Capítulo XII

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Suelto un suspiro, no entiendo nada, o prefiero no entender. Espero que no sea lo que estoy pensando. Bajo la cremallera y me quito la casaca polar de Samuel. Corro hacia donde él y le coloca su casa sobre sus hombros. Él me mira sorprendido y la sonrisa se va de sus labios.

—No, ¿por qué me lo devuelves? Está haciendo frío y...

—Por eso mismo, te vas a resfriar.

Aparte que luego voy a tener que devolverla y no apetecía verlo de nuevo.

—¿Es un rechazo sutil o de verdad te estás preocupando por mí?

—Eeh... ¿Qué?

—Ah, cierto que no puedes entrar a tu cuarto. No te preocupes por eso, llamaré a un cerrojero para que pueda destrabar la puerta. Y por la tarde paso por ti para darte las pastillas, no puedes seguir faltando a clases, porque faltarás hoy día, ¿no?

—¿Qué? —repito. Mucha información en tan poco tiempo—. ¿Por qué harías eso?

—¿Quién más lo haría, sino?

Frunzo el ceño, a los segundos le dedico una sonrisa forzada.

—Lo tengo todo bajo control, llamaré al cerrajero, luego me abrigaré y... bajaré a comprar pastillas. Todo bajo control. No tienes que preocuparte por nada. De verdad —agrego por si no le quedó claro.

—No me parece, aun así dejarías que te compre las pastillas, para que no estés bajando y buscando una farmacia.

Lo medito, quizás eso sí...

—Está bien, gracias.

—Adiós, Vero.

Se despide al revisar su celular, llega tarde a clases, seguro. Me da una sonrisa cálida y se retira corriendo como loco cargando aun la bolsa rosada. Río por lo bajo. Saco mi celular y dudo si llamar a Nick.

No, primero tengo que llamar a un cerrajero para de una vez ir a buscar mi mochila donde Nick. Además que no estoy lista para verlo. No después de la mañana. ¿Y si Cecilia está ahí? Me matará, de eso es seguro.

—Listo, jovencita, son setenta soles —dice el señor Cerrajero

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—Listo, jovencita, son setenta soles —dice el señor Cerrajero.

—¿Qué? ¿Cómo que setenta soles? Si solo era cambio de chapa.

—Por eso mismo. Aquí está la nueva llave —me entrega un juego de dos llaves. Presiento que me están cobrando de más, pero solo le doy el dinero y él se va.

No quiero enojarme de más. Está como lo dejé. Mi maleta sigue con toda la ropa y el colchón de la cama está en el suelo. Sí o sí debo de comprarme colchón nuevo. Y una mesa. Armario. ¡Pero todo eso no cabría aquí! Quiero dar pataletas del enojo. Ya, supongamos que sí cabe, ¿cómo solucionaría del agua, o el baño? ¿Tendría que ir a los baños públicos? Eso sería ir dos veces al día. Aunque podría colarme a las duchas de la universidad, fingiendo que tengo deporte... No, no puedo vivir así todo el semestre.

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⏰ Última actualización: May 26 ⏰

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