó Zee―. Nu, si no querías...

―Siempre quiero, siempre quiero ―protestó Nunew. No le confesaría que le gustaba tener sexo con él en sus celos porque Zee era más atento y cariñoso―. Estoy bien.

Zee no se veía convencido, por lo que se bajó de la cama para ir al baño. Nunew comenzó a sollozar, sensible por el celo y sintiéndolo como un rechazo a su omega, y ni siquiera se calmó cuando Zee volvió, con una crema en sus manos. Era una pomada.

Balbuceó débiles protestas al sentir a Zee aplicándole el ungüento en el borde de su entrada.

―Tal vez debería ir a limpiarte...

―¡No! ―saltó Nunew―. ¡No, no! Bebés, bebés ―trató de explicar el omega, desesperado.

Si lo bañaba y le limpiaba la entrada, podría disminuir sus posibilidades de embarazo. Lo que menos quería era eso, considerando que había pasado cerca de un mes desde que la madre de Zee le preguntó sobre cachorros. Nunew sentía demasiada presión encima, porque no quería que acabara el año sin quedar preñado.

Los rumores a su alrededor iban aumentando, especialmente esos de que Zee tenía amantes. Estaba poniéndose demasiado nervioso con el pasar de los días, y no mejoraba el hecho de que su alfa estuviera llegando un poco más tarde las últimas semanas.

BLOOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora