Un Hombre en Venecia [Colin Firth]

08

Era bastante tarde cuando ambos vecinos se despidieron el uno del otro. Así que Aria procedió a seguir con el plan que había previsto para esta noche.

Apagó todas las luces del apartamento y guardó todo aquello que había usado mientras Colin había estado en el apartamento de su hermana. Cerró la puerta con cuidado y accedió a la puerta paralela de aquel apartamento, había una lavadora anticuada que la serviría como lugar para sentarse el resto de la noche. Aquella puerta tenía una cristalera antigua, podías ver sombras y colores a través pero nada con definición. Había traído dos latas de bebida energética para mantenerse despierta y su móvil para no aburrirse.

Se pudo pasar al menos dos horas esperando a que pasase algo, ni un solo movimiento, a veces escuchaba el ruido de su vecino tirando de la cadena. Aria había acabado con una de las latas y su móvil tenía poca batería. Se encontraba tan aburrida y tan nerviosa al mismo tiempo. No fue hasta las cuatro de la mañana que escuchó un pequeño crujido perteneciente a la puerta de la entrada. La castaña sentía que se le iba a salir el corazón del pecho, estaba ahí, estaba llegando.

La peor parte fueron las escaleras, bajo los pies de Aria y de Colín eran extremadamente ruidosas, crujían incluso con el viento. Esta persona era capaz de subirlas sin hacer un mínimo ruido. Aria se asomaba constantemente al cristal empañado de suciedad de la puerta, carcomida por el miedo sus observaciones no duraban mucho tiempo.

No fue hasta que escuchó el sonido de unas llaves frontando contra la puerta del apartamento que interceptó al individuo. Era imposible verle, si salía del cuarto tampoco podría hacerlo, todo estaba tan oscuro.

Rápidamente, Aria usó la poca batería que tenía en su móvil para mandar un mensaje de texto al móvil de su hermana.

"Contéstame."

El individuo llevaba una bolsa traslúcida, parecía de plástico, donde emanó un brillo. Esta luz le indicó a Aria el tamaño de la persona, era alto y delgado, parecía joven, cercano a su edad. Ágilmente el hombre agarró el móvil, alumbrando su cara sin querer.

Te pillé — pensó Aria para sí misma.

Al darse cuenta de que su cara estaba iluminada por aquel movil, el desconocido se dio a la fuga, tropezándose con los escalones.