Coriolanus se sintió humillado. De nuevo, Ares le recordaba quién era el que tenía poder y movía los hilos de los presentes. Él solo era un Vigilante, el protegido de la Dra. Gaul y el heredero de la fortuna Plinth. Ninguna de esas tres cosas le servía para superar a Ares y la posición que tenía. Su único consuelo era Minerva. Estar con ella le daría acceso a esos privilegios, ¿no? Al menos Ares tendría que respetarlo. Estaba tan molesto que caminaba sin mirar quién o qué tenía al frente. Empujó a un par de personas antes de chocar de frente con alguien. El golpe fue tan duro que lo hizo caer de espaldas.
—Al fin —dijo una voz—. Es un gusto conocerlo, señor Snow.
Coriolanus alzó la vista para encontrarse al joven que días atrás vio con Minerva. Se levantó tan rápido como pudo e hizo la postura llena de orgullo que recordaba de su padre. Examinó al joven. Era demasiado alto, más que ni Ares. Tenía el cabello negro, mentón cuadrado, ojos oscuros, complexión delgada. Si podía verlo junto a Minerva. Casi quedaban perfectos.
—¿Tú eres? —preguntó, sin interés.
—Dante Scolari —respondió él—. El prometido de Minerva.
—¿Estás seguro de eso?
—Su hermano me lo confirmó.
—¿Y ella?
—¿Acaso importa?
Mucho, iba a decirle Coriolanus. Pero no tenía sentido. Se llevaría una gran sorpresa durante la fiesta, si es que podía entrar. Los dos chicos se observaron por un rato hasta que Ares llegó hasta ellos. Abrazó a Dante, bastante contento de verlo, mientras que con Coriolanus solo hizo un gesto de disgusto al verlo.
—No me dejan pasar —dijo Coriolanus.
—¿En serio? Debe haber un error —digo con fingida indignación.
—Dijo que fueron órdenes tuyas —recordó Coriolanus.
—Ah, claro. —Ares sonrió—. No puedes pasar hasta que Minerva haya terminado con Dante.
—¿Qué?
—Son los primeros en pasar con Lucky —le dijo—. Entonces, tendrás que esperar tu turno.
—Bien —aceptó y se dio media vuelta.
Apretó el puño en un intento de ocultar la molestía que Ares Blacksail le generaba y fue hasta el otro lado de la mansión, donde los Avox entraban y salían. El hecho de que Ares le permitiera hacerse cargo de la logística del evento le permitía entrar por otro lado. Ningún Avox se atrevería a decirle algo y los demás que estaban a cargo no iban a negarle el paso a quien fue su jefe los últimos dos días. Así fue que pudo entrar por la puerta trasera. Escuchó el ajetreo de la casa donde estaban los diseñadores y asomó la cabeza. Tigris lo detectó. Le hizo un gesto con la mano, señalando la entrada donde Ares venía entrando y él volvió a esconderse.
—¿Qué haces? —preguntó una voz familiar. Al girar, se encontró con el rostro de Minerva—. ¿De quién te escondes?
—Tu hermano no me deja pasar hasta que termines con Dante —le explicó—. Dice que son los primeros en salir.
—¿Voy a ser la primera en salir y aún así quiere retrasarme? —cuestionó, molesta.
Minerva le tomó la mano y lo llevó hasta donde estaban los demás diseñadores. Un guardia intentó detenerla, pero ella ni siquiera le hizo caso. Pasaron frente a Tigris y Ares, que estaban hablando sobre el mejor look que podía quedarle. Este, al ver a Coriolanus, lo jaló del brazo para detener a su hermano. El movimiento casi tira a Coriolanus.
—Él no puede pasar —dijo. Hizo una seña para que los hombres de la entrada se acercaran.
—Es mi cliente. Lo necesito aquí —respondió Minerva.
—Dante espera por ti.
—Lo seguirá haciendo si me sigues deteniendo —lo retó Minerva—. ¿O quieres ir a decirle qué se prepare solo?
—Esto no es...
—Tengo trabajo que hacer —lo interrumpió—. Así que, por favor, no molestes.
Minerva retomó su camino. Coriolanus sintió como entrelazó sus dedos con los de él y sonrió. Había vencido a Ares en su propio juego y todo gracias a Minerva. Si existía alguien que pudiera hacerle frente a Ares era su hermana. No podía dejarla ir. El poder que tenía le convenía demasiado. Incluso, sin Ares, podían seguir con cualquier plan que se le ocurriera. Al llegar al espacio destinado para Minerva, Dante ya la esperaba. El estilista había comenzado a trabajar en él, por lo que no se dio cuenta de la presencia de Coriolanus hasta que Minerva le pidió que tomara asiento.
—Tu hermano me dijo que yo iría primero —le reclamó.
—Si hago lo que dice mi hermano, ninguno estará listo para la fiesta —respondió Minerva—. Corionalus, ponte esto por favor.
Coriolanus la obedeció. Se quitó la camisa que llevaba y se puso la que Minerva le dio. Le pareció extraño por el cuello tan alto que tenía, pero no se veía mal. Con el saco quedaría bien. Después de eso, Minerva le dio unos pantalones negros y le señaló un pequeño espacio donde podía cambiarse. Volvió a su mente el primer desfile del que fue parte y sonrió. Ahora ya sabía cómo era el cuerpo de Minerva. Ya no necesitaba seguir imaginando. Miró a Dante. Nada de lo que hiciera lograría llamar la atención de Minerva.
—Ven —le pidió Minerva.
Dante se levantó y Coriolanus se sentó. Minerva y su estilista discutían sobre el mejor peinado para él. Temió un poco cuando Minerva señaló la línea de agua de sus ojos y pidió que le colocaran un delineado. Quizá era demasiado, pero era El Capitolio. Los excesos debían ser un lujo. Acarició los dedos de Minerva cuando ella se alejó y vio una sombra de sonrisa en su rostro. Necesitaba tanto besarla.
—Al fin —escuchó hablar a Dante—. Tu hermano sabrá lo que hiciste.
—Puedes ir a decirle —lo retó Minerva—. Está con Tigris.
—Tu eres mía —dijo Dante.
Coriolanus los miró por el espejo. Dante le sujetaba el brazo e intentaba acercarla a su cuerpo. Minerva, por su parte, mantenía la distancia y no dejaba de mirarlo. Sintió los nervios de la estilista, que se alejó, permitiendo que se levantara. Tomó a Minerva del hombro y la colocó detrás de él, en un gesto protector.
—¿Qué vas a hacer, Snow? —se burló Dante—. ¿Vas a golpearme?
—Estás arruinando el espectáculo —le dijo—. Ares va a molestarse si las cosas no salen como deben.
—No están saliendo cómo deben, tú no deberías estar aquí.
—Minerva también es mi diseñadora —indicó—. Está aquí, con los dos, dando su mejor esfuerzo. ¿No puedes respetar eso?
Dante observó a su alrededor. Todo el lugar estaba en silencio, mirando lo que sucedía con ellos. Coriolanus detectó a Ares, que lo vigilaba desde lejos. Sabía que entrometerse le traería problemas, así que se quedó en silencio.
—Está bien —soltó Dante, frustrado.
—Buen chico —dijo Coriolanus y volvió a sentarse.
—Gracias —dijo Minerva. Hizo como si estuviera revisando el peinado de Coriolanus y le dio un beso en la mejilla—. Ya falta menos.
Coriolanus entendió a lo que se refería. Estaban a horas de anunciar su relación y de darle la exclusiva a Lucky Flickerman. Había planeado algo especial para ello. Solo esperaba que Dante pudiera comportarse y ser un buen perdedor.
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Snow lands on top
FanfictionCoriolanus Snow se abre camino como uno de los mejores estudiantes de la universidad y la mente maestra tras los Juegos del Hambre. Esta seguro de que nada va a distraerlo de su objetivo de ser presidente de Panem, hasta que la aprendiz de Tigris, M...