Capítulo 43.

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                    Tan cerca, pero a la vez tan lejos.


Mi cabeza da vueltas. Mis costillas duelen.

Recuerdo los golpes.

Un fuerte viento choca contra mi cuerpo.

Intento abrir los ojos, pero no puedo.

Lo vuelvo a intentar hasta que logro abrirlos.

Todo está oscuro. Es de noche y han apagado las luces.

Mi cara duele. Imagino que por los golpes que he recibido en ella.

Como puedo, me siento.

Un jadeo de dolor se escapa de entre mis labios. Las costillas me duelen. Espero y no se encuentren fracturadas.

Giro mi rostro a un lado para ver a Amanda.

Aunque hay poca luz, la logro ver. Tiene los ojos cerrados. Al parecer está durmiendo.

No escucho nada. No hay nadie al parecer.

—Amanda —la llamo.

Amanda no se mueve.

Es lamentable. Me he fijado que su pecho sube y baja con normalidad. Es la única forma de saber sí ella está viva o no.

—Amanda —vuelvo a llamar.

Amanda abre los ojos, pero no pasan ni dos segundos; cuando los vuelve a cerrar.

Tengo un mal presentimiento de esto.

—Amanda... por favor... di algo —suplico. Mi voz tiene un tono de tristeza.

—Smith. —Su voz es suave, a penas la puedo escuchar, pero con solo eso me siento feliz, seguro de qué está bien.

O eso es lo que pienso.

—¿Cómo te sientes? —cuestiono.

Ella mantiene los ojos cerrados.

—Bien... —un jadeo de dolor sale de sus labios—. Solo me duele un poco la cabeza, pero estaré bien.

—Bueno. —Asiento, aunque sé que ella no me está viendo.

—¿Cómo te sientes vos? Los golpes que te has llevado han sido fuertes.

—Bien, el dolor no es algo que no pueda soportar. Sé que estaré bien.

—Perfecto —dice ella. Su voz sigue siendo baja.

—¿Qué tanto te duele la cabeza?

—El dolor es un poco incomodo, pero lo puedo soportar.

—¿Te han hecho algo más desde que...?

—No —me interrumpe—, no me han hecho nada más. De hecho, hace horas que han salido.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—No... no lo sé, después de que tú quedarás inconsciente... no sé la razón, pero yo me he quedado dormida.

—No sabes cuánto tiempo ha pasado, ¿verdad?

—No, no lo sé.

Amanda sigue sin abrir los ojos. La curiosidad me carcome.

—¿Por qué no abres los ojos?

Ella no dice nada por unos segundos, cuando pensé que me iba a decir algo no lo hace.

Su silencio me atormenta.

¿Qué está pasando?

—Amanda, ¿por qué no abres los ojos? –vuelvo a insistir.

Verano otra vez. [Terminada.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora