(Ⅵ) Confesiones en la piel de la luna

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Luego de discutir con su madre sobre las maneras que tiene de llevar la carrera de su hermana, ella le abandonó económicamente a sus plenos diecinueve años, dejándolo solo a su paso.
Las deudas no tardaron en llegar, le explicó Nathaniel la noche que la esperó sentado en la puerta de su habitación, como un guardián.

En el oscuro telar del destino, donde los hilos de la vida se entrecruzan al capricho de este, se encontró atrapado en la telaraña de un cartel de droga, que se fue tejiendo lentamente alrededor de él hasta tenerlo por completo.
La escasez de dinero rugía en su existencia, las deudas se acumulaban en el buzón, entonces decidió "sacar provecho de la situación", forjando una alianza con este.

Cuando quiso darse cuenta, se encontró siendo presa de la gran telaraña; lo cazaron las grandes arañas que observan desde las sombras, acechando. Pasó de plantear lugares estratégicos para la venta a dar órdenes a traficantes. Las hebras invisibles de la adicción y la desesperación envolvieron su ser. Si trataba de escapar, el veneno lo iba a sofocar. Sus sueños y aspiraciones se desvanecieron sobre estos hilos. Absorbieron hambrientos toda su vida, su alma.

-Me di cuenta que sos la única persona que hizo que quiera salir de esta mierda.
Me recordaste lo que era sentirse libre. El no preocuparse por nada, solo con un instante, con un beso. Sin vos, no tengo fuerzas. Y ahora, espero que en esta ocasión, no me dejes ir... -declaró con un nudo apretando su garganta.
-Espero que no te vayas.
-¿Qué queres de mí?
-¿Y vos?
-¿No te da miedo?
-¿No te da miedo lanzarte a esta relación?
-Me importas, Luna. Voy a hacer todo lo que pueda para protegernos.

Esa noche él enterró sus secretos en la piel de Luna, y lloró.

Como un niño exhausto después de un llanto profundo, entre besos y caricias, se desplomó en los brazos de ella.


Pintura: El Hijo Pródigo, Rembrandt.

pared de cristal «nathaniel carello»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora