Clásicos Disney

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El camino vuelve a ser igual de agradable.

Le vuelvo a invitar a entrar. Quizá sería bueno saber si puedo llevarme algún mueble conmigo. Como el pequeño tocador de mi abuela. Ella se lo compró cuando era una adolescente y me lo regaló cuando cumplí catorce para que lo pudiera restaurar a mi gusto.

Harrison mira su alrededor, mirando el pequeño y acogedor piso, y sonríe.

- No estás acostumbrado a espacios así, ¿verdad? - río mientras empiezo a sacar cajas de un viejo armario de la entrada. - Es bastante humilde, pero para mí sola es perfecto, y el precio es increíble para ser en el centro. - río.

Harrison se ríe conmigo.

- No, por favor. Mi prima y yo solíamos vivir una vida sencilla también. - lo recuerda con nostalgia. - Nos criamos juntos. -

- Oh, ¿Qué hace tu prima ahora? -

Harrison hace una pausa por un momento, viéndose triste.

- Ella trabajaba para el gobierno, pero falleció. -

- Dios mío... Lamento muchísimo tu pérdida. - me detengo un segundo para mirarlo. 

Harrison asiente y se despide mientras se va del apartamento.

Tiro las cajas de cartón plegadas al suelo, y miro a mi alrededor.

Serán un par de días bien distraídos.

Las cosas definitivamente están a punto de cambiar.




Han pasado dos días y todas mis cosas están empaquetadas en cajas.

El pequeño piso está lleno de pilares construidos por cajas de todos los tamaños.

Por desgracia, los muebles se tienen que quedar aquí, pero estoy segura que la persona que alquile de nuevo este piso, sabrá darle un buen uso, sobre todo al pequeño tocador de la habitación. 

Una vez lista, voy al piso de abajo donde Harrison me está esperando apoyado en su coche.

Él me ayuda a cargar las cajas más importantes, las de ropa de invierno y cosas personales que necesitaré de primera mano.

Todo lo demás, se hará cargo la empresa de mudanzas que me ha buscado Harrison.

Tardamos menos de lo esperado y pronto ponemos rumbo al palacio.

Ya en el vestíbulo del palacio, miro con impaciencia a todos lados, preguntándome dónde me quedaré a vivir.

- Haré que arreglen tu nueva habitación. Y deberás pasar directamente al trabajo. - me dice mirando su teléfono con la información recibida para mí.

Mi vista se va inmediatamente a la decoración delicada del lugar, en los trabajadores que veo pasar, mientras intentan tenerlo todo perfectamente controlado, como si fuera imprescindible que todo saliera perfecto, por alguna extraña razón.

Las paredes estaban decoradas con tapices antiguos y pinturas históricas que contaban la historia de la realeza a lo largo de los siglos. El suelo de mármol brillaba bajo la suave luz de las ventanas. 

Después de unos breves minutos, Harrison vuelve a hablar.

- Arthur está en su habitación. - Harrison me sonríe, atrapándome con la guardia baja.

- ¿Qué ocurre? -

- No dejes que Arthur te desaliente, ¿de acuerdo? ¡Mucha suerte! - me vuelve a sonreír mientras alza el brazo para llamar la atención de un mozo que pasaba por ahí.

La niñera de Tom HollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora