CAPITULO I

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Hurrem estaba nerviosa, su embarazo actual estaba siendo más complicado que los demás, sentía el vientre más agrandado a comparación de sus anteriores embarazos.
Sin contar que las intrigas de las sultanas, hermanas y madre de Suleiman, no la tenían tranquila. La querían atacar por todos lados y al estar embarazada, se sentía más vulnerable. No quería que le hicieran daño a su bebé.
Trataba de caminar dentro del palacio, habitación, para relajarse, sentía que podía dar a luz pronto. Y tenía razón.
De un momento a otro, paró de caminar y se curveo hacia adelante, tratando de parar el dolor, hasta que sintió que sus piernas estaban mojadas. Y entonces sé dió cuenta que daría a luz.
Empezó a gritar, para llamar la atención, entonces varias criadas entraron a la habitación, para socorrer a la sultana y guiarla hacia su cama, mientras otras avisaban que debía venir la doctora para ayudar al parto.
La doctora, preparada, se dispuso a ayudar una vez más a traer una vida al imperio Otomano.
- Puje, Sultana, puje.- Insistió la doctora.
Hurrem solo podía gritar y obedecer, sentía que si lo hacía, más rápido podía acabar con este dolor. No era primeriza, ya le había dado un príncipe y una sultana al imperio, pero sabía que para mantener su posición, tenía que tener más hijos.
- Puedo ver la cabeza sultana.- habló la doctora- ya está saliendo, una vez más.- siguió.
Hurrem con uno de sus intentos, logró pujar para expulsar a su bebé, y supo que ya había nacido, al escuchar el llanto de su bebé. Empezando a llorar fuertemente. Sin embargo seguía sintiendo algo.
- Sultana, es un niño, un hermoso niño. - le dijo la doctora, atendiendo rápidamente al bebé, y dándoselo a una criada para que lo limpiaran bien y se encargaran de él.
- Doctora, algo anda mal. - comento con voz cansada Hurrem.
La doctora prestando atención a la Sultana, puesto que tenía que estar a su servicio, siguió revisando a la mujer en la cama, y se dió cuenta que seguía en labor de parto. Aún faltaba un bebé por nacer.
- Sultana necesito que se calme, aún no hemos terminado, son dos bebés, ya salió uno, falta otro. - pidió con voz nerviosa. Puesto que nunca había presenciado el nacimiento de dos criaturas a la vez. Y no sabía cómo iba a resultar.
Hurrem estaba atónita. No se suponía que eso pasara. Pero al menos ya le encontraba explicación a que este embarazo hubiera sido ma difícil que otros, más nervios, más nauseas, más cansancio que los otros dos anteriores.
- Puje de nuevo, Sultana Hurrem, más fuerte, por favor - pedía la doctora
La Sultana trataba de obedecer lo más que podía, y no fue hasta que sentía que podía morir, que dió un empuje más fuerte y con eso sintió el desgarre y la liberación de su vientre.
Supo que definitivamente había terminado todo su dolor, cuando escuchó nuevamente el llanto de un bebé, estando tan cansada que pensó que podría dormir por días, es que antes de cerrar los ojos y perder el sentido por el esfuerzo, escuchó que era una niña.
Había dado a luz mellizos, un príncipe y una sultana.
Por este día, había cumplido con su deber. Le había dado al imperio un niño y para ella, una niña.
Tenía la ventaja sobre Mahidevran.
Ya tenía 4 hijos.
Y con esos pensamientos se durmió

Cuando despertó, lo hizo por el sonido de la puerta abriéndose a causa de la entrada de Nigar Kalfa y de María, ambas traían en sus brazos, cada una respectivamente a sus hijos. Al fin los podía conocer. Extendiendo ambos brazos para acurrucar a sus hijos, cada una se los dió. Primero le dieron al príncipe y luego a la sultana.
Hurrem como una madre, se encargó de revisar uno a uno sus rasgos, su cara, sus ojos, su cabello, incluso su olor, solo una madre puede entender eso. Cada hijo tiene un olor. Una esencia. Ambas mujeres se encontraban fascinadas con los nuevos bebés, eran tan lindos.
Ellas anteriormente se habían cerciorado de vigilar a las criadas que cuidaran bien a ambos bebés. María por lealtad y cariño que le tenía a Hurrem y Nigar porque si algo llegara a pasarles a esos bebés, su cabeza sería la primera en caer. Nigar tenía algo que admitir, estaba sorprendida de que Hurrem hubiera a dado a luz a un niño y mucho más a una niña.
Suponía que solo eran deseos y suposiciones el que Hurrem estuviera tan segura de dar un niño. Y así de lo hizo saber.
- Felicidades, Hurrem, has dado a luz a un príncipe, tenías razón - Soltó Nigar en la habitación donde solo se escuchaban los gorgeros de ambos bebés.
- Lo sentía, Nigar, sabía que estaba esperando un niño, y cómo ambas ven, no me equivoqué. - contestó la Sultana.

Más tarde, en la noche, el Sultán Suleiman celebraba la noticia, de no solo haber tenido un príncipe, sino una sultana, otra niña. No podía dejar de tener una sonrisa en su rostro.
Su hermosa Hurrem, le había dado dos hijos más, en tan solo un día.
- Ibrahim, hoy tuve una enorme dicha y felicidad con el nacimiento de mis hermosos hijos y el casamiento de mi querida hermana contigo. - Dijo con una sonrisa el Sultán a su mejor amigo.
- Anuncien que el Sultán, tiene dos hijos más. Quiere que se célebre está noticia al menos 4 días. .- exigió Suleiman a uno de sus ciervos.
- Que usted y sus hijos tengan una vida muy larga, majestad.- replicó su Pasha.
- Gracias Ibrahim. - agradeció con una sonrisa sincera el Sultán.- Espero que pronto tengas tus propios hijos y sientas está misma dicha que siento el día de hoy. - deseó.
Para luego dirigirse a conocer a su hijos y ver cómo se encontraba su esposa.

Cuando el Sultán Suleiman entró a los aposentos de Hurrem, se encontró que ya su madre se encontraba en la habitación.
Se acercó dónde estaba Hurrem y a su lado, ambos bebés.
Todos estaban esperando al Sultán para saber que nombres les pondrían a sus hijos.
Suleiman tardó un momento, en apreciar a sus hijos, además de acariciar sus rostros tan suaves, tomando su tiempo para saber que eran reales. Que esos bebés eran suyos y de su Hurrem.
Ambos bebés eran una copia de cada uno.
El niño tenía el cabello, con tonos rojizos, como su madre.
La niña tenía el cabello, tan oscuro, como él, aún no abrían bien sus ojos, pero estaba segura que el niño, tenía los ojos de su madre y la niña los suyos.
Hurrem le había dado, una copia exacta de él.
Y ahora tenía dos niñas. No cabía en júbilo.
- No puedes imaginar lo feliz que me haces todos los días, Hurrem, y hoy más que otro día, me he convertido en el hombre más feliz del mundo.- Confesó Suleiman a Hurrem.
Hurrem solo pudo contestarle con la mirada, tratando de expresar su amor.
- Que Alah los guíe y los tenga a ambos bajo tu cuidado, hijo.- interrumpió el momento la madre sultana.
Hurrem notó un atisbo de sinceridad en la madre de Suleiman, así que le respondió.- Gracias madre Sultana, que Alah le de una larga vida, y pueda cuidar y disfrutar a sus nietos.-.
La nombrada solo respondió al asentir con la cabeza y agradeció a las palabras de Hurrem.
Haciendo ruido al entrar, apareció la sultana Mahidevran, con la cabeza baja, rindió respetos al Sultán y a la madre Sultana, para acercarse a ambos bebés y colocarles a cada uno en los mantos en los que estaban envueltos una joya para ahuyentar al mal de ojo.
Hurrem no soportaba la presencia de aquella mujer, tenía miedo de que les hiciera daño, pero al estar presentes Suleiman y su madre, supo que al menos estaban protegidos sus bebés y ella por ambos.
Entonces Suleiman sostuvo a su hijo, entre sus brazos y lo acercó a su rostro, para susurrarle su nombre. - Lo voy a nombrar como mi difunto padre, espero que sea un gran conquistador como lo fue el Sultán Selim I. En el nombre de Ala misericordioso, tu nombre es Selim, Selim, Selim. - Terminó la plegaria de su hijo, para entonces hacer lo mismo con su hija.- En el nombre de Ala, misericordioso tú nombre es Melek, Melek, Melek.- finalizó Suleiman.

Dándole así, el nombre a la niña la cual será la felicidad de su familia.

Significado de Melek: Ángel

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Palabras escritas: 1421
Fecha de publicación: Miércoles 24, Enero, 2024

Melek. (Imperio Otomano) [Malkocoglu/ Balibey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora