— Idiota.— dijo Tul, — ¿Tienes idea de todos los problemas que nos vas a causar?— estaban en su casa, había encerrado a Mew en su habitación y le estaba haciendo guardia. Después de salir del colegio llamo a la mama de Mew y trato de meterlo en un taxi, grave error al confiar en el juicio de un alfa loco, solo basto un minuto de descuido para solo ver la sombra de su primo alejándose a toda prisa. Subió en el auto y pidió que lo siguiera, pasaron casi dos horas hasta que lo encontró sobre una banca en un parque infantil con los pantalones sucios y sin la chaqueta de su uniforme.
— No fue mi culpa.— sonó en un gruñido lastimero la voz de Mew al otro lado de la puerta.
— Aja, ruégale al cielo, que nadie haya visto tu desastre.— estaba molesto, pero sabía que no fue del todo culpa del alfa.
— No diré nada, pero de verdad espero que no hayas hecho nada malo.—
No escuchó la respuesta y aprovechó para preparar algo de comida para ellos, su tía le dijo que volverían esa misma noche, pero hasta entonces él debía cuidarlo.
Las horas pasaron tranquilas, salvo por los lamentos que se oían cada cierto tiempo desde su habitación, Tul no sabía lo que era pasar por un celo, pero en ese momento estaba agradecido de su naturaleza beta. Él era el hijo del director del colegio, tenía unos mellizos como hermanos menores, hombre y mujer. Desde el nacimiento de sus hermanos, la visión de su padre había cambiado, dado que su pequeño hermanito daba indicios de ser posiblemente un delicado omega y su padre prometió hacer lo mejor para él. Su madre entró en depresión por muchos meses, tuvo que tomar terapia y así la familia comenzó a aceptarse y quererse cada vez más.
Durante todo ese tiempo, su padre y él cuidaron de los pequeños, aprendieron mucho sobre pañales, papillas y Tul afloró su lado juguetón, siendo él el único que lograba hacer reír a los mellizos cada vez que lloraban. Ellos ahora tenían tres años y se pasaban la mayor parte del día en una guardería mientras su mamá asistía a clases de cocina y seguía yendo a terapias para poder criar de la mejor manera a su pequeño omega.
Ocho horas después de lo que ocurrió en el colegio con Mew, la casa dejó de estar a oscuras y un orgulloso alfa llegó con Samantha dormida en sus brazos y el pequeño Saint delante de él, con una galleta en sus manos. Las risas comenzaron a sonar y despertaron al beta que dormía en uno de los sofás.
— Ya están aquí.— Tul se estiró como un gato perezoso y frotó su rostro para despejarse.
— ¿Dónde está mamá? — dijo mientras sentaba a su hermano en su regazo.
— Fue a encontrarse con tus tíos, ¿Cómo está Mew?—
— Tan miserable como en la mañana.— dijo tratando de quitarle una galleta a Saint.
— Lleva encerrado ahí todo él día.— el pequeño omega, molesto porque trataran de quitarle una de sus galletas, le metió una de ellas de golpe en la boca de su hermano, a pesar de ser el más pequeño, tenía un terrible temperamento.
Padre e hijo cambiaron la ropa de los más pequeños y dejaron a Samantha dormida en su habitación. Tul llevó a su hermano a la sala en lo que su padre revisaba el estado de su sobrino.
— Campeón, ¿Todavía respiras?— dijo tocando suavemente la puerta.
— Creo que sí.— la voz de Mew se oía mas como un quejido. — ¿Llegaron mis padres?—
— Ya no tardan, estaremos abajo, si necesitas algo solo grita, ¿Bien?— solo oyó un gruñido de respuesta y se alejó riendo. Mientras bajaba las escaleras escuchó el ruido de un auto aparcando así que se apresuró a la puerta para recibir a su familia.
— ¡Familia! ¡Felicidades!"— dijo extendiendo los brazos.
Su esposa se rio bajito y su hermano Apiwat, le sonrió negando con la cabeza. Bajaron las pequeñas maletas que llevaron a su viaje y se dirigieron a la puerta. Los padres de Mew subieron rápidamente a ver a su cachorro, luego de comprobar su temperatura y darle algunos tranquilizantes lo enviaron a ducharse con agua helada y cambiar su ropa para que puedan volver a casa. Compartieron una rápida merienda y luego de un par de horas ya estaban listos para despedirse.
Apasiri, la madre de Mew, se despidió muy amorosamente de todos, pero la mayoría de los mimos fueron al más pequeño de la casa, en su mente el pequeño omega sufriría mucho de mayor y ella solo quería que tenga buenos recuerdo de su infancia, sin embargo su sonrisa ocultaba lástima por su pequeño sobrino.
El camino no fue tan largo, pero los semáforos en rojo y el mal humor de Mew lo hicieron ver interminable. Una vez en casa, los calmantes hicieron efecto en él y lo dejaron pensar tranquilamente.
Recordaba muy bien la mañana, como despertó con una incomodidad en el vientre y mucho calor, pero luego de darse una ducha estaba tranquilo, así que no le tomo mayor importancia hasta que un par de horas después, durante las clases, su aroma comenzó a filtrarse en el salón de clases casi vacío luego de un examen y su pantalón comenzaba a ajustar, en su pecho su lobo comenzó a olfatear, buscando a su omega, pero su cabeza le decía que debía mantener la compostura, hasta que al salir del colegio, el rastro de un aroma dulce llegó hasta él, era demasiado débil, pero él estaba seguro de que lo estaba llamando, sin pensar en quien dejaba atrás, echó a correr en búsqueda de quien creía su omega, ya no era él quien tenía el control de su cuerpo, la fiebre y la necesidad de su alfa lo sumieron en la oscuridad dejando a cargo de su cuerpo a su lobo, que solo gruñía por encajar sus colmillos en su omega.
No recuerda más, su último recuerdo fue dejar atrás a Tul y su conciencia volvió cuando lo oyó nuevamente, pero esta vez su ropa estaba desaliñada, el sudor empapaba su camisa y una mancha blanquecina adornaba sus pantalones. No supo que paso, ni como llego a ese lugar con una imagen tan deplorable, solo sentía que el viento frío calmaba su fiebre y lo hacía más ligero.
Trataba de forzar su mente y recordar qué sucedió exactamente durante el tiempo que su instinto pudo más que el mismo, pero a estas alturas ya ni siquiera recordaba el aroma que logró enloquecerlo de esa manera. Solo esperaba, como dijo Tul, no haber lastimado a nadie.
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Profesor
Fiksi PenggemarEn una sociedad que rechaza a los omegas varones, Gulf logra cumplir su sueño de ser profesional y entra, después de muchos años, a enseñar en una escuela de la ciudad. Asignado como profesor de historia, nada podría arruinar ese perfecto primer dí...