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    Al despedirse de Colin, subió al loft. El apartamento era enorme, tenía una distribución abierta, unas ventanas preciosas. Parecía que se había cambiado de edificio, era lo más parecido a lo que Aria se imaginaba que podía ser una suite. Todo estaba colocado, limpio y brillante. Se notaba que quien había remodelado el espacio había respetado las columnas y paredes antiguas, pero se había dado el lujo de cambiar el resto.

Aria no supo qué hacer, dejó la maleta en la entrada y sentada en el salón del sofá intentó acceder al teléfono de su hermana. La pantalla estaba fragmentada, ciertas zonas no funcionaban del todo y si llegaba a deslizar hacia algún lado, el móvil empezaba a ralentizarse hasta llegar a ser inservible.

Volvió a encender el ordenador de Elara. Ambos dispositivos eran de la misma marca, así que probó a conectarlos con un cable.

Bingo.

Salió una notificación en la pantalla del portátil, pedia acceso y contraseña. Probó tantas contraseñas como pudo, pero ninguna la dejaba acceder, hasta que se acordó de una en concreto. Cuando eran pequeñas, sus padres les habían ofrecido crearse su primera cuenta de email. Ambas usaron la misma contraseña, probó y dió resultados. Aria podía acceder a todas las imágenes que tenía el móvil. Insistió un poco más, hasta que descubrió que si tenía un móvil de la misma marca podía trasladar toda esa información. Atónita, se dirigió a su móvil y se dispuso a hacer dicho traslado.

Pasaron dos horas hasta que su móvil pasó a ser el de su gemela. Revisó los mensajes, sus redes sociales, el historial del buscador y las fotos. No había nada fuera de lo común.

Entonces, ¿Por qué se lo habían llevado?

Colin llegó un poco más tarde de lo común, la saludó de manera cordial desde la entrada, colgó el abrigo que llevaba en uno de los armarios y se acercó a ella.

— Veo que has encontrado tu móvil — le sonrío tímidamente.

— Sí, pero siento que han borrado algo — indagó Aria —, externamente está roto pero internamente está igual ¿Por qué se han llevado mi móvil?

— ¿Se lo llevaron? — preguntó Colin — Pensaba que lo habías perdido o que te lo habían robado de alguna otra manera.

— Lo tenía el chico que ha estado colándose en el piso, lo vi una noche.

— ¿Cómo que lo viste? — Colin exclamó preocupado.

Aria le insistió para que le enseñase aquello que habían grabado las cámaras de seguridad. El hombre cuestionó la cordura de su vecina al verla encerrarse en el armario de la lavadora, pero pronto entendió por qué lo había hecho. Intento amplificar el vídeo para ver con más definición la cara del desconocido, pero fue en vano, estaba a oscuras y la luz había durado poco tiempo.

— ¿Sabes si tu móvil tenía geolocalización? — preguntó Colin.

Ella le miró con dudas, pero tratándose del móvil de su hermana, seguro que tenía hasta un satélite personalizado. Así que asintió y le ofreció el móvil a su vecino. Él parecía manejarse de manera fluida con el dispositivo. Ambos se quedaron callados.

— Mi hermana puede acceder a la localización del móvil desde su teléfono — Añadió Aria —, pero cuando le pregunté no podía acceder.

     La chica sacó su móvil del bolsillo.

— Me lo envió — Le ofreció el móvil a Colin —, pero sigue sin aparecer el icono ¿Sabes cómo arreglarlo?

     Colin rozó sus dedos con los de Aria, mientras cogía el móvil. Mostraba una sonrisa complaciente, sus hoyuelos volvieron a mostrarse.

— Veré lo que puedo hacer.

Aria no sabía muy bien qué estaba haciendo allí con él, ni lo que él estaba haciendo en el móvil de su hermana ni con el suyo. No obstante había algo que la hacía sentir cierto hormigueo cuando le miraba de manera prolongada. Era un hombre muy atractivo, su pelo siempre estaba peinado hacia atrás, aunque si le pillaba desprevenido o concentrado – como en esta ocasión –, dos mechones rebeldes se recolocaban en su frente. Sus ojos oscuros, siempre acompañados de una mirada intensa, tenían una forma dulce y almendrada. Aria podía pasarse el día admirando sus facciones, siempre había algo que la hipnotizaba.

Sin darse cuenta empezó a morderse el labio mientras le miraba, cada vez sentía más curiosidad por conocerle. Quería saber quién podía ser aquel galán que tenía en frente suya. Aria recordó de nuevo sus manos, aquella que había acariciado y protegido su nuca, aquella que cálidamente había sujetado la suya para apoyarla y protegerla. Su cuerpo parecía pedir a gritos el de su vecino, quería tenerle otra vez en su proximidad.

Aprovechando la ocasión, Aria se acercó a él con la excusa de querer saber qué estaba haciendo. Depósito su mentón en el hombro de Colin.

— Se ve que se te da bien la tecnología — mencionó.

Colin se quedó inmóvil durante unos segundos, sabía que Aria no lo había hecho a propósito, ni debía de tenerlo en cuenta. Pero aquella posición había logrado que la respiración de la joven rozase contra su cuello. Se estremeció brevemente.

Tímidamente Colin se giró hacia ella con la idea de responderla, no había pensado que estaban muy cerca el uno del otro. Al girarse, sus labios quedaban a pocos milímetros, estaban incluso más cerca que la última vez. Colin no pudo evitar mirar los labios de Aria, ella simplemente sonrió e inclinó su mentón para abajo. Sin apartarse pero ofreciendo un poco de espacio.

Él no sabía cómo reaccionar, en las películas donde actuaba este sería un buen momento para un beso romántico entre los protagonistas. Mantuvo su mirada sobre los labios de la joven, esperando a dar el primer paso. Aria era demasiado tímida para seguir adelante, simplemente observaba la mirada de Colin.

La joven intentó reunir un poco de valor para acercarse, cerró sus ojos y cuando pensaba que estaban lo suficientemente cerca para rozarse, un sonido la sacudió y echó para atrás. Era una notificación del móvil.

Un Hombre en Venecia [Colin Firth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora