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.Alexa no pudo emitir palabra alguna, pero su mirada atónita sí pudo describir con lujo de detalle lo que por dentro sentía, una mescolanza de miedo y alivio se revolvían dentro de su cabeza, peleándose entre si por el poco espacio que se dejaban entre ellos. Los ojos abiertos como platos dejaban relucir en toda su belleza el verde de su iris que iluminaba iridicente con la luz mágica que todavía emanaban los cuatro extraños, ahí, en el patio de su amiga.
El tatuaje de su antebrazo también reaccionó a la llegada de aquellos seres cuasidivinos, ardió con energía, centelló luz roja con vitalidad. Alexa pudo sentir algo que corría por su cuerpo, como el calor del dibujo en su piel se extendía por sus demás extremidades, transmitía seguridad, familiaridad, hermandad. Quizo, por un momento, sentirse tranquila, o más bien estaba sometiéndose a la voluntad del calor que la recorría. Aún así, no bajo su guardia en ningún momento.— Tenemos que hablar. — Por fin declaró Abraham después de su entrada dramática. — Creo, señorita, que le debo una explicación de lo que sucedió anoche. Esa es mi deuda para con usted.
— Bueno… gracias… — La pelirroja lo observaba sin poder ordenar las palabras en una oración coherente. Lo miró, lo analizó, fascinada. Asustada. — ¿En serio… fue real?
— Tan real como tú y como yo.
— Entonces la mujer…
— Sí, también fue real ella. Lamento haber llevado mi batalla al nexo de tu seguridad, no se supone que de este modo deberíamos habernos conocido, pero el destino es una fuerza natural caprichosa. — Su voz desprendía, al igual que esa vez, una calma y caballerosidad anticuada, extraña para estos tiempos. Sobre todo, la sintaxis de sus oraciones sonaba refinada y pomposa. — Ahora te estarás preguntando, ¿quiénes somos? ¿Por qué tengo esta marca extraña en mi piel? ¿Cómo me es que me conocen?
— Bueno, sí. — La respiración le costaba cada vez más. — Yo… ¿Qué… qué es lo que quieren? Yo no, no…
— Entiendo que esto pueda ser extraño y repentino, por desgracia, no contamos con el tiempo para la aceptación de tu nueva realida…
Alexa lo interrumpió.
— ¿No tienen tiempo para aceptar mi nueva realidad? ¿De qué jodida mierda estás hablando? Esta no es mi realidad, no voy a jugar al superheroe con ustedes. Ayer casi me matan, ¿sabes? Casi nos matan a los dos. — Los jovenes detrás de Abraham intercambiaron miradas sorprendidos. — Tengo una familia, una madre, un hermano, amigos que me necesitan aquí. Lamento no ser la persona que esperaras que fuera, pero esta es mi situación. Búscate a otro que quiera seguirte el juego.
Un suspiro pesado llegó a los labios de Abraham antes que cualquier otra respuesta.
— Si fuese así de sensillo, ten por hecho que de esa manera sería. Pero no es el caso. La estrella madre te eligió, tú respondiste al llamado. Estás destinada a ser lo que tienes que ser. — Los ojos de cristal del mulato se detuvieron en los de ella, los dos de una fuerza y determinación aguerrida. — Nuestro mundo y el secreto que esconde penden de un deslgado hilo que pronto cederá, debes tomar tu responsabilidad en esto. La vida de millones de seres vivos están en nuestras manos, no solo aquí en la tierra.
— ¿Y yo debo morir por ellos? — Dijo con palabras secas. — ¿Debo morir como tu capitana lo hizo?
Abraham expandió los ojos pletora de ira, sus pupila, ahora pequeñas rendijas imperceptibles, devoraban la mirada de Alexa con fervor intenso.
— ¡Ella sacrificó su vida por la tierra y la humanidad, murió entregando la vida por lo que más amaba! — La voz de Abraham, casi quebrada por el dolor, resonó, no solo en los oídos de Alexa, sino en el de todos los presentes.
— Pues que causa perdida. — Alexa se alejó, caminó a pasos bruscos hasta la puerta corrediza entrando a la vivienda nuevamente.
Abraham no logró hacer otra cosa que verla irse delante de su nariz, tampoco quizo detenerla, sus pensamientos estaban demasiado alborotados como para seguir la conversación ahora mismo. Su cuerpo acompañaba el sentimiento, el pecho le subía y bajaba exageradamente, sus ojos celestes como el mar se tornaron en líquido lacrimógeno, sus puños cerrados descargaban con ira todo lo que sentía. Aquellas palabras a su antigua compañera fueron un puñal artero directo a su corazón, un desprecio a su causa noble, causa que había despreciado una mocosa insolente.
El mundo se apreciaba ausente en ese momento. Como hace dieciseis años. Esa ausencia era su única compañía.
Poco a poco la rabia mermaba, dejando lugar al sosiego melancólico de los hechos. Giró lento y derrotado, con una expresión de amargura que embargaba su rostro. No se dignó en dar la cara a sus compañeros. No tuvo la valentía.— Pueden irse, nos vemos después.
Cómo un destello llegaron y como uno se fueron, las tres figuras se elevaron en el aire y se marcharon, dejando detrás de si una estela de luz que duró unos pocos segundos.
— Siento mucho la bochornosa situación que los he hecho pasar. — Se dirigió a Leo y María. Se marchó así de la misma manera que los demás muchachos.
Leo y María solo pudieron cruzar miradas desconcertado y fascinados por lo que acababa de ocurrir. Fueron de pronto en busca de su amiga, pero esta ya se había ido. En cambio, entra por la puerta principal un mujer con las compras de la semana.
— Hola, hija. Hola, Leo. ¿Todo bien con Alexa? La vi alejándose a toda prisa en su bicicleta.
Sus cabellos volaban, el golpe del viento nocturno escurría sus lágrimas por sus pómulas, de manera horizontal. Aunque no eran lágrimas de tristeza, sino de enojo. Pensaba en todo lo ocurrido, pensaba y no paraba de hacerlo, aunque quería detenerse, el enojo la hizo pedalear con más rapidez. Pronto se vio fuera del pueblo, siguiendo un camino de tierra que llevaba más allá de las luces de la ciudad.
Se detuvo en un portón oxidado, los muros hechos de material eran altos, no había más nadie que su sola presencia. La entrada rechinó aguda y estridente cuando la abrió. Hizo entrar su bicicleta y la dejó junto a un mausoleo carcomido por el tiempo. Muchas de las tumbas que estaban allí se encontraban sucias y descuidadas, solo una seguía conservando su inmaculada estructura y su pulcra apariencia. Alexa se acercó a esta.
Se arrodilló.— Espero que me estés escuchando. Donde sea que estés. Creo que es la sexta vez en la semana que vengo aquí, y la sexta vez que te digo que te extraño. Te extraño mucho, papá. — Las lágrimas brotaban, pero su voz se mantuvo firme. — ¿Tú sabias algo de esto? Encontré hoy en tu vieja carpeta de astronomía, un símbolo igual al tatuaje que tengo. No quiero, papá. Si este es mi destino, es uno de mierda. No puedo sacrificarme, mamá y Milan me necesitan aquí. ¿Qué se supone que debo hacer?
— Aceptar tu destino.
Abraham, flotando, envuelto en luz turquesa, observaba su conversación. Su voz, al contrario que sus ojos obstinados, se escuchaba quebrada.
Alexa retrocedió, arrastrándose por el suelo.— Se que empezamos con el pie izquierdo, ha sido un error de mi parte. Te pido que me perdones. La verdad es... que también estoy tan perdido como tú. No se que hacer, sin ella yo...
Hizo un esfuerzo por hacer salir las palabras.
— Sin ella no se quien soy. Lo único que le queda es su causa y sus recuerdos.
El jovem descendió los pocos centímetros que lo separaban del suelo. Se arrodilló igual que Alexa, rendido, verdaderamente drsolado.
— Tú eres mi única esperanza.
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Luces del Universo
FantasyAlexa descubre que es la reencarnación de una guerrera de las estrellas, ahora deberá lidiar con la responsabilidad de sus acciones, con sus secretos. ◇ El mundo guarda un secreto peligroso, una poderosa fuerza que podría cambiar curso del universo...