Capítulo 21

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Coriolanus detectó el placer que sentía Ares al creer que lo tenía acorralado. Pero él era más listo. Sabía que la Dra. Gaul era la única que sabía sobre Lucy y si le dio esa información a Ares era porque creyó que tendría ventaja sobre él. 

—Fue mi tributo en los décimos Juegos del Hambre —respondió con naturalidad—. ¿A qué viene la pregunta?

—Curiosidad —dijo Ares, restándole importancia—. No quisiera que mi hermana termine igual que ella. 

—No lo hará —prometió Coriolanus—. Tu hermana es diferente a Lucy Gray. Ella no está compitiendo en los juegos. 

—No estaría tan seguro —afirmó Ares—. La vida en sí es un juego, ¿no crees?

—¿Solo me trajiste para eso? —preguntó Coriolanus—. Tu hermana y mi prima nos esperan. 

—Quiero que esto salga bien —confesó Ares—. ¿Qué necesitas para alejarte de Minerva? 

—No voy a hacerlo —aseguró Coriolanus—. Tu hermana ahora es mía. 

Dante dio un paso al frente y lo agarró del cuello de la camisa para levantarlo de la silla. Coriolanus lo desafió con la mirada. Quería que lo golpeara. Eso haría que Minerva se alejara por completo de él y lo pondría en ventaja. Ares sujetó el brazo de Dante para que soltara a Coriolanus.

—Será mejor que volvamos —soltó, rendido. 

—Pero...

—Las chicas nos esperan —le recordó. 

Dante lo liberó. Coriolanus acomodó su ropa, esperó a que Ares abriera la puerta y salió. Siguió las risas femeninas y llegó a una sala donde Minerva y Tigris bebían té. Ares y Dante iban detrás de él. 

—¿Todo bien? —preguntó Minerva. 

—Mañana comenzamos con la boutique —anunció Ares—. Tigris, ¿puedo verte mañana? 

—Claro —aceptó su prima con voz cantarina. 

Coriolanus la observó. Estaba tan ocupado con lo de Minerva que no sé dio cuenta de la forma en la que Ares miraba a su prima y ella lo miraba a él. Había pasado demasiado tiempo junto a él. Era obvio que entre los dos existía algo. Sonrió, animado por la nueva oportunidad que se presentaba ante él. 

—Creo que es hora de irnos —dijo Coriolanus a modo de despedida. 

Tigris asintió y se levantó. Los Snos se despidieron y salieron de la mansión Blacksail. Al llegar al auto, Tigris interrogó a Coriolanus. Este prefirió contarle la verdad para que su prima siguiera de su lado. 

—Esa Dr. Gaul si que sabe jugar —fue lo único que Tigris pudo decir. 

La frase resonó en la mente de Coriolanus. La Dra. Gaul habia encontrado un oponente para Coriolanus y solo deseaba ver si podia manejarlo. Hasta ahora pensaba que habia hecho un buen trabajo, pero el asunto de Minerva comenzaba a preocuparlo. ¿Habrá sido buena idea estar con ella? Intentó no detenerse demasiado en las pregunta y decidió ir a verla mientras su hermanó estaba con Tigris. 

Un auto esperaba por Tigris. Tenía instrucciones precisas de que solo ella podía subir. A Coriolanus le pareció gracioso y salió al mismo tiempo que su prima en otro auto. Nada le prohibía seguirlos hasta llegar al lugar. Una vez ahí, conociendo el lugar donde estaría la botique, se dirigió a la mansión Blacksail. Tardó 5 minutos en llegar y aplaudió la inteligencia de Ares de evitar esfozarse demasiado en el trayecto. Un avox lo recibió y lo llevó al jardín donde una mesa con dos sillas lo esperaban. Agradeció el gesto de Minerva y tomo asiento.  

—Hola —escuchó a sus espaldas antes de que el aroma de Minerva lo invadiera—. Me alegra que hayas venido. 

—Quería verte —admitió, acariciando los brazos de Minerva que lo rodeaban. 

—¿Aprovechaste que Ares está afuera? —Coriolanus asintió—. Buen chico. 

Minerva se acomodó sobre sus piernas y lo beso. Sabía a fresas, lo que casi lo volvió loco. Deslizó sus manos a los muslos de Minerva y los acarició. Podía levantarla y hacerla suya justo sobre la mesa, pero no estaba seguro de si Dante estaba cerca. 

—No está —susurró Minerva en sus labios—. Se fue con Ares. 

Eso le dio pie a deslizar su mano derecha dentro de la ropa interior de Minerva. Ronroneó al sentir lo húmeda que estaba y comenzó a masturbarla. Minerva se acomodó mejor y abrió las piernas para darle un mejor acceso. Él agradecido, le introdujo un dedo y con la mano que tenía libre la tomó del cabello para jalar su cabeza hacia atrás y poder besarle todo el cuello. Minerva empezó a mover las caderas a un ritmo lento haciendo que Coriolanus se excitara aún más. Podía sentir como el trasero de la chica acariciaba su duro miembro. 

—Levantate —gruñó en su oido.

Minerva se levantó, sin saber muy bien que hacer. Coriolanus hizo la silla hacia atrás, se desabrochó el pantalón y jaló a Minerva a su regazo. La chica no espero demasiado. Le ayudó a colocar su miembro justo en su entrada y lo introdujó de un solo movimiento. Coriolanus le bajó los tirantes del vestido, liberando sus pechos. Cada movimiento los hacian mecerse de un lado a otro. Sujetó uno con fuerza y lo apretó para morder el pezón. Minerva soltó un grito, así que lo volvió a hacer. Le gustaba hacerla sufrir. Tenerla a su merced. Ella enredó sus dedos en el cabello de Coriolanus y lo jaló hacia atrás para besarlo. Siguió moviéndose de arriba a abajo hasta que ambos terminaron. 

—Gracias por el desayuno —murmuró en el oído de Minerva. 

—Ojalá vinieras más seguido —respondió ella, besándolo—. Te daría varias sorpresas. 

Coriolanus rió. ¿Acaso era posible? Sintió algo cálido en su pecho al mirar a Minerva y la abrazó. Estar con ella le hacia olvidar los problemas que tenía. A la gente que ya no estaba. Lo que habia hecho. ¿Ella ya sabría lo de Lucy Gray? No lo mencionaria hasta que ella lo hiciera. Era lo mejor. Y le daría tiempo a pensar en una mentira. Un avos se acercó de manera incómoda con ellos y le entregó un mensaje a Minerva. Ella lo leyó, se puso de pie y miró a Coriolanus. 

—Tenemos que irnos —le dijo—. O Ares va a dejarte afuera de la boutique. 

Snow lands on topDonde viven las historias. Descúbrelo ahora