Capítulo 1: Una inesperada compañía

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La cabeza le estaba dando vueltas, sentía el sudor recorrer su cuerpo lentamente, y la luz del sol le estaba golpeando directamente en la cara cuando abrió los ojos. Pero en el instante en que lo hizo, su cabeza dejó de girar, estaba completamente seco y las persianas de sus ventanas estaban cerradas, ocultando una nevada que caían desde bien entrada la mañana.

Peter se quejó en el momento en que intentó levantarse. Una fuerte punzada le llegó directamente desde el vientre y se llevó la mano hacia el lugar del dolor, solo para darse cuenta de que su mano también ardía, con menor intensidad, pero del mismo tipo de dolor. Fue entonces que se percató de que estaba vendado, del torso y de las manos, los brazos y las piernas también estaban cubiertas parcialmente de vendas ligeramente ensangrentadas, pero cuya humedad era imperceptible.

Un olor captó sus sentidos, y se giró a la pequeña e improvisada cocina que tenía cerca de la puerta, donde un humo, apenas visible, surgía de un sartén que se estaba moviendo sin mano alguna que lo sostuviera, donde el olor a tocino cocinándose llamó poderosamente la atención de Peter, y los cuchillos improvisados del chico estaban cortando largos trozos de jamón, mientras un tenedor batía fervientemente varias yemas de huevo en un pequeño plato hondo. Peter no era ajeno a la magia, pero era la primera vez que la había visto para algo tan mundano como... preparar el desayuno.

¿Stephen...? ¿Wong? – preguntó Peter al aire, como esperando que cualquiera de los dos contestara de la nada.

Obviamente no hubo respuesta. Por supuesto... ¿Qué esperanzas tenía de que de verdad se aparecieran en su habitación luego de casi morir la noche anterior? No había visto nada de ellos en mucho tiempo desde el incidente... y lo único que había sabido de Stephen, es que se había enfrentado a un monstruo pulpo gigante de un solo ojo mientras él se encontraba en un examen para conseguir los papeles que le permitirían seguir estudiando. Una prueba que casi falla cuando se enteró del ataque de esa criatura y su instinto le dijo que debía salir a enfrentarla, de no ser por que mencionaron al Dr. Strange, y durante el resto del examen, los recuerdos del incidente que vivió junto al antiguo hechicero supremo lo atormentaron al mismo tiempo que las respuestas de la prueba.

Pero sus cavilaciones no fueron lo suficientemente profundas como para desviarse de su pregunta inicial. ¿Quién estaba conjurando esa magia?

De repente, la puerta de su apartamento se abrió, y su primer instinto por intentar ocultarse, pero el intenso dolor de las heridas le impidió moverse. Y ahí fue cuando la vio: Una larga cabellera castaña rojiza, intensos ojos verdes como joyas preciosas, una piel blanca ligeramente pálida. Llevaba un suéter de cuello de tortuga, de tela beige muy holgado, y unos jeans azul oscuros con botas marrones, cuyo peluche sobresaltaba ligeramente del borde. La mujer llevaba cargando en su mano derecha una gran bolsa de víveres, así como pequeñas cajas que, a la distancia, parecía un pequeño botiquín.

Wanda... – murmuró Peter, con la voz ahogada en su garganta, casi sin fuerza en su voz.

Pero Wanda lo escuchó, e inmediatamente posó su vista sobre el chico, cuando aún tenía la mano sobre el picaporte de la puerta. Sus ojos se abrieron, dejando ver sus preciosos ojos verdes. Su boca se abrió ligeramente, y con un suave susurro que Peter no alcanzó a escuchar, vio como la mujer soltaba la bolsa con víveres y corrió rápidamente hasta la cama.

Peter, estás despierto... – dijo la mujer, posando su mano sobre la cabeza del chico, y la otra sobre su pecho. – Tienes que descansar, estás herido hasta los huesos. – dijo la pelirroja, recostando nuevamente al joven en la cama.

Peter quiso protestar, pero la calidez en las manos de Wanda lo hizo obedecer, además del dolor que le estaba generando el intentar levantarse. Cuando desvió la mirada, esperando ver la bolsa tirada en el suelo y los víveres desparramados por todo el suelo, se encontró con la bolsa flotando, estática en el lugar donde la había soltado. Y mientras Wanda posaba sus manos sobre el cuerpo de Peter, la bolsa se deslizó en el aire hasta la cocina, y la puerta, que Wanda había dejado abierta, se cerró detrás de ella con llave.

Solitarios - Spider-WitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora