Estaba tensa. Un error estúpido que Jennie dejo ir a través de sus ojos, dónde estaba ese labial rojo en su camisa, la misma que había usado con su esposa. Puede que haya sido una marca casi invisible, pero de todos modos, fue un error.
Jennie aliso su cabello, recordando cada momento que había sucedido.
Desde la noche, en el momento en el que Rosé se acostó junto a ella y la besó, para proceder a hacer el amor de una forma que hace tiempo no lo habían hecho, de una forma demasiado pasional, que la hizo gemir mientras su esposa la montaba, esas caderas. Se movía de una forma lenta pero que sabía, cómo hacerlo.
Jennie carraspeó mientras veía a su secretaria entrar a la oficina, sonriendo, acercándose a ella mientras cierra la puerta con seguro.La castaña sólo le sonrió, invitándola a pasar, pero después le mostró la camisa, frunciendo el ceño.
—Nayeon, te he dicho un millón de veces, nunca uses labial cuando tengamos sexo, no me pareces sexy ni nada así, me desagrada, de hecho... En fin, hoy saldré temprano, asegúrate de marcar todo al teléfono de Son, ella por lo menos ha de saber contestar algo.
—No hay algo más? —acarició su rostro pero la castaña sólo negó, viéndola, con una ceja altanera
—No, y ya lárgate — no lo creía, Nayeon solo fruncido su ceño, tratando de posar, tratando de que la castaña notará ese vestido, el vestido que Jennie un día encargó para su esposa, Nayeon compró doble para lucirlo, compró el perfume de rosas, pero la otra la vio, recortándola, alzando sus cejas —¿Qué? Dije que chao, allá está la puerta —le tronó los dedos.
Nayeon se paró enfrente de ella pero una voz suave llamó su atención, en la puerta, en la puerta que no aseguró buen para sorprender a cualquiera que ella se había ganado a la jefa Kim, pero ésta sonrío, enamorada, caminando a la puerta, empujando a la secretaria en su camino.
Tan temprano, y ya estaba siendo humillada.Rosé notó el ceño fruncido de la rubia y ella, sólo sonrío, acercándose a acariciar la nuca de su esposa.
La otra mujer veía atenta, pero sólo vio cómo la castaña la veía, con esa ceja altanera que nunca le había mostrado a Rosé.
Volvió a chasquear los dedos.—¿Que haces ahí parada? Tráele un té de manzanilla endulzado con miel a mi mujer y un croissant con mantequilla —una sonrisa a su esposa, a lo dicho, a su mujer, pero cuando no vio movimiento la vio, acercándose, chasqueado los dedos en su cara —¿Qué esperas? ¡Muévete!
Si, su mujer, la que de seguro estaba a punto de dejar en segundo plano mientras su secretaria se la chupaba con ese labial rojo y ese vestido casi lencería, algo lindo y sexy.
De seguro algo que amaba Jennie. Roseanne sólo sonrío, besando a su amada y querida esposa.No había motivo para ir a su trabajo, más que lo que pasó anoche.
Rosé sabía, notó, que el buen sexo es un atrayente porque ese día Jen la levantó con una carta de amor.
Tal vez lo hacía cada tres días, pero un día después de sexo, dónde la hizo correrse y manchar las sábanas hacía que esa carta de amor pareciera un pago.Como si fuera otra mujer.
Rosé ese día fue, con poca dignidad, a marcar su puesto como 'La' mujer, la que su esposa ama todas las noches y es la que la espera, la que la besa, la que la ama, o la que se supone.
Rosé va sin esperanza, sólo a ser reconocida como la esposa de Kim.La esposa de la maravillosa Kim, la estúpida que no sabe que tiene una amante, o eso dicen en los pasillos.
Rosé quiere cambiar el nombre, siente que puede, pero simplemente no quiere porque está cómoda.Porque, sigue siendo, por lo menos bajo el registro civil y la sociedad, su esposa.
La otra mujer.
Rosé acarició su brazo, viendo a la secretaria que le ofreció un té con una sonrisa más falsa que nada, y trató de ignorarlo, de verdad, pero el ver cómo la secretaría le pedía firmas a Jennie aunque ésta haya dicho, en palabras textuales, 'que se largara'.
La menor sólo suspiró, la menor sólo negó, parándose a dejarle un beso en los labios y despedirse de su esposa diciéndole que la espera en la noche, con la cena hecha.
No esperó que la otra tomara su saco, diciéndole que mejor se iba con ella.Le dijo que revisara bien los correos y llamadas, y se fue, abrazando a lo que se supone que es suyo.
Lo que es suyo pero no le presta mucha atención, lo que cree que un orgasmo en la noche, lo que un beso y un te amo es suficiente para que no se sienta sola.Rosé mueve su ensalada, mueve la ensalada que se había pedido debido a la costumbre y suspira, viendo a Jennie comer mientras le intenta formular una pregunta, mientras intenta tener una conversación con lo que es suyo.
Iba a hablar, colmada de la paciencia, hasta que escuchó una voz chillona llamarle. Una voz chillona que hizo a su esposa fruncir el ceño mientras veía a la más alta saludar demasiado alegre a su esposa.
Y sí, estaba a punto de hacer algo sumamente hipócrita, bajo la vista suya, y de todos.
Tomó la mano de su esposa mientras la veía, altanera, comiendo de su ensalada.—¿Quién eres y cómo conoces a mi esposa, eh? —Hasta Lalisa, la que no sabía nada, lo tomo como un comentario hipócrita por el simple hecho de recordar los ojitos tristes de Rosé la noche pasada.
Esas lágrimas deslizar sus mejillas mientras veía un anillo, ese labio temblar de una forma que destrozaba el corazón de cualquiera, incluido el de Lisa. Ella sonríe, estrechando manos con la castaña que sólo la ve, esperando una respuesta.
Una hija de puta, que no sabía cómo había conseguido a tal mujer.Lalisa río, viendo a Roseanne, acariciando su hombro.
—Tenemos amigas en común, cuando ella sale la he visto con una amiga mía y así nos conocimos —estaría eternamente agradecida por no haber dicho bar, porque había mentido.
Rosé odiaba las mentiras, pero en ese caso, agradeció con la mirada a la pelinegra con , agradeciendo, sólo logrando un carraspeo.
—Bueno, pues si quieres siéntate a comer, parece que estás sumamente interesada en Mí, mujer... — por favor. Lalisa sólo río, asintiendo, pero negó, excusándose de que estaba saliendo.
Dijo un provecho, dejándole un número de teléfono discreto bajo la mesa a la pelinegra, que tragó saliva, aceptándolo. Tal vez podría tener a alguien con quien hablar, por lo menos. Después de que se fuera escuchó cómo su esposa gruñó, señalándola, riendo.
—Parece una estúpida manzana, no sé de dónde agarro esa confianza para—
Antes de que pudiera acabar, Rosé habló, cerrando el puño, soltándolo. Vómito verbal que la hizo sentir mareada después, pero de todos modos, se lo había guardado por tres meses. Algo que Rosé soltó de forma inconsciente, como Gretchen cuando le dice a Regina que no se puede sentar con ella, pero de todas formas, hablo.
—Y yo no sé de dónde agarro confianza tu secretaria para pedirte que firmes a una pulgada de ti.
Fue lo único que tuvo que decir para callar a esa maldita infiel.
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The Other Woman | Chaennie
Fanfiction❝Roseanne lo sabía. No había necesidad de volver a confirmarlo porque ella lo vio con sus propios ojos, no había necesidad de preguntar por más pruebas. Roseanne sabía que había otra mujer.❞ ╾Historia original de @hyunfrogs. ╼sad/angst. ╾Jennie G!P.