Sergio Pérez recorrió la terminal internacional con Oscar su asistente personal y guarda espaldas de confianza, a su lado.
El legado de los Pérez le había dotado de las imponentes y bien definidas facciones de sus antepasados y unos impresionantes ojos marrones que proyectaban la dureza de un hombre versado en las flaquezas de la naturaleza humana.
Tenía un aura de fuerza e intensa masculinidad, además de una peligrosa falta de piedad que resultaba un mal presagio para cualquier adversario.
Estaba relacionado con la nobleza española y disponia de una fortuna personal que lo colocaba en los lugares más altos de la lista de ricos europeos.
Y se le notaba...por el traje de Armani, los zapatos italianos y el Rolex en la muñeca.
(UFFF a este checo se le reza)
El largo vuelo no había conseguido hacerle perder el control en lo más minimo. Su lujoso avión privado tenía toda clase de comodidades y estaba dotado de la última tecnología que le permitía tener una oficina volante.
Como había trabajado, estudiado listas, gráficos y datos, y se había mantenido en contacto con Antonio... no había sido capaz de desconectar y dormir.
Algo que normalmente hacía en la cómoda cama que disponía en la habitación privada que había en la cola del avión.En lugar de eso, se había visto acosado por la imagen de un joven recientemente tomada con la cámara de un móvil: Max de Pérez... en ese momento Verstappen. Y su hija.
Había dos imagenes, la de antes y la de después.
En la primera sereno, feliz y amoroso. Madre e hija riendo.
En la segunda, la expresión de la niña seguía igual, pero la de su esposo, sin embargo reflejaba impresión y algo más... ¿El prsentimiento de que su vida tal y como la había conocido desde que había salido de Madrid iba a terminar?
Sin duda.Apretó la mandíbula mientrás salían por las puertas de cristal de la terminal y se metían en una limusina que los esperaba.
El conductor metió las maletas en el portaequipajes y después se sentó trás el volante. Sergio apenas se fijó en el paisaje que pasaba frente a las ventanillas mientras salían del aeropuesto.Una hija.
Casi no podía controlar la ira hasta que la pantalla del móvil se iluminó por la llamada de Antonio.
¿Cómo se atrevía Max a mantenerlo ignorante de la existencia de su hija?Su reacción inicial había sido dar instrucciones a su piloto para que se dispusiera a viajar a Australia, pero en lugar de eso, había actuado con calma, consultado a sus abogados y planeado una estrategía. Al día siguiente trataría de ponerla en practica.
La suite de Sergio en un hotel de la ciudad ofrecía toda clase de lujos. Se quito la chaqueta, soltó la corbata, organizo su equipaje y se pusó comodo para leer con detenimiento el informe que le habían facilitado.
El detective que habían contratado había hecho un buen trabajo. En el documento había una exhaustiva lista de los movimientos de Max y los últimos días, su dirección, su teléfono que no salía en la guía, la matrícula, marca y modelo de su coche, su lugar de trabajo, la escuela infantil de Emilia.
Detalles que rellenaban alguno de los espacios en blanco y revelaban que no había tocado ni un céntimo del dinero que él le había depositado en un banco a su nombre, ni de la cantidad que había ido añadiendo mes con mes.
Quería golpearlo y lo habría hecho si lo tuviera a su alcance.
¿Qué estaba tratando Max de demostrar?
Algo que él ya sabia: que sus relaciones familiares, su riqueza y su estatus social nunca le habían impresionado.
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En la cama de su marido
RomanceNo tendría más remedio que volver a la cama de su esposo...