Capítulo VII

2 1 0
                                    

En efecto, allí nos encontramos con Samantha o como la llama Samuel...

—¡Mantita! —exclama él con una sonrisa extendida en su rostro. Ella le dedica una mirada de odio, rueda los ojos frustrada, pero luego sonríe. Una sonrisa pequeña pero sincera.

—¡Te dije que estaba abajo! ¿Por qué te has demorado tanto?

Samanta tiene un polo con manga cero, y un short un tanto corto. Pasa sus manos por sus brazos, el clima es frío.

—Eh, no me dijiste que habías llegado.

—¡Sí te dije! Tonto.

—Bien, tienes razón, yo tengo la culpa. ¿Contenta?

Ella bufa en respuesta. Da una sonrisa a los segundos.

—Tengo frío —gimotea.

—Yo también y no me estoy quejando —da un chasquido—. Te vas a calentar con alcohol —dice mientras pone su brazo en los hombros de su amiga. Ella le devuelve el golpe porque puso todo su peso en ella.

Río ante esa escena.

—¡Oh! —exclama Samanta—. No te había visto, ¿al final te animaste a venir? —su sonrisa es enorme—. A propósito, ¿por dónde llegaste? Espera... ¿No bajaste junto con los chicos?

Samuel y Nick me miran y yo los miro a ellos.

—¡Ay, Mantita, estás tan congelada de frío que alucinas cosas!

—¡Cállate! Y sé un caballero y dame tu casaca.

Samuel se aleja de ella.

—Ni muerto, esta casaca me costó más de doscientos soles.

—Ja, ja, no me hagas reír —dio una risa sin gracia—. ¿Quién pagaría doscientos soles por esa casaca fea?

—¿Y si es fea para que la quieres? —arrebate.

—¡Te estoy diciendo que tengo frío! ¡No me oyes o qué! Mira si sigues así no voy a ir a tu fiesta vernácula.

Hizo además de irse pero él la detuvo.

—Vamos, Samantha era una broma. Pero no puedo dártela, es demasiado cara.

—Da igual, no la quiero —suspira—. Tú y tus cosas caras —murmura, pero todos la oímos.

—¿No estás molesta, verdad?

Samantha espera unos segundos y vuelve a sonreír.

—No podría enojarme contigo aunque quisiera, tonto —su sonrisa es tan sincera que creo que hay algo más en ella, pero no logro descifrarlo. Solo se ve a simple vista que son buenos amigos. Muy buenos amigos. Siento un poco de envidia de eso—. Bueno, ¿nos vamos o qué? ¿A quién estamos esperando? ¿Va a venir alguien más?

—He de suponer que no —dice Nick.

Samantha asiente, luego se pone al frente de Nick y le extiende su mano. Nick hace lo mismo.

—Perdon, no me he presentado. Soy Samantha, pero mis amigos me molestan diciéndome Manta o Mantita, como el tonto que está atrás —El aludido entrecierra sus ojos—. Pero dime Sam. ¿Cuál es tu nombre?

—Nick, Nick Smith.Es Nicholas, pero todos me dicen Nick.

—¡Vaya! Qué bonito nombre tienes. ¿Eres extranjero?

Observo como Nick se rasca su cuello, parece incómodo con la pregunta.

—Muchos creen que sí, eh... Pero soy peruano.

Dulce y doloroso es el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora