En un pequeño pueblo, Alex vivía entre recuerdos y sombras del pasado. Había perdido a su amor, pero su corazón seguía latiendo al ritmo de los momentos compartidos. Cada día, recorría los lugares que una vez fueron testigos de su felicidad, buscando entre las calles estrechas y los rincones olvidados algún indicio de ella. La lluvia caía, pero sus lágrimas eran invisibles entre las gotas que ocultaban su dolor. En su búsqueda, encontró una carta olvidada que desencadenaría un viaje por la melancolía y la esperanza, revelando que a veces, el amor perdido puede transformarse en algo más profundo.
Movido por la carta, Alex se embarcó en un viaje emocional, siguiendo los recuerdos dejados por su amor perdido. Cada sitio lo llevaba a lugares significativos para ambos: el café donde compartieron risas, la terraza donde prometieron amor eterno. A medida que avanzaba, revelaba recuerdos enterrados y emociones aún latentes. Alex descubría que aunque su amor se había ido físicamente, perduraba en los recuerdos y conexiones que ningún tiempo ni distancia podían borrar.
Cada cosa que implicará a la sonriente Madeleine a él le fascinaba pues lo hacía sentir un poco más vivo. El la extraña, deseaba tenerla entre sus brazos y cuidarla de todo a lo que ella le temiese pero sabía que eso ya no podría ser.
Cada rincón que Alex visitaba le hormigueaba el cuerpo sintiendo la presencia de Madeleine allí.
Cada pequeño lugar tenía los dibujos de ella pasmados de una forma u otra.
Pintados en una pared o pegados en el vidrio de su restaurante favorito.
Madeleine era una dibujante maravillosa y nadie lo podía negar, de hecho Alex poseia Artos dibujos hechos por ella en su alcoba. Día a día la buscaba hasta en los lugares donde nunca habían estado, pues sabía que la mínima cosa le haría recordarla. Alex perdió a muchos de sus amigos, pues no comprendían cómo después de tantos años el podría seguir amándola y siendo fiel a su amada.
No comprendían el amor que el le tenía.
Las noches eran las más duras pues cuando el mundo callaba era cuando las voces dentro de Alex gritaban, recordando que todo el amor que perdió fue por su culpa.
El amor no está perdido,solo descansando se decía una y otra vez para consolarse, pues no tenía a nadie a quien acudir. La ansiedad lo llenaba de sensaciones que lo dejaban sin respirar y buscando respuestas que nunca llegaban.
El quería estar con Madeleine pero sabía, que aunque la afrontara no sería posible, ella había hecho su vida nuevamente, tenía su pareja, su casa y su perro. El no podría aparecer después de tanto tiempo para decirle que nunca dejo de amarla, que su amor nunca murió, solo lo guardo para no seguir lastimadola.
A cuanto llega el ser humano por amor, algunos se alejan y otros se lo guardan para no soltar nunca, con la esperanza de que ese amor salga a flote con aquella persona que amaban.
Alex era un poco de ambos. Al principio, no supo alejarse pues no quería perderla, pero el no sabía que lo mejor era darle su tiempo a Madeleine para el mejorar y ser lo mejor para ambos. Arruinó todo.
Madeleine se canso y se fue con alguien más, y aunque Alex sabía que lo merecía completamente, no se rendía por qué el sentía y el sabía que aunque Madeleine haya dicho mil veces que no quería más nada con el,la posibilidad estaría y que no se vencería.
Ese era su día a día, al llegar a casa solo dormía, a veces no comía la ansiedad no se lo permitia.
Esperaba para recuperar al amor de su vida o verla ser feliz hasta que su vida se acabase.
Los días de lluvia eran los más hermosos pues al sentar en su balcón recordaba aquellas risas en medio de la calle y las miradas cómplices esperando a que alguien de el primer paso. El ruido de la lluvia le recordaba cuando no podía dormir y ella lo abrazaba y escuchaban juntos aquella deliciosa melodía que provenía de la naturaleza.
Allí, escuchando la lluvia con su cigarrillo siendo consumido poco a poco todo era más llevadero, todo era tal vez un poco menos doloroso.Bajo la melancolía de la lluvia, Alex recordó cada detalle de Madeleine mientras las lágrimas se mezclaban con las gotas que caían del cielo. La nostalgia lo envolvía, y la realidad de su ausencia se volvía cada vez más abrumadora. Con el corazón pesado, decidió que su amor merecía un último adiós.
En la quietud de la noche, Alex se sumergió en sus pensamientos, encontrando consuelo en la certeza de que su amor por Madeleine era eterno. Sintiendo que ya no había lugar para él en este mundo sin ella, sabía que pronto todo se iba a acabar pues si enfermedad había avanzado bastante y ya no le quedaba tiempo de vida. Pero el estaba feliz pues sabía que Madeleine aún lo amaba.
En la madrugada, la lluvia persistía, pero esta vez, nadie estaba allí para presenciarla. El cuerpo de Alex yacía en silencio en su balcón, con el cigarrillo consumido como testigo de su último acto. La lluvia continuaba cayendo, como lágrimas compartidas por el cielo en honor a un amor perdido.
El pequeño pueblo despertó con la triste noticia de que Alex había encontrado su paz en la tristeza eterna. Las historias de amor a veces toman giros inesperados, y la lluvia seguiría cayendo, contando la historia de un hombre que eligió un final donde su corazón y el de Madeleine se encontraran en algún rincón del más allá.
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Querido viejo amor
Cerita PendekUna pequeña historia con grandes sentimientos dentro de ella