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     Colin tomaba sus duchas con gusto, disfrutaba colocando y encendiendo las velas de su cuarto de baño. Se tomaba su tiempo en preparar perfumes aromáticos para la ocasión y eligiendo la temperatura correcta. Retiró la bata que llevaba y la dejó colgada en un perchero. Se sometió bajo el agua caliente de la ducha y todos los problemas parecieron esfumarse.

En el trabajo, la desconcentración que le había proporcionado su vecina era ocurrente. En ciertas ocasiones le favorecía, al grabar las escenas románticas no podía evitar pensar en ella. Cuando acariciaba el cuerpo de su compañera de escena, se imaginaba cómo se sentiría el cuerpo de Aria. Recordó cómo se sentía su tacto, era un estallido de emociones. Colin comparaba esa ocasión con lo que uno sentiría tocando fuegos artificiales. Placer por ver cómo los colores estallaban en su mano y daño por no estar lo suficientemente cerca.

No hacía falta imaginar la expresión de Aria al estar en su cercanía, aquella mirada seductiva que poco a poco desaparecía, sus párpados descansaban esperando un beso, sus labios voluminosos confiando en los suyos. Sus respiraciones anticipando lo que estaba por venir. Sus senos que subían y bajaban al ritmo de su corazón. Ambos acelerados por una conexión tan intima y tan instantánea.

Colin no tardó en sentir los efectos que su vecina le causaban. Sentía como sus partes íntimas se calentaban. Como la punta de su miembro se volvía cada vez más sensible. Cada vez que pensaba en ella, en la situación en la que habían estado y aquella que quería repetir, Colin no podía evitar sentirse atraído.

Apoyó la cabeza contra la pared de la ducha, soltó un pequeño gemido de placer mientras rodeaba su miembro con la mano. Empezó a moverse despacio y con un sentido rítmico.

Pensaba en ella.

En sus ojos oscuros provocándole, en los dedos de la joven deslizándose por su cuerpo, siendo acariciado por ella. Ser besado por ella, mientras dejaba pequeñas marcas de su pinta-labios rojo por donde pasaba. El placer que Colin sentía pensando en ella se escapaba de la normalidad. Se imaginaba mirarla y ver sus mofletes sonrojados.

Colin — Sus labios gimiendo su nombre — Señor Firth.

Su mente le engañó, ya no era su mano quien pulsaba contra su miembro erecto, eran las partes íntimas de Aria. Disponiendo de aquella zona tan mojada y caliente al tacto, se imaginaba a la joven abierta de piernas para él. Gimiendo su nombre y preparada para aceptarle tal y como era. Preparado para embestirla, para ocupar un espacio dentro de sus labios, su pulso se aceleraba. No podía evitar gemir cada vez más.

No podía evitar preguntarse cómo se vería siendo complacida, cómo sería si los labios de Colín rozasen con el clitoris de Aria. Lamiendo y chupando en los lugares correctos, probando con la lengua aquel lugar donde su polla deseaba tanto entrar. Probando los jugos que salían de ella, mientras ella le acariciaba la cabeza, suplicando más placer. Suplicando más de él.

     Colín sentía cómo su pene se ponía cada vez más tenso mientras lo sacudía. Sus piernas temblaban a cada movimiento que hacía.

      Oh, sí — gemía Colin.

      Pensaba en hacerla suya, en palpar sus pechos, acariciando los pezones erectos de Aria. Mientras su cuerpo se estremecía debajo del de Colin. Quería besar pasionalmente la boca de la joven.

      Desplazó su mano hacia la parte superior de su pene, hasta que su dedo índice y pulgar rozaban con la punta de la cabeza de su miembro. Colín había encontrado un ritmo más constante y rápido, su brazo subía y bajaba la longitud de su miembro al completo mientras su mente le consumía con imaginaciones del cuerpo desnudo de Aria. Cada vez apretaba más su miembro, con ansias, casi desesperado.

     Estaba tan cerca, increíblemente cerca del orgasmo. Sentía como sus testiculos estaban deseando soltar todos los fluidos que aguantaban.

     — Señorita Wentworth — Gemía entre jadeos entrecortados.

      La cabeza de Colín se inclinó hacia atrás, su boca se abría exhalando una respiración entrecortada, mientras sus caderas se movían ligeramente hacia delante pidiendo más. El calor que evocaba su miembro se trasladaba por el resto de su cuerpo. Mientras su mente le hacía desear fuertemente los labios de Aria, el placer fue aumentando cada vez más hasta el final.

     Con una respiración fatigada y manchado por sus propios fluidos, siguió con su ducha.

     Con una respiración fatigada y manchado por sus propios fluidos, siguió con su ducha

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Un Hombre en Venecia [Colin Firth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora