Petit chaton

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—Realmente mi única preocupación después de ir a mi casa es saber si la inepta que tengo por esposa ha alimentado a un gato negro que siempre iba, después de eso, ni que ella esté muerta me preocupa—dijo de forma seca después de saltear la sopa con sus dedos, haciendo reír a la pelinegra, pero después ella misma quitó su sonrisa.

¿Cómo estaría Jennie? Después de haber ido y verla en una capa falsa y fingida de seguridad y altanería sabía, que detrás de ella, se encontraba una castaña destrozada. De todos modos su actitud era la que le hacía, quedar de ese modo.

No sentía empatía por verla altanera. Por verla de esa forma en la que siempre quería estar donde todos estaban mal menos ella y cuando, estaba mal, se cegaba a sí misma. Cómo nunca quería aceptar sus errores y ese mismo error se convertía en algo más.

Y Rosé no sabía cómo su esposa dulce se convirtió en eso. Cómo dejó de ser una persona altruista para convertirse en una egocéntrica que piensa que sus problemas son lo peor del mundo y que todos deberían hacerle caso, de trabajar para ella. De todos modos, nunca, pero nunca, esa fachada aparecía frente a ella.

Tal vez por eso se sorprendió de ver un gesto furioso y sus dedos ser chasqueados mientras ordena, pide algo. Rosé suspira, llevando su mano a su frente y en ese proceso logrando tapar sus ojos que poco a poco comenzaban a brotar lágrimas. Su esposa no era así.

Suspiró, sirviendo el platillo, sonriéndole a la otra.

—¿Prefieres perros o gatos?

—Oh, realmente ambos, se ganaron mi corazón, después de Hachiko los perritos se convirtieron en un amor para mi, pero toda mi vida he amado los gatos—acarició su collar con una sonrisa, demostrándolo, pero después esa se quitó al amargo recuerdo.

Un beso en su mejilla, junto un abrazo fuerte, cálido en su cintura, y después —abre los ojos, ardillita.

Rosé alejó sus manos del collar con dije en forma de gato para sentarse enfrente de la menor, volviendo a ver su sopa. Era la sopa favorita de Jennie. Tanto la que amaba preparar ella, pero siempre decía que el sazón de su esposa era el mejor que había probado en su vida, que le hace tener una sonrisa gigantesca en su rostro y simplemente le hace sonrojar. Con amor. Una verdadera sonrisa llena de amor, de ese amor que siempre estaba presente en ellas dos pero que por alguna razón, se fue.

La mayor relamió sus labios, achicando un ojo y después sacando la sal de algún cajón, diciendo, avergonzada.

—Le faltó sal.

—No creo, sabe delicioso, Rosie —una sonrisa, más una caricia en su mano y la mayor sólo trató de sonreír de igual forma, de una forma suave que hizo todo un revoltijo el corazón de la menor que trató de ignorar, diciéndose a si misma.

Sólo la estaba ayudando, no quería nada más que una sonrisa verdadera de la triste mujer.

Porque de verdad partía el corazón de la menor, que acarició más fuerte a la mujer, que después de un rato, en lugar de alejar su mano después de un rato incómodo, lo aceptó. Acercó más esa delicada y pálida mano, para que la caricia se generara más en ese lugar. Igual que atrapó con el dedo pulgar la mano de la otra para que siguiera la caricia, no entrelazándola, pero sí, quedando juntas.

Habló de una forma suave.

—Lo peor de todo es que sigue doliendo, Lalisa, ella no tiene ningún rastro de culpa—y no, no lo tenía. La sonrisa llena de altanería, su postura derecha, pero rígida, y la forma en la que tomaba Coca Cola, como si estuviera degustando algún platillo con gusto y ese platillo era ver a Rosé en ruina.

¿Le dolió a Lalisa? Mucho, para la persona empática que es ella ver cómo Rosé estaba tratando de aguantar las lágrimas y comer, viéndola con una sonrisa casi ida.

—Espero que algún día realmente pida perdón porque ahora lo hizo como si estuviera obligada y la razón del perdón fue por haberse emborrachado —que por cierto, no había recibido otra llamada en la madrugada.

Seguía recibiendo los mensajes y llamadas, sí, pero no a las 3 de la mañana, cuando estaba sumergida en los mensajes antiguos y fotos de ellas dos, fotos de sonrisas, de viajes, no había rastro de esos mensajes mal escritos pero sí, de los de buena noche y los que le desean un buen sueño si es que conciliar el sueño.

¿Cómo lo hace si sigue durmiendo con la inseguridad de qué tal vez 'no es suficiente mujer'?
Rosé entierra su cabeza en la almohada, sollozando más fuerte hasta que siente unos brazos fuertes enredarse en ella, con cuidando de no generar alguna inconformidad en el vientre de su mayor.

Sin pensarlo, ella se acurruca en el hombro de esa figura fuerte y alta que la abrazó, sollozando más fuerte en esa zona pero la voz calmada suena.

—Calma, Rosie, tranquila, estoy aquí —de todos modos se aferró a ella, sollozando, tratando de que sus manos abrazaran y abarcaran a cada zona posible de esa espalda.

Sollozó, dejando caer sus lágrimas en el hombro de su menor, negando, aferrándose.

—Te extraño, Nini—¿Por qué lo dijo? No sabe, Lisa no sabe pero a lo mejor es un sueño de la rubia que quiere aferrarse a una fantasía, a algo que ya no está pasando.

La rubia sólo suspiró, abrazando más fuerte a su mayor, escuchando cómo ella poco a poco se estaba comenzando a soltar cada vez más hasta que las palabras fueron perdidas.

Su propia consciencia se perdía.

Sus propias palabras, las que no eran soltadas en el día, se dieron a relucir y a ser estrellas de la noche.

Palabras llenas de dolor, de furia, de coraje, de tristeza.

Lisa ahogó sus propias lágrimas al escuchar las tristes palabras de amo y odio que tenía Rosé a Jennie.

Aunque no tanto como Rosé se ahogó en su propia tristeza, amargura y dolor.

The Other Woman | ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora