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Para cuando entró al cuarto de Genya se percató de que la pelirroja dormía plácidamente sobre las suaves sábanas blancas de algodón.
No había señales del que el energumeno del Rey se haya presentado, algo que la alegró considerablemente por un efímero momento antes de caer en cuenta por que había ido aquella noche en busca de la pelirroja.
Se retiró con sumo cuidado y silencio, una vez obtuvó lo que deseaba, para evitar perturbar los sueños de su amiga, lo que menos quería era molestarla ahora que parecía estar en paz.
Camino por los largos pasillos del Pequeño Palacio mientras a su mente venian todos los recuerdos que le habían sido arrebatados por su hermana de alguna manera que ella desconocía.
Lo que más la pertubó fue ver al Rey, al señor gordo, feo y asqueroso sobre su hermana, ver la forma en como veía a una pequeña Yue que solo jugaba y reía en los jardínes del Palacio, ¿esto era lo que tanto se esforzó por ocultarle? ¿Por eso su madre y hermano la llevaron lejos? Entre más lo pensaba más sentido tenía pero, desafortunadamente, no había servido de nada.
Yue había caído por alguien peor en Ketterdam, de solo pensarlo le quemaba las entrañas y una ira crecía cada vez más con cada segundo que su mente se ocupaba pensar en ello.
Deseaba tanto matar a cada persona responsable del dolor y sufrimiento de su hermana, hacerlos suplicar por la piedad de la pelinegra y se arrodillen ante ella.
Tal vez sería buena idea si lo pensaba con claridad.
Podía llevarse a Alina con ella y su hermana, cruzarían la Sombra, se irían a Ketterdam para hacer pagar a cada uno de los responsables, encontrar a Nikolai y esperar a que su plan de matar al Rey surga el efecto que desea.
Sí, eso sonaba bien.
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A la mañana siguiente optó por un vestido verde como las hojas en primavera, tocados que decoraban su peinado y accesorios no tan vistosos para complementar su vestuario.
Salió antes de que los primeros rayos del Sol atravesaran las cortinas de su habitación, al estar frente a la puerta de su amado prometido no pudo evitar soltar un suspiró nostálgico ante el recuerdo de la persona que provoca un remolino de emociones y que le hace creer que el amor puede ser de un color dorado.
