Narrador omnisciente
Si tuviéramos que plantearnos una pregunta.
¿Acaso nosotros sabemos que nos depararía el futuro para cada uno de nosotros?
Exacto, ninguno puede descifrar los planes que la vida nos tiene. Pero jamás te imaginarías tener que vivir una vida, que no es vida.
Les explico, en la tierra habitan dos bandos. Ambos conviven, pero la contraparte no sabe verdaderamente como es la otra, es como si crearan un mundo paralelo al de los demás. Cosechando maldad por donde quisieran, estando y teniendo un corazón inexistente. Logrando dañar a personas inocentes, arrastrando a estas al llamado infierno.
Si pensamos las cosas correctamente desde nuestro punto de vista, podríamos caer en cuenta que el infierno habita aquí en la tierra, solo que nosotros no podemos divisar este, pues se camuflan algunos u otros simple y llanamente dejan que se les vea.
Una joven embarazada, llegando a un nuevo lugar para obtener una mejor vida, tener que afrontar un embarazo sola. Sin ayuda de nadie, buscando las miles de formas para adquirir bienestar, y de la noche a la mañana la encadenan a un cruel lado.
Si, hablamos de la castaña.
Es complejo poder explicar todo lo que tienes que pasar ahí, ni tú ni yo podemos juzgarla. Porque al fin de acabo, es alguien inocente ¿No?
Sin embargo, el demonio cuando se propone atraer y atar a su infierno a cualquiera de nosotros es en vano escapar, o quizás no. Una explicación lógica no hay, lo que se sabe, es que tienes que aprender a sobrevivir a un oscuro y malévolo báratro.
—No lo puedo creer... —susurró la castaña frente al espejo del gran baño, sonriendo al ver su rostro.
—¿Qué pasa? —habló preocupada la mayor.
—E-esto...
La mujer se acercó rápidamente, tocando desesperadamente el rostro de la menor. Observando a detalle este, preocupante.
—No lo puedo creer. —dijo la pelinegra, en sus labios comenzó a crearse una sonrisa, mientras que sus ojos se cristalizaban, al igual que los de la castaña. —Ya no se ven como antes.—abrazó a la menor.
Lágrimas caían y brotaban de los ocelos de ambas, pero de felicidad y satisfacción. Por el tiempo que ya había pasado, en el rostro y cuerpo de la chica habían desaparecido varios de sus moretones, en sus brazos la marca de las manos de Tom ya no eran tan visibles. Su labio tenía leves heridas, las cortaduras ya estaban cicatrizando, y esto era algo que Laya agradecía.
Los cuidados de la mayor habían logrado su objetivo, las veces que tuvo que comprar en gran cantidad los utensilios para curar todos y cada uno de los daños físicos por parte del alemán.
—Tus heridas están mejorando increíblemente, pero de todas formas hay que seguir con el procedimiento. —informó, tomando las mejillas de la menor.
—Si.
—Bien, vamos a desayunar. —soltó la mujer.
Laya asintió, llendo por su hija y llevarla con ellas hasta la cocina.
La gran casa por supuesto que tenía un comedor, uno muy grande, de vidrio y con adornos por encima de este. Las sillas eran lujosas, las cuáles eran protegidas por fundas hechas de tela. Sin embargo, la menor prefería comer en la cocina, con la compañía de Sofía.
[...]
—Es muy pronto para hacerlo ¿No lo crees? —preguntó el de mechas blancas.
—No, es perfecto. Ese imbécil ya fue descubierto, no se le ve directamente la cara, pero se ve claramente que conocía dónde y hora del lugar. —espetó el de trenzas africanas. —El idiota sabía el momento exacto para atacar junto a sus cómplices. Lo quiero vivo, para poder ser yo quién lo haga morir lentamente, quiero que se arrepienta por haber metido su asquerosa nariz en mi territorio.
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𝐃𝐢𝐢𝐟𝐢𝐜𝐮𝐥𝐭 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳
FanfictionLaya Scolen, una joven que migra a la ciudad de Berlín para mejores oportunidades, estudiaba gastronomía y por las noches trabajaba de barista. Al poco tiempo sale embarazada y por fuerza mayor tuvo que dejar la universidad, jamás pensó que una noch...