¿Acaso habían creado un mounstro? ¿Qué clase de toro era aquel de cabello blanquecino? No sabían, a las afueras encontraron a sus compañeros en un estado deplorable, ver las armas con las que sometieron a los vacunos y novillos totalmente hechas pedazos, les daba un duro golpe de realidad.
El de grandes cuernos se había estado conteniendo.
La fémina soltó un largo gruñido — Ese toro... — mencionó tapando el cuerpo de uno de los caídos.
Uno de sus compañeros llegaron a ella.
— La misión se completó, señorita, bueno, en un 95% — mencionó el de cabello castaño.
— ¿Todos quedaron en cinta?
— Afirmativo.
— Bien, iré más tarde a hacer una revisión.
— ¿Y que haremos con los de la celda 10? — dijo refiriéndose al estadounidense y al ruso.
— tendremos que provocar a ese animal, tarde o temprano cederá ante la temporada de celo.
Soltó un largo suspiro.
— Y si... ¿Y si gusta de los de su especie... Los toros?
— ... ¿Qué?
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La vaquita no pudo dormir pacíficamente debido a los alaridos de dolor de su hermano, se sentía horrible al ver como estaba en "perfectas" condiciones y el canadiense sufría de traumatismos severos.
Nuevamente miró al de cabellos claros, estaba dormido como lo vio por primera vez, de brazos cruzados, la verdad es que poseía un aspecto intimidante que contrastaba con las cicatrices que decoraban sus brazos, algunas, siendo la mayoría, estaban cicatrizadas, unas pocas eran heridas abiertas.
Notó una marca roja en su cuello.
Dudó en acercarse, tomó valentía inflando su pecho y se acercó sigilosamente al mayor, tapó su campanita con sus manos.
Se sentó cerca del toro, con delicadeza tocó uno de sus bien formados brazos, el que más poseía marcas de heridas, una de ellas era una herida abierta. Miró su propia ropa, se rompió parte de ella para ponerla sobre la poca sangre que brotaba de aquella rajadura. ¿Qué cosa provocó tal herida?
Escuchó un fuerte sonido proveniente de la habitación cercana, eso lo hizo dar un brinco del susto y que su campanita sonara.
Se quedó unos minutos viendo la pared intentando adivinar que había pasado al lado.
— ¿Qué haces?
Se puso helado.
— A-ah ¡N-nada! ¡Lo juro! — miró la tela envuelta en el brazo del otro, eso no significaba un "nada". — Emmm... Solo quería devolverte el ¿Favor? Curandote una de tus heridas. — dijo mientras jugaba con sus dedos.
El de grandes cuernos miró el pedazo de ropa envuelto en su brazo, ciertamente dió una pequeña sonrisa ante el tierno gesto a sus ojos.
— Gracias...
— ¿Oh? — los temblores en su cuerpo disminuyeron. — De nada...
Su pequeño momento de conexión se interrumpió cuando las puertas se abrieron, la vaquita entró en pánico pero rápidamente su pequeño cuerpo fue protegido por la presencia de Rusia, soltó algunos gruñidos ante los nuevos infiltrados.
— ¡Shh! ¡Quieto! — dijo mostrándole un arma de fuego, tampoco le iba a servir de mucho contra esa "cosa". — No venimos a buscar pleitos contigo, solo venimos a darle comida.
Pusieron frente a ellos un pequeño plato de comida compuesta por algunas frutas, un plato que se veía que era únicamente para uno. Los humanos abandonaron la sala, dejándolos solos, no sería fácil provocar al eslavo pero buscarían provocar al inglés.
Ambos miraron el plato, no habían sido alimentados previamente, Rusia escuchó la pancita del menor rugir y como estaba totalmente rojo de la vergüenza, el ruso soltó una pequeña e inmutable risa, empujó el plato hacia la vaquita quién lo miró confundido.
— No tengo hambre, puedes comer tú — le contestó tranquilo, el otro no se veía del todo convencido. — Eres más pequeño que yo, debes alimentarte bien.
Dijo eso antes de retirarse y volver a sentarse en una esquina pero un leve jalón en su camisa lo hizo regresar la mirada.
USA le ofreció una manzana.
Decidió aceptarla. De la pobre manzana quedaron apenas sus pepas. _____________________ Fin del cap 2.
