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 Alessia

El gimnasio estaba vacío a esta hora, excepto por nosotros tres. Las luces frías y blancas parpadeaban ligeramente, creando un ambiente casi espectral. Alrededor, los sacos de arena colgaban como testigos silenciosos de lo que estaba a punto de suceder. El suelo de goma resonaba con cada paso, y el olor a sudor y esfuerzo impregnaba el aire. Me quité la chaqueta, quedando solo con la camiseta sin mangas, y me até las manos con vendas. Al otro lado del cuadrilátero, Jhons ya estaba preparándose, su expresión era la de un depredador que se relame antes del festín.

Arthur, siempre serio y meticuloso, se acercó a mí mientras yo me estiraba.

—Recuerda —me dijo, mirándome con esos ojos intensos que siempre me observaban, evaluando cada uno de mis movimientos—. Olvídate de que eres la hija del presidente. Aquí no eres Alessia Windsor, eres solo otra luchadora. Nadie te va a cuidar.

Solté una risa irónica, sacudiendo la cabeza.

—No necesito que nadie me cuide —respondí, apretando los dientes. Sabía que Arthur solo intentaba empujarme más allá de mis límites, pero a veces sentía que él no entendía del todo lo que era estar en mi posición. Aún así, apreciaba su dureza. Él era uno de los pocos que no se amedrentaba por mi apellido.

Jhons, el tipo enorme con el que iba a pelear, se subió al ring y se giró para mirarme. Sus ojos mostraban una mezcla de desafío y deseo de demostrar algo. Era nuevo en el equipo de seguridad, alguien que claramente quería impresionar.

—Disfrutaré esto —dijo con una sonrisa arrogante, como si estuviera a punto de recibir un premio por enfrentarse a mí.

—Idiota —le espeté, mientras el protector bucal cubría mis dientes. No había necesidad de una charla larga; las palabras solo eran ruido. Aquí, en este cuadrilátero, solo las acciones importaban.

El silbato de Arthur sonó y el primer golpe llegó rápido, más rápido de lo que esperaba. Jhons lanzó un puñetazo directo a mi estómago, haciendo que el aire se me escapara de los pulmones. Me tambaleé hacia atrás, tratando de recuperar el equilibrio, pero él no me dio tiempo. Siguió golpeando, primero con un gancho a la mandíbula que me hizo ver estrellas y luego con otro al costado.

—Vamos, Alessia —gruñó Arthur desde el borde del ring—. ¿Eso es todo lo que tienes? ¿Dónde está la luchadora que entrené? No crie a alguien débil.

Sus palabra me golpearon más fuerte que los puños de Jhons. No podía permitirme ser débil, no aquí y no ahora. Una furia fría se encendió en mi interior, una chispa que se convirtió en un incendio. Bloqueé el siguiente golpe de Jhons con mi antebrazo y lo empujé hacia atrás, alejándolo lo suficiente como para recuperar mi postura.

Ahora era mi turno.

Me lancé hacia él, mis golpes eran rápidos y precisos. Un jab directo a su cara lo desorientó, seguido por un gancho de derecha que impactó en su costado. Pude ver en sus ojos la sorpresa mezclada con dolor. Había subestimado a "la hija del presidente".

Jhons trató de contraatacar, lanzó un golpe a mi cabeza, pero lo vi venir. Me agaché y su puño pasó por encima, lo suficientemente cerca como para sentir el aire desplazarse. Mi codo subió instintivamente, conectando con su mandíbula. El sonido de hueso contra hueso resonó en la sala y Jhons retrocedió, tambaleándose. No le di tiempo para recuperarse; lo acorralé contra las cuerdas del ring, descargando una serie de golpes a su abdomen.

Arthur observaba en silencio ahora, sus ojos como cuchillas, diseccionando cada uno de mis movimientos. Esto no era solo una pelea para él; era una prueba, un recordatorio de que la debilidad no tenía lugar en mi vida.

INSACIABLE  +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora