CAPÍTULO II

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Al ser los bebés más pequeños de lo normal, tenían que tener más cuidado, el parto de Hurrem se había adelantado, pero era lo normal cuando tienes gemelos. Nacen antes ya que el espacio no es suficiente para ellos, pero al ser ya una Sultana por tener un hijo varón, podía tener a su disposición varias nodrizas para alimentar más a sus hijos, porque su leche nunca alcanzaba.
Eso la dejaba cansada, tratar de alimentar a dos bebés no es una tarea sencilla.
Pero se alegró cuando la sultana Hatice había decidido hacerle una visita a sus más nuevos sobrinos. Estaba encantada sosteniendo a Selim, adorándolo, apreciaba que era la copia de Hurrem, con esa mata de cabello color rojo.
- Te quiero mucho, mi pequeño príncipe - decía en voz baja Hatice a Selim. Y se escuchó el quejido de otro bebé, la Sultana Melek, como si se quejara de la falta de atención se hizo notar y entonces, Hatice pasó a Selim a los brazos de su madre y sostuvo a Melek.
- Mi pequeña, mi Melek, te deseo una dichosa vida, con tranquilidad y rodeada de amor, cariño.
A Hurrem, le caía muy bien la Sultana Hatice, encontraba en ella, una amiga, algo seguro, lo único que además del Suleiman, era seguro para ella y sus ahora 4 hijos.
Sabía que tenía más enemigos solo por ser quien era y ahora por la cantidad de hijos que tenía, solo deseaba lo mejor para la Sultana Hatice con su recién esposo Ibrahim, aunque este último la odiara y fuera un sentimiento mutuo.

- Me alegra que vinieras, y lamento no poder haber ido a tu boda - soltó Hurrem - muchas veces el destino es más poderoso que nosotros.
- No importa Hurrem, lo entiendo, mis queridos sobrinos no podían esperar para venir al mundo. Pero aquí lo importante es que tú deberías estar descansando. - replicó Hatice
- Lo que pasa es que estoy cansada de estar en cama, me acabo de levantar, quiero respirar aire fresco, quiero que mis hijos conozcan el azul del cielo. - soltó Hurrem.
- Veré que puedo hacer - animó Hatice.

En esos momentos, más alejado del palacio, pero en el mismo lugar del mundo, llegaba un jóven hombre de piel dorada como la arena del desierto, cabello oscuro tan negro como la noche, una sonrisa tan brillante y coqueta, y sus ojos, ojos cafés tan profundos, que estaban siendo rodeados por unas largas pestañas, gruesas, labios suaves, tan uniformes, que daban ganas de acariciarlos.

Era un jóven apuesto, él lo sabía, además de apuesto, era un valiente guerrero, sabía manejar muchas armas y tenía el pensamiento de un estratega.

Su nombre era Malcocoglu Balibey, un jóven de apenas 19 años, desde niño fue más inteligente, más rápido, eso le ganó más reconocimiento y mejores puestos para avanzar en su vida. Se esforzó mucho. Y sabía que era arrogante pensar que era mejor que muchos Pashas que apenas si se sabían defender. Él era mejor.
Le gustaban las mujeres, y mucho, para muchos pashas, podía ser demasiado joven, inexperto e incluso precoz, pero no le importaba, apenas siendo un adulto joven, saliendo de la etapa de adolescencia, las experiencias de la vida, lo habían formado, tanto en cuerpo, alma y pensamiento.
Llegaba a la ciudad, porque el Sultán pedía verlo.

Nadie sabía, ni siquiera él, que llegó al imperio para ser uno de los más fuertes aliados de Suleiman, pero aún mejor, y más importante, uno de los más fieles protectores de los hijos de la Sultana Hurrem.

Unos pocos años después

La Sultana Hurrem se había esforzado en criar a sus 6 hijos de la mejor manera posible, a sus 4 príncipes y a sus 2 sultanas.
A cada uno les recordó desde que tuvieron uso de razón, que su padre Suleiman los amaba, pero que a pesar de ser su padre, era su Sultán y le debían todo el respeto posible. Se encargó de criarlos sin maldad, tratando de apartarlos lo más posible de los problemas, intrigas, peleas en el harem, no quería que sus corazones se llenaran de maldad. Lo que ella no podía controlar era que sus hijos se dieran cuenta de las cosas. Muchas veces se subestima a los niños pequeños, pensando que ignoran el ambiente a su alrededor, pero para los hijos de la Sultana Hurrem, era muy obvio que en el palacio, trataban mal a su madre.

Melek no entendía, porque la Sultana Mahvidebra odiaba a sus madre, su hermano Mustafa era grosero con su madre, su abuela humillaba a su madre, cada que podía, no hacía falta tener dos dedos de frente, su madre se escondía y trataba de silenciar sus sollozos, pero a Melek no le gustaba que hicieran a su mami llorar.

Hurrem era su querida mami, que los alimento a cada uno de ellos, que no permitía que las nodrizas se encargaran de su alimentación, quien cuando se caía o lloraba, los arrullaba hasta que se calmaran, quien les cantaba una canción de cuna en otro idioma que no entendían, pero sonaba delicado, quien daba los mejores abrazos, quien no hacía distinción entre sus hijos, Melek sabía que su madre la amaba de la misma manera que a su hermana mayor Mihrimah, quien los hacía reír y pasaba tiempo de calidad con ellos, quien los reprendía con fuerza pero a su vez con ternura.

Todos en el palacio, sabían que el sultán, tenía cierto favoritismo hacia los hijos que tenía con la sultana Hurrem y hacia ella misma, le encantaba pasar sus comidas con su familia, y rara vez, compartía la mesa con Mahvidebra y con Mustafa.

Poco a poco, Melek, se dió cuenta como su madre luchaba y los defendía hasta lograr tener más poder cada vez, esta vez fue la ocasión, en que veía a su madre muy contenta, le preguntó a su hermana mayor a qué se debía y en breves palabras se los explicó.

- Melek,aquí hay jerarquías, tampoco lo entiendo muy bien, primero va la madre sultana, que es la madre de nuestro padre, después va mamá, ya que ella se casó con papá cuando apenas eras una bebé por eso no lo recuerdas, después creo que va la tía Hatice, al menos hasta que tú y yo seamos grandes, ella tienen más poder por el momento, o no sé si tenemos el mismo tú y yo que ella, pero lo que sé, es que tú y yo somos sultanas, y somos hijas del sultán del mundo. - dijo lo último con determinación y acordándose de lo que su madre siempre le decía.
- ¿Y la celebración de hoy hace a mamá más poderosa? - preguntó Melek
- Así es, hermanita, hoy, mamá se vuelve la primera mujer más poderosa del imperio, la madre sultana murió y mamá será nombrada como la que manejará el harem, nadie podrá ir en contra de ella, ni siquiera la madre de Mustafa. - terminó de explicar Mihrimah.

Muchos años después.

La Sultana Hurrem y todo el palacio estaba emocionado, se sentía el ambiente de alegría, el Sultán regresaría de una campaña que duró al menos 6  años, su padre se fue junto con todos sus hombres de confianza, cuando solo tenía 12  años al igual que su hermano Selim, actualmente ambos tenían 18 años.
Todos habían crecido, su hermano Mehmet tenía 20 años, su hermana mayor tenía 19 años, Bayaceto 17 años, y Cihanger 15 años.
Todo este tiempo le sirvió a Melek para poder crecer hermosa y fuerte, darse cuenta y entender el porqué de muchas cosas que pasaban a su alrededor conforme fue creciendo.
Como por ejemplo: Su hermana mayor, estaba enamorada de un soldado del que no quería compartir su identidad. La sultana Hatice odiaba a su madre, por Ibrahim, era cortés con sus hermanos y con ella, pero nunca demostró cariño como cuando eran niños. Se veía la preferencia que tenía por su hermano Mustafa.
Y de su hermano Mustafa no podía decir mucho, su propio hermano no le caía siempre bien, no lo tenía en un pedestal como sus hermanos si, ella sabía que era el preferido para la corona, y en sus clases de historia, se referían mucho a la palabra: "fratricidio" que cuando preguntó el significado tuvo miedo, por ella y por sus hermanos. ¿Mustafa les haría daño si en algún momento se convertía en Sultán? ¿Qué les vas a pasar a ellos? ¿Su madre se iría? ¿La separarían de su hermano?
La sultana Melek tuvo muchas dudas, pero creía firmemente que su padre los protegería antes de que algo así sucediera.
En el palacio, la sultana Melek, hacía honor al significado de su nombre, todos decían que tenía un ángel, era amable con todos y trataba con respeto a las personas que le servían, no era ingenua, era inteligente pero sabía cómo darse a respetar, el único defecto que tenía la Sultana Melek, tal vez era su intuición.
Melek tenía el don o tal vez un sentido de la intuición muy desarrollado, sentía las dobles intenciones de las personas, por ese mismo motivo no se sentía cómoda estando cerca de la Sultana Hatice, Ibrahim Pasha, Mustafa y su madre, pero quien simplemente no quería a su alrededor era una mujer llamada Firuze, estaba al servicio de su hermana mayor, y cuidó mucho de su hermano Cihanger en las terapias para su problema de salud.
Firuze siempre intentaba hablarle normal y con cariño, tal vez ser igual de cercana con ella como con su hermana, pero Melek se retraía, era cortés pero distante.
Por eso cuando vió a sus hermanos mayores llegar junto con Firuze para recibir al sultán, hizo saber su desagrado comportándose muy distante.

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⏰ Última actualización: May 24 ⏰

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Melek. (Imperio Otomano) [Malkocoglu/ Balibey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora