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  « Era un hombre orgulloso, que se sentía superior a los demás y no se contentaba con nada. »
— Jane Austen

     Aria se había ido a dormir pensando inconscientemente en su vecino, por pena o por un pequeño deseo interno de querer invitarle a pasar a casa. Al despertar una sonrisa tonta teñía su cara con cierta alegría ¿Por qué su hermana no le había avisado de que su vecino era tan apuesto?

     Sacó una pequeña libreta de su maleta, había apuntado todos los nombres de las personas cercanas de su hermana. Se acordó de haber dejado cargando el ordenador del salón. Rodeó su cuerpo con una manta, se levantó de la cama y fue hacia el salón. Al encender el ordenador se dio cuenta que no pedía la contraseña, Aria recordaba la insistencia de Elara en proteger todo con contraseñas. Era una persona capaz de poner una contraseña para acceder a una contraseña. No tenía sentido.

     Se abrió el explorador del ordenador. Salía una notificación "restaurar sesión", Aria consintió. Su hermana había estado viendo una película, Gone Girl, que irónica situación. Intentando descubrir dónde está tu hermana desaparecida, cuyo último movimiento en internet es ver una película sobre una mujer que huye sin rastro de su vida. Consultó el historial, nada extraño, "cómo hacer fettuccine sin gluten", "batidos de plátano sin leche", o búsquedas en reddit "mi vecino es un pesado". Nada fuera de lo común.

     El timbre sonó, un ruido ensordecedor que despertó a Aria de su trance. Ayer por la noche había hablado con su vecino y tenían que crear unas reglas de convivencia nuevas.

— ¡Un segundo! — gritó mientras corría hacia el armario de su hermana.

     Era un armario lleno de prendas básicas, nada propio de la moda rápida actual. Tomó un jersey negro y unos pantalones baqueros oscuros atados con un cinturón. Al ponérselos se sentía tan fuera de sus gustos, servía de buen disfraz. Volvió a despeinarse como era propio de su hermana y fue con prisa al recibidor.

— Perdona me acabo de despertar — dijo Aria mientras abría la puerta a su vecino.

— ¿Debería venir en otro momento? — el señor Firth la miró con cierta dulzura e insistió — Salgo de trabajar a las ocho de la tarde.

— No se preocupe, pase — la protagonista le sonrió de manera apacible — ¿Café o té?

     El señor Firth siguió a Aria hacia la cocina y se sentó en una pequeña mesa frente a la ventana. Era una cocina pequeña pero bien amueblada, antigua y con cierto aspecto a haber pertenecido a una señora mayor. Todo eran electrodomésticos viejos o de segunda mano, incluso la tetera tenía cierto carácter de nonna. Mientras Aria calentaba el agua para el té, empezó a buscar dónde se encontraban las infusiones.

     Elara no bebe té.

     Elara detestaba el té. La tetera la había comprado ella cuando vino por primera vez a la casa de su hermana. El té lo solía traer ella de Londres cuando se quedaba. Aria se quedó paralizada.

— Señorita Wentworth, ¿tiene té verde?

     Debía quedar algo en algún cajón, una infusión seguramente, pero ¿dónde?

— Sí, claro — Aria se sintió confusa, no sabía qué hacer.

     Miró la mesa de la cocina y se acordó de aquellas bolsitas de té que escondió en uno de los cajones de la mesa. En efecto, dos bolsitas. Tomó una y se la sirvió a su vecino. Con el resto del agua se preparó un café americano.

— ¿No toma té? — le preguntó el señor Firth extrañado.

— No soporto el té, no me termina de agradar — mintió.

— En mi casa le pareció agradarle — levantó las cejas desconcertado.

     Aria no sabía cómo contestar, su hermana no le había contado nada sobre él, a ella no le gustaba el té. Así que simplemente sonrío de manera incómoda y cambió de tema. Sacó una pequeña servilleta de uno de los cajones y un bolígrafo de un mandil.

— Bueno comencemos con la lista — Aria le miró interrogativa.

El señor Firth asintió.

— ¿Podría traer menos "amigos"? — dijo tímidamente — Ya sabe, las paredes son finas, se escucha todo.

     El sorbo que había tomado Aria de su café se quedó atragantado en su garganta unos segundos. Hablar de la vida sexual de su hermana no era algo que se esperaba. Ambos ligeramente sonrojados asintieron. Aria comenzó a escribir pero él la interrumpió.

— Es decir, claro que puede hacer lo que quiera en su casa — el hombre miraba avergonzado el papel —, pero podría evitarlo en las horas de sueño.

— Sin problema — Asintió Aria cabizbaja.

— Su novio es bastante ruidoso.

— ¿Novio?

— Sí, — insistió su vecino — el chico de las cámaras de seguridad.

¿Hay cámaras de seguridad?

— ¿No lo sabía? — continuó el señor Firth — Está mañana estuve consultando las cámaras de seguridad, un chico estuvo entrando y saliendo de su casa estos últimos tres días.

— ¿Ayer entró? — preguntó Aria preocupada.

— No, — le miro confuso — estaba en las escaleras de la primera planta mientras hablábamos.

     Aria comenzó a temblar de miedo, casi impotencia ¿Alguien más había entrado en el piso? ¿Alguien podría haber entrado en el piso de su hermana mientras ella estaba ahí? Alguien más sabía que su hermana había desaparecido.

Señorita Wentworth — el señor Firth se mostró preocupado — ¿Se encuentra bien?

— Dios mío, alguien ha entrado aquí — sollozó Aria —. Por eso estaba todo tan ordenado, el ordenador no tenía contraseña, no está el móvil.

     ¿Qué más falta? ¿Qué falta y qué desconoce Aria?

Señor Firth, hace tres días que no estoy en casa, me fui de viaje — mintió Aria — ¿Cómo alguien ha podido entrar en mi casa?

    La expresión de Colín Firth cambió por completo. Parecía preocupado.

 Parecía preocupado

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Un Hombre en Venecia [Colin Firth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora