— Entonces Ícaro, maravillado por la belleza de volar, hizo caso omiso a las advertencias que le había dicho su padre y comenzó a elevarse más y más sobre el cielo...
La voz de William era por mucho lo que más le gustaba escuchar, sobre todo cuando le contaba las historias que leía. El tono calmado y expresivo de su voz, la manera en que relataba cada detalle como si esas historias fueran suyas, la incertidumbre y el interés que lograba que Tobias sintiera por lo que iba a pasar.
Estaba seguro que nunca se cansaría de escucharle.
— Lo siento, ¿te estoy aburriendo? —William parecía nervioso y aun sin verlo Tobias sabía que en ese preciso momento se estaba mordiendo su labio inferior con duda.
Sin poder evitarlo esbozó una sonrisa. Le gustaba tanto cada parte de él que estaba seguro que no podría soportar mucho más tiempo sin demostrárselo de manera directa.
— No, para nada —Se incorporó sobre el sofá para toparse precisamente con lo que había predicho unos segundos antes—. Ya te he dicho que me gustan mucho las historias que me cuentas.
Mitología griega, romana, japonesa; cuentos chinos, rusos, árabes... Tan diversos y aun así no se aburría de ni uno solo.
Por acuerdo mutuo -mayormente de William, si eran sinceros- cada vez que él contaba una historia, Tobias tenía que acostarse en el sofá sin voltear a verle ya que le avergonzaba. Tobias, sin más remedio y aceptando principalmente por lo adorable que le parecía el otro, siempre cumplía. Aun cuando se muriera de ganas por verle.
Si fuera por él, escucharía todos esos relatos acostado en su regazo.
— Bien, entonces... —William soltó un suspiro y procedió a continuar, lo que hizo que Tobias se diera cuenta lo bochornosos que se estaban volviendo sus pensamientos. Resignado, se acostó sobre el sofá y siguió escuchando.
La historia procedía con Teseo y el laberinto donde se encontraba el Minotauro. Por supuesto, no era la primera vez que Tobias escuchaba acerca de esa historia, pero sí la primera en la que supo qué era lo que había pasado en realidad.
Era increíble lo mucho que cambiaba su percepción acerca de las historias una vez que las escuchaba de parte del otro.
— Ya es tarde... —Soltó el chico que narraba las historias una vez que terminó su relato. Tobias no quería irse al igual que siempre.
Si tan solo hubiera un tren después del de las diez de la noche...
— Creo que debería irme —Dijo Tobias sin intentar sonar ligeramente convincente. Y no era para menos, hoy a pesar de todo, apenas si había podido ver al otro.
— Si quieres puedes quedarte... —Aquel susurro había sido tan bajo que por un momento pensó que estaba alucinando, pero el evidente nerviosismo de su amigo le mostraba todo lo contrario.
¿Tenía que ser una broma, verdad? Porque él apenas y podía creérselo.
— ¿Es en serio? —Preguntó de manera dubitativa, dándose cuenta que no solo había pensado esas palabras, si no que estas le habían traicionado y habían salido sin permiso de sus labios.
— Sí, no veo porqué no. Desde la nevada no... —No pudo pasar por alto el hecho de que William se había quedado callado a mitad de la oración, y no necesitó que le dijera el resto para saber a qué se refería.
Desde la primera vez en que se había quedado allí, en esa gran nevada que a pesar de que no lo pareciese en un primer momento fue un golpe de suerte, no había vuelto a dormir allí. Y ya hacía bastantes meses desde ello.
— Está bien, lo siento por molestarte —Accedió antes de arrepentirse. No podía dejar pasar aquella oportunidad tan fácilmente.
No pasó más de un segundo antes de que todo el rostro de su amigo -a veces dolía referirse a él con esa palabra, sí- se iluminara, sin necesitar de una sonrisa para darse cuenta de ello. O quién sabe, quizá solo era su subconsciente que también estaba totalmente enamorado el que le estaba haciendo una mala jugada.
— Muy bien, entonces comenzaré a preparar café para que cenemos, ¿o quieres otra cosa?
— No, por mí está bien lo que sea —Dijo sinceramente, tratando de suprimir todos aquellos deseos que habitaban en su interior.
Le gustaba estar con él en ese ambiente, en demasía. Sin embargo, sabía que había otras cosas que le gustaría hacer, pero todas ellas implicaban confesarle a su "amigo" aquellos sentimientos que no eran precisamente de alguien que solo tenía aprecio por la otra persona. Pero no iba a forzarle o hacer algo sin su consentimiento. No cuando William siempre se había comportado de manera tan agradable con él.
Sería una completa mentira decir que no estaba completamente asustado de hacerle saber sus sentimientos, pero le era necesario.
Estaba decidido. Le haría saber sus sentimientos pronto.
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Un solitario espectador (Gay).
RomanceWilliam es un columnista del periódico local que vive justo enfrente de una estación de trenes. Debido a su débil salud apenas sale de su apartamento, sin embargo, ha encontrado otras maneras para entretenerse en sus ratos libres. Tobias, en cambio...