─ Capítulo 4; Enfermo.

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─ Capítulo IV;

Muchas veces el amor es confuso, e incierto, no puedes esperar nada de este ni confiar en este, era tener la espada en el cuello y tu contra la pared.

O ganabas, o perdias.

Al parecer el Megacaballero había perdido algo.

Y no, afortunadamente no fue el amor.

Fue más su salud.

Para ponernos en contexto.

Era un día soleado, no hacia mucho calor ya que había una fuerte viento que venía e iba, así que muchas tropas procuraban taparse algo para contrarrestar el frío.

El caballero dorado, Oriol, y el Megacaballero, Agnar, estaban caminando hacia el campo de entrenamiento, Oriol llevaba un tipo de manto sobre sus hombros, era de lana tenía el color principal amarillo, detalles abajo de puntos azules y bordes blancos.

El Megacaballero no tardó en preguntarse en esa prenda tan peculiar y fuera de los estándares que llevaría un caballero.

— ¿Y esa bufanda? —

El Caballero dorado tuvo que mirarlo dos veces para entender que decía, hasta que vio sus ojos que miraban su poncho.

— Ah- ¿Mi poncho? Se lo compre a Kenia, ya sabes, la Bruja Madre, le ayude a acomodar unos muebles en su casa y me dio esto como agradecimiento, y porque hacia mucho frío... Los vende ella y los hace a mano, ¿quierés que le diga que te haga uno? También hace encargos. —

El Megacaballero negó con la cabeza, pero siguió hablando.

— ¿Qué? Si mira el cielo, esta soleado. —

— Si, pero hace mucho viento, si te pones así de cabezón te terminarás resfriado. —

— Que gracioso, cuando eres lo suficientemente fuerte no necesitas esas tonterias. —

Tonteria si que era el, ahora estaba en cama, con temperatura de 40°, si es que era tonto por cojones.

Vivía en una zona donde solía vivir únicamente las cartas de nobleza en la arena real.

Encima hoy tenía planeado salir con Chō a la arena del Clash Fest.

Vaya cagada de día, no podría ir peor.

Estaba en una camiseta gris arrugada, pantalones deportivos negros anchos y obviamente sin ningún tipo de armadura, ni su casco, así que se podía ver perfectamente su cabello oscuro algo largo por el flequillo y sus ojos azul cielo.

Su rostro sin ninguna cicatriz, sin duda el casco hacia un buen trabajo, sinceramente el no se consideraba atractivo o algo parecido, simplemente se consideraba algo guapo, imagino que era herencia materna, su padre era un constructor y su madre una valquiria de las aldeas.

No sabía exactamente que le vio su madre a su padre, pero imagino que debería agradecerlo porque si no el no existirá.

Se tomaba un jugó de naranja que tenía por la nevera, no tenía muchas ganas de cocinar y estaba un tanto mareado, así que volvió a su cama para descansar aún que su plan fue interrumpido por unos toques en la puerta.

Juraba que si volvía a ser un duende que pasaba para pedir oró lo iba a estrellar contra la puerta.

Abrió la puerta algo agresivo.

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