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.Su traje desapareció.
Desapareció en una parafernalia de luces tristes, los pequeños brillos residuales se disolvían en el aire, haciéndose pequeños hasta desaparecer. Y con ellos su luz mágica.
Ahora solo quedaba un chico, un alma rota que se aferraba al último pedazo de esa persona que se había ido para siempre. Sus lágrimas caían, pero no emitía sollozo alguno. Era una tristeza cruda.
Alexa, con lágrimas a flor de piel, lo ojeaba afligida. Lo miraba ahora de una forma real, no era un niño mágico tratando de salvar el mundo, era un niño desolado por la pérdida. Al igual que ella.
El silencio del lugar abrazaba a aquellos en su luto. Así se quedaron durante un rato. Recordando, buscando consuelo de la sola presencia del otro. La tensión que hubo alguna vez entre ellos había esfumado. No tenían la fuerza para seguir peleándose, era maciza la carga que en el aire ellos respiraban. Suspiros ahogados, rostros perdidos.
— Murió hace ya un año y medio. — Alexa ahogó el silencio. — Mi padre. Él murió ese día, el día en que esas cosas llegaron a la tierra.
Risas en suspiros sarcásticos la tomaron, su rostro también se torció en una sonrisa igual de sarcástica.
— Ni siquiera está enterrado aquí. Es sólo simbólico. — Confesó, a pesar de sus risitas, entre líneas se palpaba el dolor. — Ellos lo destruyeron.
Abraham levantó la mirada levemente, sus mejillas empapadas y sus ojos rebosantes de lágrimas se fijaron en la amargura que llevaba por dentro de la joven. Al igual que él, el duelo se adueñaba de su voluntad, doblegando su alma que ahora vive de los recuerdos. Fue capaz de sentir la rabia primigenia en esa última palabra, un odio viceral que provenía de su corazón agonizante.
Otra vez, el silencio los inundó.
— Se llamaba Helena. — Dijo entonces el mulato. — Era la persona más bondadosa que alguna vez haya conocido. Cada fibra de su cuerpo emanaba amor, sin espacio para el odio. — Una sonrisa tímida asomó por comisura de sus labios. — Era mayor que yo, mucho mayor. Con ella podías sentirte seguro.
— Se fue hace mucho tiempo. — La sonrisa se desvaneció. — Hace dieciséis años.
Capturó la atención de la pelirroja repentinamente.
— Estábamos luchando contra esas… cosas. La victoria estaba a nuestro favor, pero todo perdió el rumbo de prisa. Abandoné mi posición para ir a su lado, la superaban en número. Me interceptaron y ella acudió a mí, bajando la guardia. — Tragó saliva difícil, la vergüenza impedía ver a la pelirroja a los ojos. — Fue mi culpa.
— No fue tu culpa. — Dijo Alexa consoladora. — Ella tomó una decisión, tú fuiste su prioridad en ese momento, se escuchaba como una mujer maravillosa. Nada más importa cuando un ser querido está en peligro. Ella hubiese querido que tú vivas.
— Yo hubiese querido que viva.
— Es lo que todos deseamos. Pero el destino trabaja de maneras misteriosas. — Rio con hipidos casi imperceptibles.
Alexa contempló la metafórica tumba de su padre. "En memoría de nuestro amado Joy Walsh, tu esposa y tus hijos te extrañaran". Inscribía la lápida. Entonces sus oídos escucharon un sonido, un sonido que provenía de la tumba, revivía en su mente como un eco de otro tiempo. Los gritos, los aullidos extraños, el concreto rompiendo en un estallido grave. Y esa voz: “¡corre! Y no mires hacia atrás”.
Acarició la leyenda de la lápida con impulso nostálgico. Sus dedos dibujaban la frase, lentos y añorantes.— “No puedes vivir de los recuerdos.” — Esta vez, una sonrisa genuina adornaba su rostro, sus pómulos húmedos se alzaron, el hoyuelo en su mejilla izquierda apareció como un detalle característico.
— ¿Qué has dicho? — Preguntó desconcertado Abraham.
— “No puedes vivir de los recuerdos”. Me lo dijo mi padre una vez, había dicho que recordar te hundía en el pasado, que te atrapaba en la nostalgia y no te dejaba avanzar. Creo que le dolería verme así. Como ella a ti. — Suspiró, ligeramente. — Pero también dijo que los recuerdos, bien utilizados, jamás te alejarán de esa persona.
Abraham no respondió, solo prestaba atención con estupefacción, esa frase en sus oídos sabía dulce, de familiaridad conocida. Alexa jugaba con una hoja partida en un lado, la acariciaba con delicadeza, recorría la grieta que partía la mitad derecha.
— Pero sinceramente, no sé si algún día podré ganarle a mis recuerdos. Ya no tengo fuerzas. Soy débil. — Tu faz volvió a ser sombría.
— ¿Entonces solo nos queda aprender a vivir con este dolor?
— Eso también es complicado.
La chica volvió a los ojos del mulato, ambos se reflejaban el uno en el otro, eran la misma persona viviendo el mismo tormento.
— ¿Quiénes son ustedes? — Inquirió ella con sequedad.
— Somos el último aliento de esperanza que resguarda al mundo de los males que engendra el universo.
— ¿Por qué yo?
— Tú has naciste para dicho trabajo. Has nacido destinada a luchar, como nosotros, eres lo que se interpone entre la devastación y la salvación.
— ¿No tengo opción?
— Si tuviesemos la oportunidad de elegir este camino, no tendríanos esta modesta conversación ahora mismo.
Abraham se levantó despacio del suelo, sus rodillas estaban sucias, se las limpió con las manos, al igual que sus pantorrilas, sus shorts y su camina exquisitamente planchada y limpia. Las lágrimas ya no caían, ahora se secaban en sus mejilla, solo quedaba en sus ojos rojos e hinchados el rastro de las últimas gotas que lo humedecían. Le tendió su derecha, en su antebrazo un tatuaje parecido al de Alexa se formaba elegante, con la gema del pecho de su traje en el centro brillando turquesa y los detalles dorados que lo coronaban de manera exquisita. La pelirroja encontró su mirada acérrima. Tomó su mano con la misma fuerza de determinación que habían en el semblante del chico. Se irguió. Él era notablemente más alto.
— Lamento no poder prometerte que esta senda que debes recorrer sea segura, lo único que puedo decirte, por experiencia personal, es que tendrás la capacidad de velar por la seguridad de aquellos que quieres. Esas criaturas ominosas, esas que te arrebataron a tu padre, las erradicaremos. Te lo prometo. Pero te necesitamos, el universo entero te necesita. Tienes que ser la luz del alba que bañe de esperanza a aquellos no pueden defenderse.
— Lo entiendo. — Dijo, mientras seguía frotando la hoja con su mano derecha, la frotaba con más ahínco que antes. — No tengo opción de todos modos. Ellos me quitaron una parte de mi vida, entonces les quitaré la suya, los exterminaré. Voy a destruirlos hasta llegar a su raíz.
Estrujó la hoja con su mano, apretándola en un puño que se cerraba con odio profundo. Al abrir su palma, la hoja cayó arrugada y mascullada, yacía triste.
— Hagámoslo.
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Luces del Universo
FantasyAlexa descubre que es la reencarnación de una guerrera de las estrellas, ahora deberá lidiar con la responsabilidad de sus acciones, con sus secretos. ◇ El mundo guarda un secreto peligroso, una poderosa fuerza que podría cambiar curso del universo...