─ Capítulo 1; Nuestros Nombres

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— Capítulo I:

Dicen que cuando alguien se enamora se le nota, y la verdad es que es así, quieran o no, cuando alguien se enamora siempre da pistas de este enamoramiento, nuestra historia se cuenta para nuestro protagonista.

Era un día de verano soleado, donde el pico helado no sonaba un mal sitio para hacer turismo, donde los espíritus de hielo hacían más trabajo o donde el Mago de Hielo demostraba sus habilidades de patinaje y trucos de magia para resfrecar a su público.

Nuestro protagonista estaba en el castillo, recién salía de hablar un par de cosas con el rey y el resto de su mazo, notaba mucho el calor en su cabeza, así que recordó un manantial cerca del Castillo en el bosque.

Haber, un poco de diversión a nadie le hace daño.

Se fue quitando sus guantes de picos y casco, que los abandono cerca del manantial, junto a unas rocas.

Metió las manos en el agua fresca para después salpicarse un poco de esta en la cara, sumergió la cabeza en esta después.

Después de su pequeño descanso, se volvió a la piedra detrás de unos árboles para colocarse primero sus guantes y después su casco.

Escucho unos pasos pesados cerca suyo, así que decidió ocultarse entre la maleza, no quería que lo vieran sin su casco.

Vio como una gran figura robusta de armadura oscura con toques morados se acercaba al manantial.

¿El Pekka?

En si, era raro ¿Una máquina en un manantial? Era como juntar fuego y agua.

En eso vio como este tomaba su cabeza y la levantaba hacia arriba.

Dejando ver una cabeza de piel pálida, cabello oscuro con raíces púrpuras.

Mantenía amarrado su cabello en un moño con unos... ¿Palos? En su cabeza amarrandolo en su lugar.

Colocó su casco a un lado para agacharse a la orilla del manantial para mojar su cara en la agua cristalina.

En eso vio como se quitaba otras partes de su armadura y... Oh Dios mío.

Apartó su mirada del manantial, no quería seguir viendo más, bueno, realmente si, era El Pekka, bueno, La Pekka, uno de sus mayores enemigos y counters en la batalla.

Echo un poco más un vistazo, afortunadamente no estaba desnuda, únicamente con un tipo de traje de baño blanco, con el cual disfrutaba el agua fresca del manantial.

Finalmente cuando está se sintió lo suficiente satisfecha, salió, se arreglo su pelo, se colocó su armadura y por último volvió a ponerse su casco, para marchase de hay y abandonar el manantial.

Ahora no sabía si realmente quería volver a sumergir la cabeza hay.

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Dios mío, ¿Cómo no se dio cuenta? Ella no era una máquina, y encima era una mujer, ¿Qué más tenía que saber?

Ya nada le podía sorprender en ese día.

Creo que estaba tanto en lo suyo que no se dio cuenta cuando la carnera, Nassoumi, le tocó el hombro.

— ¡AGNAR! —

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