Capítulo IV

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La imagen de Sergio había poseido el subconsiente de Max y llenado sus sueños de pesadillas, así que se desperto, a causa del insistente sonido del despertador, como si no hubiera dormido nada.
Nada bueno.

Tenía un trabajo de responsabilidad, trabajaba por las noches, y en ese momento lo único que deseaba era hundir la cabeza en la almohada, sacar otra hora de sueño y no tener que enfrentarse a un día lleno de problemas.
Imposible.

-¿Estas despierto, mami?
Unos ojos brillantes, el pelo revuelto, una sonrisa amplia...la luz de la vida.
Max abrazo a su hija y le dio un beso en la frente.

-Buenos días corazón.
-Hoy vamos a ir a comer al parque.
-Ajá-Hizo cosquillas a su hija y le provocó una oleada de risas-Hora de levantarse, lavarse los dientes, vestirse desayunar y...
-Salir a las nueve-Completo Emilia el conocido mantra mientras salía de la cama.

La comida, los patos, Sergio.
No necesariamente en ese orden, aunque sí una combinación de los tres temas fue el asunto de la conversación de la niña durante toda la mañana.

Max conducía con los dientes apretados mientras volvía a casa tras dejar a su hija en la escuela.
Sí volvía a escuchar el nombre de Sergio otra vez... diría algo que lamentaría.

Una hora en compañia de él y Emilia estaría subyugada por Sergio, no era justo.
Cambio el semáforo y detuvó el coche.

Se encontraba entre la espada y la pared. Firmar la autorización para la prueba de ADN era algo de segundo orden en comparación con lo demás.
Los demonios de la noche anterior reaparecieorn multiplicados por diezy el estridente sonido del claxon lo hizo volver a la realidad bruscamente.

El sonido insistente del móvil a los pocos minutos de salir sel cruce lo obligó a hacer una serie de complicadas maniobras para cambiarse de carril, apartarse a un lado y atender la llamada.
-Max.

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La familiar voz masculina hizo que se disparar su tensión y le supuso un gran esfuerzo dar una respuesta fría.

-¿Qué quieres?
-Tenemos que hablar, hay una cafetería no muy lejos de tu apartamento. Reúnete allí conmigo en diez minutos.
-Tengo cosas que hacer Sergio.
-Esta mañana-Dijo Sergio-En presencia de Emilia, o por la noche en tu trabajo, hablaremos.
-No puedes...-Dijo para detener a media frase.
NO tenía escrúpulos a la hora de alcanzar sus objetivos.
-Elige.

Sintió como la rabia inundaba su cuerpoy en ese momento sintió auténtico odio hacía él.
-NO tengo elección.
-Te peedire uno con leche.

Que se fuera al infierno. Estuvo a punto de decirle lo que podía hacer con el café con leche, pero en algunos momentos el silencio era algo valioso, así que sencillamente colgó.

Max llegó a su bloque de apartamentos y metió el coche en el aparcamiento subterráneo, lo cerró, tomó el ascensor para subir al bajo y salio a la soleada mañana.

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La cafetería estaba cerca y tenía una terraza con sombrillas. Un lugar en donde quedaban los amigos para tomar cafés selectos y paltos exquisitos, hablar de negocios, charlar y ver pasar el mundo. Allí estaba sentado en la terraza, Sergio.

En lugar de su habitual traje formal, llevaba unos chinos negros y una camisa blanca abierta en el cuello.
Aquello le daba una imagen de relajación...algo que Max sabía era un engaño. A pesar de las apariencias, Sergio raramente bajaba la guardia. Así era como había llegado a ser quien era.

En la cama de su maridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora