La esquina, la espera, la noche y el ganzo

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-Liana, tu abuela falleció.

-Pensamos que lo mejor para ti será estar lejos de todo este proceso.

-Aquí tienes el billete de tren. Irás a casa de tía Irene

-Mi hermano viene así que te quedarás con tu tía y tu prima.

-Tienes el billete de regreso para dentro de cuatro días.

-Te queremos mucho y lo hacemos por tu bien. No queremos que retrocedas todo lo que has avanzado.

Y así, sin más, recién caída la tarde tenía el billete comprado y prácticamente la maleta hecha para irme cuatro días con mi prima Hori. Luego del shock inicial, abrazada a mí misma en el asiento del tren, caí en cuenta de por qué estaba viajando: mi abuela había fallecido. Me eché a llorar. No sé cuán sutil fui, pero nadie intentó consolarme. Menos mal. Tampoco es que quisiera hablarlo o que fuese a encontrar consuelo. Cuando llegué a la estación fue más difícil.

Tía Irene y Hori fueron a recibirme. Tía me observó con cuidado, como si estuviese haciendo recuento de daños. Debió ver muchos para decirme "mi niña" y darme un beso en la frente en medio de un abrazo. Comparado con el que vendría después no fue largo ni incomodo. Sin embargo, Hori y yo nos apretujamos como si quisiéramos sostenernos la una a través de la otra, y nos echamos a llorar, ahí, en medio de la gente que bajaba del tren y los que los recibían. No desentonábamos mucho, hubo otros abrazos largos y lloriqueos intensos.

El viaje en coche transcurrió en silencio, sin más derrumbes esporádicos. Agradecí que ninguna preguntara "qué tal estoy". No sabría qué responder. Lo mejor para todo ésto es no pensar. Mi abuela falleció. Ya está. Ya pasó. Era una persona mayor. No es como si fuese una tragedia. Al menos no sufrió. Por mucho que me duela o muchas vueltas que pueda darle no la traeré de vuelta a la vida. Y si caigo al pozo de no querer comer, de no hacer nada salvo dormir y llorar, lo único que conseguiré será ser una preocupación más para mis padres en estos momentos. Si ellos me alejaron por mi bien yo debo hacer lo posible por mantenerme bien.

-Liana, dormirás con tu prima. Hori, acompaña a que deje sus cosas en tu habitación. Prepararé la cena y un poco de chocolate caliente.

-Ven -Hori me tomó de la mano que no sujetaba la maleta y me dirigió al que sería nuestro espacio compartido por casi cuatro días. El ancho de la cama desentonaba en un espacio tan pequeño. Aparte de eso, tenía un closet a todo lo largo y ancho de la pared donde se encontraba también la puerta, la mesa del computador, la mesa libre de computador, donde supongo hace los deberes y dibuja, un librero del piso al techo, casi lleno, esquinado entre una ventana amplia y una mesilla de noche. No había casi rastros del color de las paredes entre los muebles, los posters de anime y las fotos. Quizás si no tuviese tanta cosa no se vería tan asfixiante, pero es confortable de igual manera. Mucho más acogedor que la frialdad de otros espacios, digamos, más sobrios. Dejé la mochila sobre la cama.

-No ha cambiado mucho desde la última vez que vine.

-Viniste tan solo hace unos dos o tres meses. Pero solo he añadido algunas fotos, un par de libros y un par de figuras de colección. Estoy guardando frases inspiradoras para hacer una especie de collage en el closet.

-¿Cómo en postales?

-No. Escribiéndolas yo. Con diferentes tamaños, colores, letras. Por eso quiero tener bastantes antes de escribir la primera.

-Y para ti qué son frases inspiradoras.

-Ya sabes. Esas que te dicen "levántate de la cama, mierda, y haz algo con tu pinche vida", pero en bonito -ambas reímos, sin muchas ganas; reímos porque toca, por compromiso, porque se supone que es un comentario gracioso. -¿Tienes algo que colgar o planeas dejarlo todo en la mochila?

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⏰ Última actualización: Mar 09 ⏰

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