Un granjero bastante callado se ha mudado a el Pueblo pelícano, concretamente a la granja que le dejó como herencia su abuelo.
El granjero decide conocer a sus nuevos vecinos pero nunca pensó que alguien viviría en la playa hasta que uno de sus anim...
Otoño, las hojas se hacen naranjas, amarillas o rojas... El olor del granadero era encantador y las recetas estacionales estaban pululando de aquí por allá. No era lo mismo el otoño en Pueblo Pelícano que en la gran ciudad, solo el frío era lo que te avisaba que había llegado el otoño y tal vez el olor a calabaza de los cafés extravagantemente caros de las personas camino al trabajo... Ese olor simplemente eran químicos, nada similar a lo que realmente era el olor de una calabaza recién cosechada.
El granjero pensó mientras miraba el paisaje anaranjado por la ventana de su hogar, estaba desayunando tranquilamente unas galletas que había preparado Evelyn solo para él. Esa avejentada señora con olor a jazmín, de piel arrugada pero suave, de voz frágil como un suspiro... Ella fue la primera que lo aceptó en el pueblo, el granjero se sentía profundamente agradecido al tener a una mujer tan comprensiva y paciente que le recordaba a su madre.
El granjero terminó de desayunar y estiró su espalda, listo para empezar a trabajar. La granja cada vez se hacía más y más grande. Había comenzado con Kipa y Kipo, sus gallinas más viejas que ahora estaban acompañadas de otras gallinas llamadas Kipe, Kipu y... Bueno, Faaka, un pato.
También estaba Aranza, una vaca marrón y la más grande de todas quien ahora tenía como compañeras a Sarafina y Mheetu, ambas vacas blancas y Bianca, una cabra pequeña. Sus cultivos estaban bien y tenía varias máquinas que le facilitaban el trabajo.
Mientras el granjero estaba cosechando un maíz, pudo ver a una figura de cabello anaranjado detrás de él, haciendo que el agricultor sacara una daga de su cinturón y apuntara a la figura misteriosa que, al darse la vuelta, notó que solo era Elliott.
Elliott estaba extremadamente nervioso por el sorprendente ataque, la hoja afilada de la daga estaba a unos pocos centímetros de su cuello.
-Uhm... ¿Y/N? Podrías... Ya sabes... -El hombre estaba tan nervioso que no pudo acabar la oración. El muchacho entendió lo que tenía que hacer y guardó su daga, desviando la mirada.
-Gracias... Uhm, solo venía a... Pedirte un poco de leche, te pagaré por una botella grande. -El hombre de cabellera anaranjada sonrió y el muchacho de cabello ____ asintió, aún sin pronunciar una palabra.
El muchacho sacó una botella grande de leche fresca de su caja de envíos y se la dio al escritor, el cual sonrió de oreja a oreja.
-Gracias... ¿Cuánto te debo?
El granjero negó con la cabeza, no quería nada de dinero a cambio.
-¿En serio? Gracias pero, ¡Algún día pagaré esto! -Elliott se rio mientras caminaba de vuelta a su hogar.
El granjero sonrió levemente, ya no se sentía tan nervioso con el escritor cerca, ahora tenían una buena amistad.
El agricultor suspiró y puso su pico en su hombro, dejando su granja y caminando hacía las minas.
