Capítulo VIII

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-¿Se va a morir Ramón?
El tono lastimero de la pregunta hizo que Max se arodillara y abrazara a su hija.
-Esta muy enfermo, cariño.
-Como Fred.

Fred era un hámster que había desarrolado un tumor y al que había sustituido, tras una ceremonia de duelo, por un pez de colores.

-Como Fred-Reconocío solemne.
-Me pondré triste-Dijo Emilia, Max la abrazo más fuerte y para cambiar de tema le propuso bañarse en la piscina.

ERa un día cálido. Fueron por las toallas, avisaron a Oscar donde iba a estar y bajaron a las piscina.
Emilia era como un pez en el agua, buceaba, nadaba y flotaba increíblemente bien para la edad que tenía.

-¡Papá!
Max se dio la vuelta lentamente en la dirección que indicaba Emilia y vio la figura de Sergio cominando por el césped en dirección a la piscina.

Vestido con un albornoz negro y con una toalla colgando del hombro, parecía evidente que su intención era unirse a ellos, y Max trato de ignorar la convulsión que experimento en su interior. No quería sentirse así y odiaba que su cuerpo fuera tan traidor.

Era terrible que le recordara constantemente el calor y la pasión que coría por sus venas y que cada día que pasaba se volvía más intenso. Por las noches era peor, solo en la cama, consiente de que estaba en una habitación al lado de la suya.

¿Sergio dormiría bien o permaneceria despierto durante horas como él?
"Basta" Le dijo una voz interior.

Una parte de él deseaba que Sergio se fuera todos los días a la ciudad a trabajar nen vez de aprovechar la tecnología para poder hacerlo desde casa, pero tenía que reconocer que era lógico que se organizara todo a modos que le permitiera pasar el mayor tiempo posible con su hija.

Y allí estaba, a punto de quitarse el albornoz y unirse a ellos en el agua.
Agotado, Max apreció el respetable bañador negro. Se le aceleró el corazón al ver el musculoso cuerpo. Lo miró a los ojos instantes antes de que Max volviera su atención a Emilia.

-Papá, mira como nado.
Max era consiente de que su bañador era bastante corto y era consiente de que su pectorales era un poco más grande desde el naciemiento de Emilia.
¿Se habría dado cuenta Sergio?
"Oh, por Dios, para"

La calidez de su contacto cuando lo había acunado en la limusina había avivado algo dentro de él, le había recordado vívidamente lo que habían compartido...y que nunca volverían a compartir.

-Emilia es una maravilla-Dijo Sergio con traqnuilidad-Obediente y educada, lo has hecho muy bien con ella.
-¿Un cumplido, Sergio?-Lo miró desconfiado.
-¿Es tan difícil aceptar que pueda dedicarte uno?
Estaba cerca y Max tuvo que reprimir la casi irresistible necesidad de alejarse de él.

-Dadas las circunstancias, sí-Afirmo con frialdad.
-Quizá sería lo mas sabio ignorar las circunstancias-Hizo una pausa cargada de significado-E intentar seguir adelante.
-Así lo estaba haciendo-Dijo en tono dulce-Hasta que me arrastraste hasta aquí con amenazas-Dio un par de brazadas para alejarse e ignorarlo.

Algo difícil cuando Emilia no hacía más que atraer su atención con gritos y risas cada que él la salpicaba o dejaba que lo atrapara.

Era bueno con ella. Amable. Jugaba con ella y se había convertido en su ídolo "Papá" aparecía en su conversación con frecuencia.

Yuki sirvió el té en la sala al mismo tiempo que la cena de Emilia cuya hora de acostarse se iba atrasando gradualmente para adaptarse a las costumbres locales.

Dónde Max había previsto dificultades, no aparecían: Emilia se había adaptado felizmente a su nuevo modo de vida y aceptaba los cambios con sorprendente facilidad.

En la cama de su maridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora