Tom.
—Jefe, su hermano acaba de aterrizar. —informó Santiago desde la otra línea.
—Perfecto, quiero que estén atentos en todo momento. —suspiré algo entrecortado. —Asegúrense que nadie los siga.
—Correcto.—fue lo último que escuché, para que luego el mismo corte la llamada.
El sonido de la puerta se escuchó, dicha había sido abierta de manera lenta.
—Tom... —susurró bajo.
—¿Que pasó? —ví como quedaba en su lugar, sin mirarme a los ojos. Pero sí podía hacerlo.
¿Qué hacía acá?
Era sumamente extraño que me viniera a buscar, pero mi corazón casi desgarraba mi pecho por la intensidad con la que latía. Mi mente no podía procesar a la persona que tenía en frente mío.
—Q-Quería saber s-si podía salir un mom-momento. —tartamudeó.
—Sabes muy bien que no puedes salir. —suspiré. Sus palabras parecían esperanzadas por obtener una respuesta afirmativa, pero... Carajo. —Lo que puedo hacer, es ir contigo y vigilar que no hagas algo estúpido.
—¿De v-verdad? —levantó su rostro, haciendo que me encontrara unos ojos, unos ojos que cautivaban algo dentro mío. Asentí. —Gra-Gracias.
—Anda y vístete, Laya.—demandé serio, giró y comenzó a salir de mi habitación.
Después de tantos golpes, tantos maltratos, heridas y cortes marcados en su piel, insultos y humillaciones, me buscaba. Sus palabras causaron un revoltijo en mi interior, sintiendo algo arder y quemarse en mis adentros.
—Lo lamento... —nuevamente volví a soltar esa frase. Esa maldita frase que no podía controlar. Solo lo decía como si mi cerebro me lo ordenara.
Levanté el cigarrillo que se encontraba en mi mano, dándole una larga y profunda calada, para luego expulsar el humo hacia enfrente.
Recordar sus brazos golpeados, zonas con un tono morado elevado, desgarraduras en su rostro, en su cuerpo, en ella. Por otro lado, mi mente dibujaba a Bill, lo extrañaba y mucho. Pero no se lo iba a hacer saber, de todos modos mi hermano decía que teníamos una supuesta conexión, que sabía cómo me sentía o en lo que pensaba. No soy de creer en cosas como esas, sin embargo una pizca de temor había, pues mis pensamientos eran enfermos e incluso perversos.
Si gente peligrosa se enteraba de su presencia en el país, miles de cosas y diversos problemas se aproximarían. Cada vez que mi gemelo hacía alguna idiotez, era yo quién los tenía que solucionar.
—Estoy lista. —me fijé en la castaña.
La verdad hoy era un día poco caluroso y ella vestía un polerón grande, que hacía juego con un jean ancho. Su melena castaña rubia, desordenado y alborotado, su rostro tenía el particular color de una hoja de papel, su piel se encontraba pálida, unas grandes ojeras por debajo de sus ojos, sus labios estaban secos y su naríz de color rojo suave.
Sus manos por dentro de los bolsillos, estaba pérdida observando el lugar. Mis ojos observaban cada movimiento o acción de la menor, una lágrima brotó de sus ojos, siendo "disimuladamente " borrado de sus mejillas.
—Vamos.
Apagué el cigarrillo dentro del cenicero de cerámica, desconecté la laptop del celular, pues información estaba transmitiendo. Me levanté y agarré mis llaves, era el único que las tenía, solo podían ingresar estando presente yo.
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𝐃𝐢𝐢𝐟𝐢𝐜𝐮𝐥𝐭 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳
FanfictionLaya Scolen, una joven que migra a la ciudad de Berlín para mejores oportunidades, estudiaba gastronomía y por las noches trabajaba de barista. Al poco tiempo sale embarazada y por fuerza mayor tuvo que dejar la universidad, jamás pensó que una noch...