Coeur battant

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Lo poco feliz que podía ser, Roseanne no se sintió mal por estar viviendo un poco en paz.

Tal vez porque ella nunca había sentido lo qué era que alguien le hiciera desayuno y cena, con una sonrisa, y que le dé una rosa todas las mañanas. La pelinegra mayor vio a la menor, que sonreía, mientras le ponía el delicioso desayuno y la rosa a su lado.

Sonrió.

Ese día Lisa trabajó con una sonrisa grande en su rostro al saber que ella, fue la razón de una sonrisa de Rosé.
De la mujer de sonrisa triste y ojos apagados que ahora la vio con una sonrisa sin ningún rastro de nostalgia y esos ojos que brillaron más. La pelinegra acarició su mano, tratando de que su corazón no latiera de esa forma tan rápida y comenzara a gritarle a Rosé todo.

Ella estaba siendo feliz.

Un mes después las cuentas se arreglaron, aunque la mayor siempre pagaba su parte, ahora juntaron para pagar ambas. Rosé ahora contó en su calendario, el tercer mes, por lo que en seis meses debería haber suficiente para tres personas. Tragó saliva, viendo a Lisa leer algo en hojas y folder con sus lentes mientras tenía la tele prendida y en pijama ese domingo en la noche.

No se sentía sola la mayor parte del día, pero sí que lo hacía en las noches. En las noches donde se dormía en esa cama sola, sin esos brazos que la sostenían y le despedían la noche con besos, como la saludaba y aunque implicara que su castaña iba a llegar tarde al trabajo, hacían el amor en la mañana.

Ahora no había ningún rastro de amor, aunque eso fue desde hace meses, porque podía ser así. Rosé suspiró, abrazando la almohada mientras se dormía de lado porque su pequeño y crecido vientre comenzaba a abultarse. De todos modos nunca durmió boca abajo por lo que no interrumpió nada.
Algunas veces Rosé lloraba, pero eso se fue hace unas semanas.

Se esfumó como el recuerdo de Jennie.

Mentira.

Ella siempre se resistía, quería responderle a Jennie y decirle que estaba bien, pero después esos recuerdos llegan y le hace pensar que tiene segunda personalidad porque siente que debe sufrir tanto, que ojalá muriera.
Su esposa. Roseanne tomó su anillo mientras veía la llamada en la madrugada, y dudó, dudó tanto, pero al final esa duda no duró nada porque lo primero que hizo fue contestar, suspirando.

Lo primero que escuchó fue un llanto y un sollozo, hablando arrastrado. Ahí en realidad sintió pena.

—Ro-Roseanne, perdóname, por favor, ¿Dó-dónde estás? Yo iré por ti-ti, tenemos que hablar, por favor—sollozos, y no estaba ahí, pero sintió el olor a alcohol hasta ahí. Se sentía también algo de dolor y una punzada en su espalda que la recorrió al escuchar una puerta de carro, ahí frunció su ceño—di-dime dónde estás, yo iré...

—Jennie, estás en un carro y como escucho estás borracha, por favor vuelve a dónde estabas y pide un uber, o si estás en casa quédate ahí por favor—estaba preocupada. Escuchó cómo Jennie sonó su nariz y después sollozo, hablando cosas inentendibles, pero después Roseanne entendió.

—Eres tan bue-buena, Roseanne, soy una idiota, por favor, perdóname, si no quieres que va-vaya, donde estás, ¿Te e-están tratando bien? ¿Estás bi-bien? ¿E-eres fe-feliz?

Nunca fue así, pero Rosé la vio dócil, por lo que habló. Todavía no terminaba de hacer sufrir a su esposa. Habló, mientras veía su anillo lujoso. Habló con un tono que nunca escuchó de ella.

—Por lo menos estoy en un lugar donde nadie me está siendo infiel.

Pegó duro porque Jennie escuchó atenta, tragando saliva, suspirando. Ahí Rosé escuchó cómo la castaña prendió el motor, haciéndole fruncir el ceño mientras se paraba y se ponía zapatos, cualquiera que encontró, caminando a la puerta.

—Jennie, ¿Dónde estás?...

—N-no vale la pena vivir si no te tengo, no vale vivir sabiendo que te hice daño, Rosie, prefiero morir.

—Jennie no digas estupideces, dime dónde estás, ni se te ocurra avanzar en ese carro—escuchó el pedal avanzar, sólo el ruido del motor—¡Jennie, carajo, sólo dime dónde estás!

—Sólo quiero morir porque te hice... ¿Qué hice? Ah, sí, merezco morir por todo lo que te hice y porque no puedo vivir sin ti, Rosé, no vale la pena vivir sin ti, eras la luz de mis, mis días, ahora sólo vivo por vivir aunque no valga para nada, ¿Qué hago? Porque sé que en este momento tú también quieres que lo haga.

—Jen... amor, por favor, dime dónde estás—parece que activó algo porque la castaña supiró y tembló antes de hablar, su voz tembló.

—Av. ****, 1435, Bar Damasco—ahora la escuchó acostarse, sonando su nariz y después hipó—no te-te merezco, amor, ¿Si me ves así?—lo mejor era no colgar, Rosé pensó eso mientras escuchaba a su esposa balbucear en el teléfono pero dócil. Estúpida.

La rubia apenas llegó vio a su esposa dormida en el volante, recargada, mientras escuchaba el pitido de su carro por el reciente apoyo. De ahí supuso que venía ese ruido desde hace 2 minutos, y las miradas enojadas de otros borrachos por ahí.
Rosé llegó, golpeando el vidrio para levantarla, sorprendiéndola mientras la veía y sonreía, pero después lloraba, abriendo la puerta, bajándose pero cayendo.

Era lo que merecía Jennie, y era poco.
Rosé la vio desde arriba, sin agacharse para levantarla, viendo cómo la mayor se trataba de levantar y mantener de pie ella misma, riendo, pero seguía llorando, retorciéndose y humillándose.

Realmente la menor se cansó y la tomó del brazo, tirándola a su propio carro verificando que Jennie tenga su cartera todavía y llaves, cuando lo hizo, suspiró, subiéndose a manejar a su antigua casa.

4:40 am, ella le mandó mensaje a Lisa para avisarle que no iba a estar en la mañana y que por favor, no se preocupara por ella porque iba a volver, cariño, estaba segura.
La forma en la que sintió pena de su esposa mientras la veía en el suelo con su pantalón lleno de tierra y camisa simple, como una la vio, fue una forma instantánea porque ahora estaba furiosa, negando.

La furia aumentó más cuando vio cómo tenía su casa. Sucia, llena de comida instantánea y los platos amontonados en la cocina, y suspiró. ¿Entró en una depresión? Era lo que estaba pensando por el maldito desastre que era su casa, y fue a la cocina a lavar un vaso para ella misma usarlo y tomar agua, viendo a Jennie tirada en el sillón.

A la idiota.

Se acercó a verla, tan patética. Ahora tenía una preocupación y una vez que vio el sol salir, ella misma salió a ver su preciado jardín, esperando que las rosas y geranios estén secas y esperaba, aplastadas, con basura y cigarros en su tierra tan cuidada.
Se llevó una sorpresa al ver todas sus plantas cuidadas y notaba, la tierra se veía húmeda, como si la hubieran regado horas antes, humus de lombriz en sacos nuevos.

Caminó a su habitación donde esperaba basura en todos lados, pero no respiró cuando divisó, 'su parte' de la cama y cuarto intacto. El buró de SeulGi estaba lleno de basura y hasta veía una parte rota, pero la suya, hasta el polvo que llenaba el cuarto no lo divisaba en su mueble.

Volvió a ver a Jennie, que ahora estaba en el baño lavando su cara y la vio, sonriendo.
Levemente se le bajó la borrachera, y la castaña sentó a la rubia para ver y sentir su vientre sin decir nada, para después, sonar su nariz y llorar, pidiendo perdón, pero eso fue lo que hizo a Rosé aterrizar de repente.

Ahí estaba ese ser narcisista que ni para sentir y escuchar a su hijo se arrodilló.

The Other Woman | ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora