Capítulo Siete

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Amberly se miró en el espejo y suspiró. La esperanza le brillaba en los ojos, pero la duda le oprimía el corazón. 

Todo parecía transcurrir de la forma en la que lo había planeado. Y eso no le pasaba nunca, no a ella. La suerte, para su gran lamento, siempre había sido algo que se había escapado de sus manos. Si ella conseguía algo era a base de esfuerzo, trabajo, constancia y, más que nada, perseverancia. Los imprevistos siempre habían formado parte de su vida y trabajo. 

Y sin embargo allí estaba ahora, vestida para el baile que el duque había organizado tal y como ella le había pedido. E iba a bailar con él, dos veces como mínimo. Además de que, poco a poco, sentía como la barrera de él menguaba con ella y su verdadero yo surgía. Y oh, como le gustaba su verdadero yo. Tanto...

Y ya no hablemos del hecho de que la persona con la que decidiese ser él fuera con ella. 

Estaba viviendo un sueño, eso es lo que tenía que ser, porque le parecía todo tan irreal que a lo largo del día su corazón se aceleraba solo por el temor a despertarse y darse cuenta, una vez más, de que todo estaba en su cabeza. 

-Estás preciosa.- le dijo Marlene preocupada por la cantidad de tiempo que llevaba revisándose en el espejo.- casi no se nota que es un vestido de mamá.

Amberly suspiró de nuevo y dio una vuelta sobre sí misma. Aquel pomposo vestido blanco viejo, al que había vuelto a coser el dobladillo, roto y desgastado, y había añadido ribetes rosas, no le sentaba mal. Quizás el lazo en su pelo semirrecogido le daba un aire infantil, pero al menos así, pensaba, la gente miraría su atuendo como un conjunto y no se pararía a observar con detenimiento sus descoloridos zapatos o las manchas amarillas del bajo que había sido incapaz de limpiar o tapar. 

- Es lo mejor que he podido rescatar. El cumpleaños de Vic es la semana que viene, no puedo permitirme el lujo de comprarme nada nuevo.- afirmó meditabunda mientras se ponía un fino collar dorado con un dije en forma de corazón.- Ni siquiera para un día tan importante como hoy.

Marlene sonrió observando a su hermana. Ella también tenía el corazón encogido por la preocupación. Amber tenía tantas esperanzas puestas en aquel hombre. Demasiadas.

Y esa era el problema, que él era solo un hombre. 

Y ella era tan inocente, tan fácil de dañar, ilusionar y desilusionar...

-Toma mis pendientes, creo que te quedarán bien con el resto de tu ropa.- Amberly los aceptó, agradecida. Había tenido que vender los suyos para pagarse los arreglos del vestido. - las perlas te darán un aire más maduro.

Eso esperaba, pensó, después de todo, ella tenía la intención de declarársele al duque más pronto que tarde y, si quería que la aceptase, él tenía que empezar a verla como mujer y no como una niña traviesa, como hasta ahora. 

Los nervios volvieron a atenazarla. Este era su momento, pensó, y tenía que aprovecharlo. 

No muy lejos de allí, en la mansión Devonshire, un duque nervioso, vestido con su traje de gala de la armada, recibía cordialmente a lo invitados que iban entrando con una sonrisa en la cara y un nudo en la garganta. 

Por Lily, se repetía una y otra vez, lo hacía por ella. 

-Esta es, ciertamente, una velada exquisita Lord Devonshire.- le comentó una de sus muchas invitadas, mirando con admiración y ambición el salón de baile, repleto de flores rosas y gente vestida con sus mejores galas. ¿Era aquella Lady Southmore, la cotilla esposa del conde? No conseguía acordarse.- pero, ciertamente, lamento que su madre no se haya animado a acompañarnos, espero que siga gozando de buena salud. - inquirió con los ojos llenos de curiosidad. 

Lady Soñadora Adams ( Saga héroes de guerra 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora