Capítulo III

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Caminó hasta la habitación, aun con las llaves jugando entre sus dedos abrió la puerta. Las cortinas estaban bajadas y no se veía nada. Seguro que había apagado la luz antes de salir del cuarto.

Tanteó las paredes hasta hallar con el interruptor de luz. La luz brillante de la habitación le hizo cerrar los ojos. Soltó un suspiro y luego la sonrisa inundó sus labios. ¡Lo había conseguido! Bueno... aunque fuera solo por esa noche. Aunque el remordimiento la invadió. ¿Le había mencionado a Nick que los resortes de la cama estaban mal? ¿Y si no podía dormir bien a causa de eso? ¿Debería de decirle que regrese a su habitación a dormir? Si hacia eso él no aceptaría dormir en la misma habitación con ella. Mejor no le decía nada.

La cama estaba un poco revuelta, algo superficial. Parecía ser que Nick estaba durmiendo allí. Y así lo vio. Él con sus párpados cerrados. Su boca ligeramente abierta, su pelo desordenada. Verónica se acercó para despertarlo, ¿cómo había entrado? De pronto ya no lo vio más. Había sido su imaginación. Movió su cabeza. Tenía hambre, estaba sudada y necesitaba descansar pronto. Su estómago la escuchó y empezó a rugir de hambre.

Al lado de la cama estaba la maleta de Nicholas. Y eso le hizo recordar algo... ¡su maleta! ¿Cómo planeaba bañarse sin su ropa?

Cayó de espaldas a la cama de Nick. ¡Tamare! Eso le pasaba por no ser precavida. ¿Pero cómo sabría que Nick iba a aceptar?

Verónica:

Me paré de la cama dispuesta a ir a la habitación de Nick. Al menos para sacar dos paradas de ropa, para hoy día y para mañana antes de ir a la universidad. Antes de sujetar el picaporte escuché el ronquido de la puerta. Lo abrí de inmediato y vi la espalda de un chico dispuesto a irse. Vi el piso y allí estaba una muda de ropa doblada.

—¿Qué?

Nick se dio vuelta, su rostro era de sorpresa. Seguro no esperaba que yo abriera tan rápido la puerta.

—Creí que necesitabas ropa... —explicó, su mano pasó por su cabello alborotandolo—. Así que saqué lo primero que vi. Ya me voy.

¿Lo primero que vio...?

—¡Estás loco! —grité—. ¿¡Miraste mi ropa!? —No lo podía creer. Mi ropa interior al igual que mis brasieres estaban a simple vista. Oh, Dios mio, ¿lo vio?—. ¡Eres un pervertido cómo se te ocurre mirar la ropa de una mujer!

—¡Dije que tomé lo que estaba al alcance! —exclamó como si no supiera qué había hecho mal.

—¡Por eso! ¡¿Quién te dijo que me trajeras nada?!

Tomé mi ropa que estaba doblada en el piso y se lo lancé a él. La ropa le cayó en la cara, Nick no salía de su sorpresa.

—¿¡Estás loca!?

—¡Tú eres el que está loco husmeando en lo que no debes!

—¡Increíble! —puso sus manos en sus caderas y soltó una risa sarcástica—. ¿Sabes qué? Devuélveme mi habitación.

—¿Qué? ¡No! Digo, no es necesario. Sólo estaba bromeand...

Escuché voces y luego pasos. Una habitación de al lado mío —bueno, al lado del cuarto de Nick— se abrió.

Lo único que pude sentir es la mano de Nick en mi cara empujándome hacia dentro de su cuarto. Luego vino el sonido de indicaba que había cerrado la puerta.

No era necesario mirar para saber lo que estaba pasando.

—¡Hey! —Esa debía ser el chico que vivía al lado—. Soy Samuel.

Dulce y doloroso es el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora