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❝Si pudiera elegir mi muerte, el sabor de tus labios sería mi única elección.❞

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El golpeteo constante de ruedas es el primer sonido que captan sus oídos. Matias parpadea y cuando vislumbra a su alrededor aun algo desorientado y no es capaz de reconocer nada, su mente al fin se pone al día y es arrancado del reino de Morfeo.


Un carruaje. Está en la parte trasera de un carruaje, apenas puede captar el exterior entre la tela corrida, algunos árboles.  No han ido por una carretera a cielo abierto, se han adentrado más allá. ¿Cuánto tiempo ha estado viajando? ¿Qué sucedió en la Torre Dorada? ¿Qué dirá el Consejo con respecto a su desaparición? Un nudo en su garganta se forma cuando es consciente de un pensamiento.


Su madre. ¿Cómo estará ella?


Matias sabe sin lugar a dudas que está sana y salva, por más que su omega interior se agite como cachorro asustado por la seguridad de su progenitora, su escudero Agustin jamás dejaría que algo le pasara. Pero necesita verla con sus propios ojos para cerciorarse, y para no causarle más angustias.


Su padre siempre le había dicho de niño que era como un espíritu libre. El caos correteando sus pasos, esperando su inevitable caída. Pero como los gatos, siempre cayendo de pie.


Matías se pregunta si siempre será así de afortunado o solo es mera suerte a punto de acabarse.


“¿Ya terminaste de soñar, bello durmiente?” Matías gira sorprendido ante esa voz desconocida, y puede ver a un miembro de los lobos negros,  todo ropaje oscuro acorde a su Clan tan opaco y sin vida que Matías casi siente deseos de arrancarse los ojos del disgusto, unos rizos cada vez más revoltosos y unos juguetones ojos celestes que lucen demasiado entretenidos para el desagrado de Matías lo acompañan.


“¿Quién eres?”


El desconocido levanta el dedo índice. Parece estar viviendo el momento de su vida.


“Ah, ah. Estás haciendo la pregunta equivocada.” Susurra y sonríe divertido. Esos ojos celestes rebosantes de travesura,  como si hubiera esperado para jugar un momento. “La cuestión aquí es, ¿qué puedo hacer yo por ti?”


Matías entrecierra los ojos, inconscientemente busca sus dagas, en vano. Por supuesto que lo han desarmado en cuanto ha quedado inconsciente.  El omega inhala pero no puede oler nada, un beta entonces. Bien, menos problemático si decide matarlo en los próximos minutos.


Matías alza una ceja. Endereza los hombros recordando ser el heredero del Clan Recalt e intenta reunir todo el porte elegante y autoridad que la encarecida situación le permite. Se reprime de sacudirse su vestimenta blanca con bordado dorado en formas de Sol que sabe, ésta absolutamente arruinada.

ARVET. [Enzo Vogrincic & Matías Recalt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora